Inicia Xantolo en unión con los vivos y reencuentro con los muertos

La familia de Guadalupe Monterubio Lara, de 76 años, preparó desde temprano 20 kilos de masa para hacer pan para sus más de 40 miembros

Comenzaron la celebración entre ofrendas, comida e historia. (Elizabeth Hernández)
Elizabeth Hernández
Tianguistengo /

Ilda Sáenz Bautista sabe que hoy se reunirán sus 15 hijos, 27 nietos, 27 bisnietos y 4 tataranietos, con el fin de celebrar Xantolo y recibir a los que han partido “porque este año fueron cuatro. Ya son muchos, pero aquí seguimos esperándolos”, dice, mientras rompe en llanto y coloca una vela más en su ofrenda, vestida con flores moradas y naranjas, y decenas de fotos de los difuntos. 

Allá en Tianguistengo, Oliveria Escudero corre de un lado a otro dentro de su cocina. Mueve el chocolate “para que no se pegue”, coloca los tamales de frijoles y de xala –semilla de pipián- en una canasta, así como el pan tradicional de su pueblo, los marquesotes, la torta rellena de queso y el panqué de nuez en otra canasta, las muñecas en una más. 

“No hemos dormido. Pero estamos contentas porque casi terminamos con el altar y la comida. Esta ofrenda es para mis padres”, dice, mientras hace una pausa más para parar la nostalgia. Así pasan unos segundos y coloca en el centro de la ofrenda, la canasta de frutas para honrar la memoria de sus padres. 

Ilda tiene 90 años. Se sienta en un sillón en la sala de su hogar, una casona antigua con techos altos de madera y cuartos espaciosos. 

“Esas cuadros de la esquina son las cartas que escribió Porfirio Díaz a mi bisabuelo, porque fue su ahijado”, dice orgullosa, mientras al fondo de su casa, de pasillos amplios y pilares de piedra, el “Tío Güero”, como todos le llaman, termina de preparar los ingredientes para el zacahuil que degustará la familia completa dentro de 8 horas. 

“Es todo un proceso y lo hemos elaborado por generaciones. Es un platillo que nos da identidad. El horno tiene que estar a su temperatura exacta para que quede bien el zacahuil”, dice. 

En Tianguistengo, en la plaza principal de este municipio, 250 jóvenes disfrazados de catrinas y catrines, ofrecen su mejor atuendo y acomodan los últimos detalles de cada una de sus ofrendas, “porque queremos ganar el concurso. Me encanta esta fecha porque podemos honrar a nuestros familiares que ya murieron. Me siento orgullosa de saber que soy parte de una tradición milenaria y también disfruto de bailar música de banda y huapangos”, dice con sonrisa tímida Karla Mendoza, durante el evento que se llevó a cabo en la explanada principal de la Presidencia Municipal, encabezada por Febronio Rodríguez Villegas, que acompañó en todo momento al secretario de Turismo de Hidalgo, Eduardo Javier Baños Gómez. 

Xantolo es un Patrimonio de la Humanidad y queremos que sea conocido mundialmente. Ustedes como jóvenes deben trabajar en seguir preservando nuestras costumbres y que el mundo se de cuenta que México es el mejor de los países”, señaló con entusiasmo el secretario. 

En Jaltocan, en la colonia Viñazco, la familia de Guadalupe Monterubio Lara, de 76 años, preparó desde temprano 20 kilos de masa para hacer pan para la familia “sólo preparamos pan para esta época, porque nos reunimos 40 o más familiares para celebrar Xantolo”, dice, mientras pone a orear las charolas de pan en el jardín de su casa, donde los gallos y un perico saborean de lejos el alimento, y también donde se reúnen las mujeres de la familia que han preparado el alimento. 

A través de las carreteras que unen ambos municipios, cada cruz en el camino, de aquellos que perdieron la vida en estos espacios, hay flores de cempazúchitl y mano de león, en cada casa hay caminos con pétalos de flor de muerto que invitan a conocer y divulgar los valores culturales de esta tradición, en cada baile, en cada ofrenda, en cada pan realizado, en las bebidas preparadas, en las flores, en los cohetes de festejo, y en cada alimento preparado de forma delicada, y en unión familiar, contribuyen al nombre de Xantolo, o la celebración del Día de Muertos en la huasteca. 

“Es una de las tradiciones que he disfrutado desde que era pequeña, y durante tantos años he querido que mi familia se una para que sepan de la importancia de estas fechas, que yo las vivo al máximo –hace una pausa- aunque no sé ahora a mis 90 años, si el próximo año seguiré preparando la bienvenida a nuestros difuntos o será para mí la celebración”, dice Ilda, que termina de acomodar su ofrenda en la casa antigua que la vio nacer. 



LAS MÁS VISTAS