Gisselle y Néstor son un matrimonio cuyas obligaciones laborales les obligaron a mudarse a la ciudad de Antigua, en Guatemala, hace dos años, junto con otros 11 paisanos contratados por el equipo de futbol local.
Él es originario del Estado de México, adoptado por nuestro hermoso Hidalgo, y se desempeña como entrenador de porteros del Antigua FC, uno de los más emblemáticos clubes en aquel país, mientras continúa sus estudios en línea para convertirse en Preparador Físico; ella, una comunicadora nacida en el Valle del Mezquital, especialista en redes sociales y con un empleo a distancia para una empresa editorial mexicana.
El grupo llegó a Antigua y fueron hospedados en el mismo hotel, en la zona centro de aquella ciudad. Todo iba y estaba bien pero, como es lógico, en algún momento empezaron a extrañar los sabores mágicos de nuestro país, en especial cuando probaron el menú de los únicos tres restaurantes con comida mexicana del lugar, pues resultó ser una extraña mezcla de platillos fuertemente influenciados por alimentos norteamericanos y no, no tenían nuestro sabor.
Una buena idea
Ante tal situación, el grupo decidió dejar de buscar y prepararse sus propios alimentos. Cada uno lo hacía en un día específico. Un sábado tocó el turno a nuestros protagonistas y todos quedaron encantados. En alguna sobremesa alguien propuso abrir un restaurante y a nuestros amigos no les pareció una mala idea.
Empezaron la investigación de mercado, la búsqueda de insumos y las posibles ubicaciones, luego llegaron malas nuevas: primero, la posible sociedad para llevar a cabo el proyecto se vino abajo por razones cuyo abordaje carece de importancia; segundo, apareció el SARS-CoV-2.
La pandemia traía consigo la posibilidad de cancelar viajes, traslados, vuelos. El resto del grupo decidió regresar a México. Gisselle y Néstor, no. Se quedaron en ese hotel de Antigua y la ciudad, como el resto de los lugares alrededor del mundo, se aisló.
Pasaron los meses. El embarazo culminó con el nacimiento del pequeño y avispado Bruno y las cosas cambiaron. Con el nuevo miembro de la familia debían pensar en el futuro y, juntos, decidieron retomar el plan inicial y, por fortuna, ya llevaban un buen tramo de avance. Conocían a la competencia aunque, a pesar de ofrecer platillos gourmet, en realidad no lo eran; el reto era conseguir un buen lugar para iniciar la aventura… y lo hallaron.
Empezar
El sitio adecuado está ubicado en la parte más turística de la ciudad, en la zona centro, en el lugar conocido como Plaza Mayor, y estaba a disposición. La economía de todos había mermado como resultado de la emergencia sanitaria y el propietario debía arreglárselas pronto. Les alquiló el sitio y les dio facilidades incluso: casi mes y medio de gracia en tanto iniciaban actividades.
Empezaron por adecuar el lugar con el símbolo de la esperanza, nuestra muy mexicana Virgen de Guadalupe, por eso una pared fue pintada con flores para honrar a la morenita del Tepeyac quien, desde lo alto, observa el ir y venir de la hoy cada vez más numerosa clientela; en las demás plasmaron diversos íconos de nuestra tierra, empezando por luchadores como El Santo y Blue Demon y, por supuesto, nuestra internacional catrina tiene un sitio especial…
Luego vinieron los muebles y el descargar la responsabilidad de preparar los platillos en alguien con el suficiente talento como para honrar a los comensales y, en especial, a México a través de ellos. Alan, hermano de Gisselle, es chef y resultó ser un invaluable activo para el negocio por una diversidad de razones, además de su inmejorable sazón.
El lugar, dice nuestra siempre sonriente entrevistada, no es muy grande y, debido a las circunstancias actuales, apenas pueden permitirse atender a 12 personas en el interior con las medidas sanitarias pertinentes. Por eso es común ver a personas esperando en fila su turno para disfrutar no solo de los alimentos, sino también de la experiencia en torno a la cultura y tradiciones mexicanas.
Cuando las cosas pasan
El restaurante abrió sus puertas hace apenas unos meses, el 2 de julio para ser precisos, y dan empleo a dos personas.
El éxito del lugar se debe en especial a los machetes, tremendas quesadillas con el inmenso sabor de nuestro pueblo; los deliciosos tacos al pastor, el pozole, los esquites, los “dorilocos” y las súper tortas “cubanas”. Estos platillos eran desconocidos en aquellas tierras, relata Gisselle, y la gente se ha enamorado del sabor y las presentaciones. “Solo para las ‘cubanas’ mandamos a hacer réplicas de pequeñas trajineras donde las servimos acompañadas de su salsita y sus chilitos en vinagre”.
En el menú el comensal encuentra también aguachile y ceviche, tacos de pollo, suadero, bistec, chorizo y lomo; también ofrecen enfrijoladas, flautas, sopes, huaraches y enmoladas. ¿Postres? Claro, hay arroz con leche, plátanos fritos con chocolate y hasta pastel. Para beber hay café de olla, agua fresca del día, cervezas, micheladas, cantaritos para compartir y, por supuesto, tequila.
Pero eso no es todo. Si el sitio ha tenido gran éxito y recibimiento se debe en especial a la experiencia que ofrecen a la clientela.
“Es como si llegaran a México. Todo el tiempo hay música nuestra en el sonido ambiental y a la gente le encanta que les platiquemos sobre la cultura y tradiciones. El día de muertos, por ejemplo, les sorprendimos porque me disfracé de Catrina y también a Zizú (su hermoso Gran Danés, que no es una mascota, sino un miembro más de la familia) y recorrimos las calles de Antigua llamando la atención de propios y extraños”.
Eso no fue todo, como un extra decidieron proyectar en la pared frente a su negocio aspectos de los festejos en torno a la muerte en México, incluyendo por supuesto el novel desfile alusivo a la fecha en la capital del país. Además, agrega, al querer ofrecer toda la experiencia, no podía pasar la fecha sin el tradicional pan de muerto, por ello buscaron por semanas a quien pudiese reproducir la textura y sabor del exquisito manjar. Una joven cuya pequeña panadería había abierto pocos días antes lo consiguió y por ello su clientela logró conocerlo. Por eso entre sus clientes asiduos hay autoridades locales.
El negocio ha resultado ser todo un éxito y por ello piensan ya en expandirse. No importa que haya otros 70 restaurantes cerca, ninguno ofrece la posibilidad de vivir la experiencia de nuestro país.
“México Lindo… y qué rico”, un lugar que ofrece a los comensales chapines y extranjeros todo el sabor de nuestra gastronomía y, lo más valioso, una probadita de nuestras tradiciones y cultura, gracias a la visión de Gisselle y Néstor.
Enhorabuena.