Carlos Castro Herrera suma más de 30 años en el oficio de herrero. Todo lo que conoce se lo enseñó su padre, con quien coincidió laborando por muchos años en un taller que funcionaba como una empresa hasta que decidió independizarse. Un día, al ver un video por internet se le ocurrió crear su propia planta de soldar y efectuó dos prototipos: uno con base en PVC y otro con una cubeta, la cual ocupa hasta la fecha.
“Tengo las dos y las dos funcionan muy bien. La de PVC la empleo poco porque se calienta mucho, sólo me sirve para hacer dos o tres puntos, en cambio la otra la puedo emplear todo el día”, comentó.
Asimismo, consideró que es la única persona que en Puebla solda con una planta de fabricación casera cuya base de funcionamiento es sal y agua.
Señaló que gastó como cien pesos en cada una, “por el cable y los tornillos, pero ya máximo como 200 pesos y es mucho”. Destaca que una planta de soldar comercial, la de menor costo, ronda por los dos mil pesos.
De esta forma, cuenta que cuando la gente lo ve laborar con ese utensilio, se sorprende y le dicen que es la primera vez que ven a alguien soldar de esa forma; incluso, algunos le han pedido que les fabrique una y su respuesta ha sido que sí. “Entre ellos, un vecino que también es herrero me vio y me dijo que si le hacía una y con gusto lo hice, incluso le regalé el material”.
Carlos mencionó que en su página de Facebook subió imágenes de la planta y sus conocidos, que también son herreros, pero no le comentaron nada. “Se les hace difícil que algo así exista, pero mira sí jaló”.
Sin embargo, la creatividad e ingenio de Carlos no quedó ahí, ya que ha realizado otros utensilios, muchos de los cuales omitieron pagarle. Entre estos, hizo unos dispositivos para doblar lámina de cualquier calibre y se quedaron en la fábrica donde trabajaba y no se los pagaron.
“Un día se requería y la dobladora que había se dañó. Abrí la máquina, la vi y con el material que había realicé una, que al final trabajaba hasta mejor”.
Después, en otra factoría lo mandaron a llamar para que diera mantenimiento a unas máquinas. Ahí escuchó que necesitaban unas boquillas para que doblaran los pañales que se producían.
Al ver las líneas de producción hizo un diseño, el cual se lo propuso a un ingeniero, quien le autorizó lo realizara en lámina negra, “como les funcionó me pidió que los hiciera en acero inoxidable, pero él se quedó con mis planos y diseños y le puso su nombre. Al tiempo me corrieron, pues me contrataron para darle mantenimiento a las máquinas”.
Otro de los utensilios que ha realizado es una máquina hechiza para pintar, donde combinó una bomba de aire para inflar balones, un bote de plástico y PVC.
“Esa cada vez que le das el bombeo pinta y queda muy bien, no la tengo pero me la puedo aventar de volada, me gasté como 120 pesos, sólo del PVC y las gomas que llevan y ya. La idea me nació porque vi una máquina y la repliqué, ya que no tenía comprensora en ese momento. Luego, se la presté a un amigo que la vio y ya no me la devolvió. De que funcionan se sorprenden, me las piden y ya no me las regresan”.
Carlos estudió hasta tercero de secundaria y era un muy buen estudiante, no obstante, le gustó más el relajo y ya no quiso continuar con el bachillerato. “Me hubiera estudiar Ingeniería Industrial”.
En su labor, fabrica muñecos en madera o en papel. “En estos momentos estoy haciendo una cobra y una ‘Santa Muerte de las Siete Potencias’”. En cada una en promedio demora cuatro días, ya que las hace en sus ratos libres, pues tiene que atender sus encargos de la herrería.
También es tatuador y presume que inició con su propia máquina hechiza hace como 25 años, “cuando tatuarse no es la moda como hoy”.
Agregó: “Se puede hacer muy rápido. Vi una máquina profesional y de ahí me di la idea. Como tenía un carrito eléctrico le quité el motor, le puse un lapicero y empecé a tatuar”.
Por último, dijo que “si hubiera la oportunidad de ingresar a un laboratorio donde me pidieran realizar diversos artefactos que les sirvieran lo haría con gusto… pero también dependería de la paga”.