La arquidiócesis de Puebla puso en marcha la 59 Feria Guadalupana en el Seminario Palafoxiano, actividad que tiene como objetivos pedir por las vocaciones sacerdotales y recaudar recursos para la manutención de los seminaristas.
Actualmente, la manutención de un seminarista cuesta alrededor de cinco mil pesos mensuales y todas las ganancias que se logren recabar durante la feria que comenzó este sábado y concluirá el próximo miércoles, 12 de diciembre, serán destinadas para el Semanario Palafoxiano y los seminarios menores del territorio de la arquidiócesis poblana.
El arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, informó que, actualmente, la arquidiócesis cuenta con 266 seminaristas, de los cuales, 104 se encuentran en los cuatro seminarios menores, el de Puebla, el de Ciudad Serdán, el de la Sierra Norte y el de Izúcar de Matamoros; mientras que 35 están en el Curso Introductorio; 120 en el Seminario Mayor y seis ya son diáconos en la Casa de Volcanes.
De forma adicional, cinco seminaristas están estudiando Teología en Roma; dos están en España; y dos sacerdotes están estudiando el doctorado en Alemania.
“Al acudir a la Feria Guadalupana estamos colaborando en la formación de los futuros sacerdotes, y podemos participar en eventos religiosos, como la Santa Misa, las peregrinaciones, así como en la verbena que atienden los seminaristas, religiosas y laicos”, comentó.
El líder de la grey católica explicó que la Feria Guadalupana cuenta con juegos mecánicos, un programa de espectáculos musicales, y puestos de comida, antojitos, artesanías, ropa y flores que los seminaristas, religiosas y laicos ofrecen en apoyo al Seminario Palafoxiano.
A lo largo del día, el Santuario Guadalupano que se ubica en los campos del seminario recibe a diferentes peregrinaciones, algunas de ellas, se dirigen hacia la capital del país.
El Seminario Palafoxiano fue fundado en 1644 por el ahora beato Juan de Palafox y Mendoza y las instalaciones actuales, ubicadas en la 44 norte y Av. Morelos, de la colonia El Porvenir, fueron inauguradas en 1964 por el entonces arzobispo Octaviano Márquez y Toriz.