La última inyección que se aplicó en la localidad guerrerense de El Mameycito fue en mayo de 2019, antes de que la única enfermera que trabajaba en esta clínica rural abandonara su puesto. Desde entonces, el inmueble no se ha vuelto a utilizar, y hoy es un albergue de murciélagos y una bodega de medicinas caducadas.
La pugna entre grupos criminales antagónicos en el municipio de Petatlán hizo que el personal sanitario dejara su residencia, que escapará, sin decir nada, sin explicar las razones de abandonar la responsabilidad de una clínica que brindaría atención a por los menos dos mil personas pertenecientes a una decena de comunidades serranas de la región de la Costa Grande.
Pero el abandono al sistema de salud estatal, ahora heredado a la federación con el Insabi, se propagó, y como un hongo alcanzó otros sectores de la región. Carcomió escuelas, viviendas y comercios, que simplemente cerraron sus puertas con cadenas y candados, que al igual que los médicos, se fueron, sin dar explicaciones.
-¿Por qué se fue?-
“No sabemos el motivo. Simplemente decía ella ‘por inseguridad’, nunca nos atrevimos a preguntar inseguridad de qué”, confía a MILENIO Celerino Masiel, recién designado comisario Ejidal de El Mameycito, Petatlán. Apenas hace un mes le dejaron el cargo que incluye cuidar una clínica que con grietas en el techo y que no les sirve para nada más que para acumular guano y polvo; eso sí, recién pintada con blanco y guinda.
“Vinieron a pintarla, y solo por fuera, nomás llegaron, pintaron y se fueron”, explica.
El desinterés gubernamental en la región de la Costa Grande escurre como el agua de los ríos desde la parte alta de Petatlán, en el centro de salud rural R01 El Mameycito, y baja sobre la misma carretera de terracería por los centros de salud de El Camalote, Las Mesas, Murga, El Parotal y Parazalseco, localidades que cuentan con instalaciones, pero no con personal sanitario.
De requerir atención, las personas de estas localidades le quedan dos opciones: La primera, recorrer tres horas y media en cuatrimoto para llegar al Hospital General en el centro de Petatlán.
-Tres horas de camino, tres de vuelta.
-¿Cada cuando pasa la combi?-
-No, no hay. A Santa Rosa no hay transporte público; hay que viajar en su propio vehículo en cuatrimoto, en carro o de a “ride”, explica Celerino.
La segunda opción para estas poblaciones recae en elementos de Sanidad del Ejército Mexicano pertenecientes al 37 batallón de Infantería en Guerrero: “ahí están unos militares la verdad nos han apoyado, si uno va herido del pie, del dedo, cualquier herida, cortada o algo, picadura de alacrán… nos han apoyado con inyección, nos dan para el dolor”.
Este ejido solo cuenta con un kínder y una primaria, la secundaria y el bachillerato, ubicadas en la localidad vecina de El Mameyal literalmente se “caen a pedazos”, y los profesores optaron por implementar un modelo hibrido para una comunidad que lleva 10 días sin energía eléctrica.
“En realidad El bachiller no sirve se está cayendo, es de madera, no cuenta con baños, ni butacas; la secundaria… nomás vienen dos veces por semana”.
En el recorrido de tres horas, entre arena y barro, aparece el Ejido de Casas Viejas, una diminuta población que alguna vez tuvo una escuela primaria, y que hoy solo es un recuerdo; apenas unos pupitres en la intemperie y unos cuadernillos carcomidos por la humedad, recuerdan que en esas aula se dieron clases de español y matemáticas.
-¿Y la gente?-
“Se fue pal’ norte, escapó”.
Sobre la presencia de los grupos criminales Celerino habla de un pacto: “Se dio un arreglo; llegaron a un acuerdo que ya no iban a andar en las guerras... Una tregua, se arregló”.
Cerro abajo hacia la Clínica Rural R01 El Parotal, se repite el fenómeno de desaparición voluntaria; hace tres años hubo una doctora que decidió irse, ahora no hay quien pueda -o sepa- suministrar un antídoto para las picaduras de alacrán o de víbora, comunes en la región.
El comisario Ejidal de esta localidad, Francisco Solorio hace la aclaración: “No le pasó nada a la doctora; nada más por miedo de venir para acá. Sin decir nada, se fue, y nos llevábamos bien.
-¿Y qué le dio miedo?-
“Nada más porque había gente armada, pues… pero a ella no le decían nada”, dice en entrevista.
Tan solo en el municipio de Petatlán la disputa cotidiana estaría enfocada a la siembra de amapola y a la tala ilegal de maderas, y de acuerdo con información del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, se tiene el registro de la presencia de cinco organizaciones criminales: el Cartel Jalisco Nueva Generación, Los Espinos, Los Granados, Guardia Guerrerense, y Los Rusos.
-¿Y la mafia?- se le pregunta.
“Pues ya se calmó”, dice.
La ausencia de médicos, no es un tema exclusivo de la región de la Costa Grande. A estas clínicas abandonadas, se sumarían por lo menos 11 inmuebles más en las regiones de Costa Grande, de la Montaña y Tierra Caliente, según el mismo gobierno del Estado.
Y aunque las pugna por la Costa Grande -según ejidatario- alcanzó una tregua, el abandono bañó como el agua de sus arroyos, una de las regiones más marginadas de Guerrero.
HCM