“Si no supiera lo que ocurrió, creería que son departamentos nuevos”, es la primera frase que muchos dicen al ver los edificios de las calles Coquimbo y Sierravista, en la alcaldía Gustavo A. Madero, los mismos que colapsaron por el terremoto del 19 de septiembre de 2017, el cual dejó en esa zona a ocho personas fallecidas y decenas de familias afectadas por la tragedia que se extendió a todo México.
En esas calles, aquella tarde la situación era desoladora: tres edificios, los más altos de la cuadra, estaban devastados. Uno de ellos, que estaba en medio, había cedido por completo, las estructuras que separaban cada planta ya no estaban, un piso aplastaba al otro.
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“Es como una bomba, es como una guerra, es como si hubiera llegado un misil, se colapsa, se destruye, se reduce a escombros todo”, relataba en ese entonces Francisco Lermanda, representante de Topos Chile, una de las organizaciones internacionales que llegaron a rescatar a las víctimas que estaban entre los edificios.
Durante un recorrido, MILENIO comprobó que en las calles de Coquimbo y Sierravista los trabajos continúan. Para quien no conozca el sector le podría parecer increíble si le contaran que ese fue uno de los escenarios del terremoto de 2017.
De los tres edificios, hay dos, los que estaban en los extremos, que ya se reconstruyeron. De hecho, ya hay personas viviendo en algunos departamentos, pero quienes llegaban no querían responder a las preguntas. Recuperaron sus inmuebles, pero el recuerdo de la tragedia aún continúa.
Los que sí hablaron fueron las personas que viven en las casas ubicadas al frente de los edificios, como es el caso de Silvia Ferreira, quien relata que pudo llegar a su vivienda tras casi un año del sismo, encontrando daños menores, plantas muertas y polvo en cada rincón del inmueble debido al cemento de los departamentos colapsados.
“Fue muy fuerte volver (…) tuve que remodelar todo. El escenario fue muy triste, ya no ver a las personas. Ellos (los vecinos de los edificios) perdieron la vida. Yo le doy gracias a Dios que ya estoy en mi casa, pero ellos aún no pueden volver”.
Las labores de rescate en el edificio de Coquimbo se extendieron por cuatro días luego de encontrarse a la última víctima. Víctor Hugo Lobo, el titular de la que en ese entonces era la delegación Gustavo A. Madero, fue quien comunicó el inicio de los trabajos de demolición, los cuales se extendieron hasta el 26 de diciembre de 2017.
De esa fecha, recién el 26 de noviembre de 2019 se llevó a cabo la colocación de la primera piedra de la reconstrucción de los edificios. Una ceremonia simbólica que se realizó junto con algunos habitantes de esos departamentos.
Actualmente, el edificio que estaba en medio es el único que aún no está levantado, hay trabajadores y máquinas en el espacio que está protegido con planchas de acero y un mensaje: “este inmueble afectado por el sismo del 19 de septiembre de 2017 es reconstruido con recursos públicos del gobierno de la Ciudad de México, a través de la Comisión para la Reconstrucción”.
De los edificios ya reconstruidos, uno tiene 7 plantas y el otro posee 8, y del que está en medio, no hay confirmación de cuál será su altura ni cuántos departamentos habrá en cada piso, aunque algunos vecinos ya hablan de que podría llegar a 10 o 12 niveles.
“Solamente nos han dicho que va a tener un poco más de departamentos. Va a ser más alto, es lo que me preocupa, para poder recuperar por los departamentos extras”, dice Silvia Ferreira.
A pesar de todo lo angustiante y los difíciles momentos que vivieron, hay quienes apoyan el hecho de que los edificios y quienes vivían ahí regresen a esa calle, en vez de la instalación de alguna estructura que recuerde a las víctimas de la tragedia.
“La calle se ve mejor, va a haber más plusvalía, seguramente. Los edificios están quedando bonitos. (Poner un monumento por el sismo) se ve más tétrico, yo creo que es mejor construir algo para la gente viva ahí y seguir la vida adelante, una placa conmemorativa es recordar todo y es triste”, contó Rodolfo Quintero, quien reside en esa calle.
Las extensas jornadas para los voluntarios
A tres años de la tragedia, aún permanece el recuerdo de quienes fueron testigos de las extensas jornadas de trabajos de los rescatistas, el estrés y tormento de las familias, sumado a la angustia por saber si las personas rescatadas de entre los escombros estaban con vida.
“Fue muy triste, muy terrible porque yo estoy en frente, entonces escuchar todo, ver cómo estaba la situación, el peligro porque el edificio quedó inclinado hacia nosotros. Ellos (quienes vivían en los edificios) perdieron la vida”, recordó Ferreira.
Hoy es común ver letreros de ‘se vende’ o ‘se renta’ en la zona donde los trabajos de rescate se hacían día y noche, con equipos de emergencia de Chile, Colombia y Japón, quienes eran parte de varias delegaciones internacionales que estaban presentes en ese sector.
Casualmente la calle Coquimbo ocupa el mismo nombre de una región de Chile, la cual, un año y tres días antes al terremoto en México, tuvo un sismo de magnitud 8.4 que también devastó la zona.
A la par de las labores de emergencia también había voluntarios, principalmente vecinos del sector que recolectaban comida, agua, bebidas calientes, jugos o dulces para los afectados, los rescatistas, periodistas e incluso para quienes llegaban solamente a ver el lugar.
Gerardo Vega y Daysy González, quienes tienen un hijo, fueron parte de los voluntarios. Junto a otras personas instalaron una tienda casi al frente de los edificios. Todos ellos se turnaban para continuar con la ayuda en un hecho que los marcó para toda la vida.
“Sí son recuerdos fuertes, aunque yo estuve ayudando, es algo por lo cual me hubiera gustado no tener que ayudar (…) hubiera estado mejor no haber aportado nada, si es que no hubiera sucedido, para que las personas que fallecieron en ese lugar, sus familiares no hubieran pasado por esos momentos y por lo que arrastran”, confiesa Gerardo Vega.
Las jornadas para ellos no eran fáciles, afirman que, a la constante preocupación solidaria, se sumaban las discusiones con las autoridades de la entonces delegación. Aseguran que eran presionados y cuestionados por la ocupación y entrega de alimentos, los cuales fueron aportados por los mismos vecinos que estaban colaborando sin tener un color político.
“Por todo lo que viví, paso y me da rabia, me da impotencia, me da tristeza, es un cóctel de emociones porque bueno, la gente que no tenía dónde vivir ya no tiene su departamento. Es que se vivieron muchas cosas, pues te marca. Hasta un año después empezaron eso”, dijo Daysy González.
OMZI