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Especialista advierte de restaurantes donde mujeres trabajadoras "son parte del menú"; así viven un día laboral

Acoso, violencia y discriminación sexista son tan sólo algunas de las cosas que mujeres, en busca de un trabajo, se enfrentan en cierto tipos de restaurantes en el que sus meseras tienen que vestir y reproducir ciertos estereotipos.

Arturo Ramírez
Ciudad de México /

Cuando Daniela* trabajaba como mesera, en una ocasión atendió una mesa con cinco hombres. Mientras realizaba su labor, notó que una mirada la seguía cada vez que se acercaba al lugar. 

Para averiguar quién era, decidió voltear y enfrentar aquellos ojos, pero lo que descubrió fue a uno de los chicos fingiendo masturbarse mientras la observaba.

Su historia se unió a múltiples casos de acoso que acontecen al interior de una famosa cadena de restaurantes que, de acuerdo con Aleida Hernández Cervantes, doctora en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en materia feminista, además de ofrecer un amplio menú de alitas, hamburguesas, boneless y bebidas preparadas, también oferta, de manera descarada, el cuerpo de las mujeres que trabajan ahí.

"Forman parte de lo que ese restaurante le ofrece a su clientela, la cual está dirigida para hombres y, al ser para ellos, representa un sexismo profundizado porque ubica a las mujeres como un simple cuerpo que existe para el uso y placer de esos hombres que van como clientes" aseveró.

Daniela, al igual que otras chicas, encontró atractiva la oferta laboral presentada por la empresa, excelentes ingresos, horarios rolados, prestaciones de ley y un ambiente agradable, por lo que decidió postularse.

La vacante que más llamó su atención, no solo porque no pedía experiencia previa, como en el caso del área de cocina, sino por la posibilidad de obtener un mejor salario, fue la de mesera, o como la cataloga la compañía, chica hooters.

En un principio, ella creía que las tareas que realizaría en caso de ser contratada no tenían mayor complicación, sin embargo, al iniciar su proceso de selección, rápidamente cayó en cuenta que no es un trabajo como cualquier otro, pues no se presentó a una entrevista, sino a un casting.

La belleza sobre la aptitud

Las indicaciones fueron claras: "venir arreglada, con ropa deportiva y solicitud elaborada”. Al llegar, el primer filtro fue particularmente rápido; personal de recursos humanos revisó la experiencia laboral de las aspirantes a fin de conocer sus aptitudes; no obstante, al pasar a la segunda prueba, la situación dio un giro de 180 grados.

Hasta este punto, Daniela asimiló la razón de presentarse vestida tal como lo indicaron. Las chicas hooters que ya tienen experiencia se encargaron de enseñarle, a ella y al resto de aspirantes, una de las tantas coreografías que tienen, ya que una de las actividades que realizan las empleadas consiste en bailar por lo menos una vez cada hora.

“Sí o sí bailamos por lo menos una vez cada hora durante el turno. Entonces, parte de esos filtros es una prueba de baile en la que las chicas que ya están contratadas enseñan una de las muchas coreografías que hay, porque tenemos una playlist con más de 25 canciones”, mencionó.

Al respecto, la especialista comentó, en entrevista para MILENIO, que el propio concepto e imagen que Hooters maneja en sus meseras ejerce violencia sexista basada en el género.

“Hablamos de una violencia sexista ubicada en cómo conceptualiza el restaurante a las mujeres, las vuelven un objeto del mercado, forman parte del menú y de los servicios que ofrecen, colocándolas como unos cuerpos que solamente van a darle un disfrute visual a los clientes, mayoritariamente hombres”, dijo Aleida Cervantes.

A pesar de que ésta situación es castigada por la Ley Federal del Trabajo, con base en el Artículo 3, desde su fundación en 1983 en Georgia, Estados Unidos, y la eventual expansión a México en 1997, la empresa ha mantenido este tipo de prácticas vigentes, ya que hay un tercer y último filtro.

Aquí Daniela fue instruida a cambiarse la ropa deportiva por el clásico uniforme de short naranja y blusa de tirantes blanca. Posteriormente, cual concurso de belleza, ella y el resto de chicas postuladas fueron fotografiadas y evaluadas por gente ajena al casting, quienes definieron a las candidatas seleccionadas con base en cómo lucían el conjunto.

Tras completar las tres pruebas, las cuales están enfocadas principalmente en cumplir con un estándar físico y/o de belleza, Daniela fue elegida para ser una chica hooters, noticia que en un inicio le causó satisfacción, sin embargo, aún no sabía que el casting solo fue la punta del iceberg de todo lo que estaba por enfrentar.

El resto de puestos no debe cumplir con estándares físicos | Foto: Especial

Al respecto de estos procesos de selección, Hernández Cervantes mencionó que ejercen una fuerte discriminación sobre las mujeres ya que no son implementados para los hombres que buscan entrar a la marca.

"En el proceso de selección les piden que tengan ciertos atributos de belleza, de estilización, de peso, de talla y demás y al no pedírselo a los hombres por supuesto que está llevando a cabo una discriminación sexista", puntualizó.

Políticas y reglamentos violentadores 

Tras ser seleccionada, Daniela eventualmente continúo con la firma de contrato y la entrega de uniformes, no obstante, al leer detenidamente cada una de las cláusulas se dio cuenta que debía cumplir requisitos fuera de lo común.

En primer lugar, estuvo el cuadro de imagen que cada una de las chicas hooters debe cumplir. Desde su primer día hasta el último, se adecuó a usar maquillaje cargado, se onduló o planchó el cabello dependiendo del tiempo que tenía, comenzó a estilizar sus uñas como lo solicita la marca e incluso modificó su ropa interior.

Algunas cláusulas del restaurante | Foto: Especial

Esta situación no fue fácil para ella, no solo porque no acostumbraba maquillarse debido a que su piel es propensa a presentar acné, sino también porque en sus primeros día trabajando estaba en su periodo e igualmente tuvo que usar tanga de hilo dental, ya que es la ropa interior obligatoria para las meseras.

"En cuanto a la ropa interior, pues tiene que ir combinada de acuerdo al uniforme que te toque en la semana. Si es el uniforme anaranjado, tiene que ser beige, si es el uniforme negro, tiene que ser negra. El tema con esto es que, te piden usar brasier con push up y calzón de hilo dental, no puede ser cualquier otro, tiene que ser obligatoriamente hilo dental y te lo revisa la gerente de turno", contó.

Sin embargo, le explicaron que el propósito de usar esta ropa interior es evitar que se marquen las costuras debajo del short, no obstante, con el paso del tiempo se dio cuenta de que, gracias a que les proporcionan unas medias adicionales, muchas de las chicas que trabajan en la marca optan por no usar el calzón solicitado y laborar sin ropa interior, ya que les resulta más cómodo.

Por otra parte, mientras hojeaba cada una de las páginas que comprendían en el contrato, el segundo punto que alertó sus focos rojos fue tener que comprometerse a mantener el peso, talla y medidas con las que fue contratada, y en caso de no cumplirlo, sería relevada de su puesto durante un mes, a fin de recuperarlas.

Esto no fue de su agrado, pero no pudo negarse a firmarlo, su necesidad económica era tal que tendría que aprender a sobrellevarlo; a final de cuentas sería parte de la marca y eso implicaba volverse parte de su esquema comercial y estándar de belleza.

"Hay que hacer una crítica al esquema laboral y de oferta de dicha cadena, no es adicional que a las meseras se les exija este tipo de requisitos (...) El estándar de belleza que se le exige a las mujeres es extraordinariamente violento, porque todo el tiempo estamos sintiendo una especie de continua disminución de lo que eres respecto del ideal que marca una sociedad y eso es lo que hace esta empresa", comentó Aleida Hernández.

La situación no acabó aquí. Daniela leyó punto por punto hasta llegar a la última cláusula, que fue como el clavo final en el ataúd. Con pluma azul en mano, escribió su nombre y plasmó en el papel cada trazo firma, aceptando desistir de divulgar los procesos internos de la marca o se haría acreedora a una demanda por 250 mil pesos, más la reparación de daños y prejuicios que esto le pudiera ocasionar.

Políticas internas del restaurante | Foto: Especial

Esto a simple vista puede parecer un sencillo acuerdo de confidencialidad entre empleado y empleador, sin embargo, Hernández Cervantes indicó que el propósito de la medida es, además de intimidar, inhibir la denuncia.

"Inhibe la denuncia, intimida, causa miedo y temor, esa es la función de la cláusula. Por supuesto que las trabajadoras que quieran denunciar no lo harán, sin embargo, es una medida que no necesariamente puede operar porque no puede estar por encima de la afectación de sus derechos" subrayó.

Una empresa que tolera el acoso 


El casting, la firma de contrato, el uso de ropa interior especial o el tener que maquillarse diariamente no fue lo más difícil para Daniela mientras trabajaba como mesera; lo que realmente complicó su estancia fue la nula protección de la marca ante las diferentes expresiones de violencia que vivió por parte de los comensales.

Durante uno de sus turnos, Daniela estaba atendiendo de manera rutinaria sin darle importancia a las miradas que recibía, acciones a las que ya se había acostumbrado, cuando de pronto uno de los comensales le mostró su teléfono al momento en el que se acercó a su mesa.

Ella lo observó por un momento y detenidamente leyó el mensaje que el chico le había escrito: "¿te gustaría salir conmigo por cinco mil pesos?". Daniela amablemente le respondió de manera negativa, explicándole que no sale con personas desconocidas, sin embargo, el chico aclaró que su intención no era conocerla. 

Ahí fue donde entendió que la propuesta era de índole sexual, por lo que reafirmó su negativa; no obstante, en los siguientes acercamientos que tuvo a la mesa para cumplir con su trabajo, el hombre aumentó la oferta a siete mil pesos, cantidad que igualmente fue rechazada.

Ante la incomodidad que sintió, Daniela fue con la gerente en turno a fin de comentarle lo sucedido y recibir una solución, la cual se limitó a que otra chica se encargara de atender al cliente.

Por su parte, Aleida Hernández explicó que dicho protocolo de acción muestra una tolerancia total al acoso sexual, ya que el esquema comercial de la empresa está hecho por y para los hombres.

"Tienen una tolerancia a la agresión y acoso sexual. Los clientes mayoritariamente hombres son los que van ahí porque les ofrecen el servicio y consumo visual de los cuerpos femeninos, por ende son ellos quienes tienen la preferencia, no las trabajadoras" subrayó.

Claro que esto no fue un caso aislado, ya que en otro de sus días laborando llegó un señor que era conocido por ser cliente frecuente del restaurante, solo que en esta ocasión se vio involucrado en un altercado con las mesares y los comensales presentes.

Al llegar, el hombre se dirigió a la barra de bebidas; su propósito era consumir de la amplia coctelería que maneja Hooters. Sorbo tras sorbo se acabó el primer trago, luego el segundo, el tercero y así sucesivamente, hasta que Daniela y el resto de meseras notaron que ya se encontraba en estado de ebriedad.

Como el señor ya era conocido por el personal, optaron por no darle mucha importancia, pero, entre los ir y venir se dieron cuenta de que el hombre comenzó a fotografiar a las chicas que estaban desprevenidas, capturó sus espaldas, piernas, busto, o cualquier parte de su físico que le resultara atractivo.

Aunque algunos clientes lo confrontaron y le exigieron que borrara la fotos, Daniela se llenó de impotencia, no solo porque ella no podía hacer nada el respecto, sino también porque en el fondo sabía que el restaurante tampoco lo haría.

"Por el alboroto que se hizo los gerentes bajaron, se acercaron al señor y en primer lugar le ofrecieron una disculpa por los inconvenientes que le estaban causando. Ya después le dijeron que lo mejor sería cortarle la cuenta y que se retirara" dijo Daniela.

Aunque en este caso específico el protocolo que siguieron consistió en retirar del lugar al hombre violentador, la doctora Cervantes enfatizó que, mientras las agresiones no sean propensas a crear un escándalo mediático, la empresa no pondrá un límite, pues se valen del cuerpo de las mujeres para generar una plusvalía.

"Es un esquema comercial que saca plusvalía de los cuerpos de las mujeres y si en ello les va la agresión a las mujeres, es algo que no les preocupa. Claro que hasta que se vuelve físico, ponen un límite para que no vaya a pasar a mayores y no les afecte en términos de un escándalo mediático, social y demás. Pero es el esquema mismo el que es un problema y el que de origen permite la reproducción de la cosificación y de la agresión a las mujeres" destacó.
Según Inmujeres, en 2022 se iniciaron 82 mil 709 carpetas de investigación por violencia sexual | Foto: Especial

Adicionalmente, durante el proceso de entrenamiento de Daniela, el cual duró un mes, supo que varias de sus compañeras fueron capacitadas en otra sucursal, en donde la gerente les recalcó que su obligación como chica hooters es vender, y si para ello era necesario sentarse en las piernas del cliente, debían hacerlo.

"Eso es orillarlas a la prostitución, prácticamente porque están ofreciendo su cuerpo para ganar más. Las vuelven una transacción económica, que no va nada más al tema del placer visual", indicó Aleida Hernández.

La experiencia de Daniela es una de muchas, Hooters cuenta 24 sucursales al interior de la República mexicana, por lo que este tipo de prácticas repercuten en todas aquellas chicas que optaron por ingresar como meseras a la marca, decisión que, según la doctora Hernández Cervantes, se vio limitada por el sistema patriarcal en el que viven las mujeres.

"Las mujeres que deciden trabajar en estos esquemas donde hay posibilidades latentes de agresión sexual, cosificación y de hipersexualización a sus cuerpos están más necesitadas o precarizadas. Están buscando un trabajo en donde puedan ganar un poco más y de eso se vale el sistema patriarcal y de violencia contra las mujeres. Entonces las condiciones de decisión están limitadas", concluyó.


Si no se detiene, escala

De acuerdo con el Censo de Población 2020, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México hay cerca de 126 millones de habitantes, de los que 51 por ciento son mujeres, es decir, casi 65 millones.

De este grupo de población, según datos del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) —ahora Secretaría de las Mujeres— 70 por ciento ha experimentado algún tipo de violencia basada en su género a lo largo de su vida, siendo la sexual y la física las que más prevalecen.

Estos dos tipos de violencia son los que más se denuncian, ya que son los más visibles. Sin embargo, el porcentaje de quejas o denuncias ante alguna autoridad por violencia sexual y física aún es muy bajo.

Cuando estas violencias son ejercidas por la pareja sólo el 13.1 por ciento denuncia, cuando sucede en la escuela solo lo hace el 7.8 por ciento de las mujeres y 7.1 por ciento cuando ocurren en la familia. Aunque es el espacio donde más violencia sexual se vive, también es el ámbito donde menos se denuncia.

Dentro de los principales motivos de las mujeres para abstenerse de denunciar este tipo de agresiones está la percepción de que lo sucedido no tuvo importancia; también, el desconocimiento de dónde y cómo hacerlo; así como la posibilidad de que las culpen por la violencia vivida.

Desafortunadamente, el hecho de que exista un bajo porcentaje de denuncias, el cual está aunado a la falta de justicia por parte de las autoridades, provoca que la violencia siga escalando de magnitud, llegando incluso hasta el feminicidio.

Por ejemplo, de acuerdo con el Inmujeres, en 2022 se iniciaron 82 mil 709 carpetas de investigación por violencia sexual contra las mujeres, sin embrago, 67 mil mujeres presentaron lesiones dolosas después de haber realizado su denuncia. 

De igual manera, los datos presentados por el instituto muestran que cerca de 5 mil mujeres fueron asesinadas, de las cuales, 968 fueron catalogadas como feminicidio. 

NOTA: Por seguridad de la entrevistada, en el texto se modificó el nombre original a "Daniela".

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