Jesús de Nazaret juró, desde el reclusorio, que no volverá a robar. Satanás agradeció a Dios que “le abriera las puertas del infierno”, porque su vida cambió cuando lo encarcelaron. Y el centurión romano azotó, sin misericordia al mesías, descargando la impotencia acumulada, luego de ser acusado de un homicidio que, dijo, no cometió.
Son las promesas y testimonios de reos que se identificaron con Jesucristo, su sufrimiento y la estigmatización que vivió hace más de dos mil años. Escenificaron en el Reclusorio Norte, junto con sus compañeros la pasión y muerte de Jesús.
A Judas lo dejaron solo y no por traidor. No lo visitó ningún familiar en esta puesta en escena en el auditorio Rosario Castellanos, porque se fueron a ver a su hermano, que tuvo un papel en la Pasión, pero en Iztapalapa.
Édgar Jiménez Ortiz, personificó a Jesús; fue sentenciado a siete años de cárcel por robar una cadena de oro; a dos meses de compurgar su condena, está arrepentido: “Ya no volveré a robar, no volveré a quitar nada a la sociedad, seré parte de ellos”.
Lo capturaron en flagrancia. “En 10 minutos ocurrió la detención, solo le pido a Dios que me quite los malos pensamientos, que me ilumine para ayudar a la gente y no quitarles nada”.
Claudio Mujica recibió una pena de 27 años por un delito que prefirió no contar. Su papel fue el de Satanás; vestido de negro, cara cadavérica, infundió temor; no tuvo que recurrir al traje rojo, cuernos y cola. “Me tocó representar lo malo para sacar lo bueno. El Señor me abrió las puertas del infierno para no quedarme ahí dentro, sino para salir de este infierno que tengo internamente”.
Robusto, de más de 1.80 metros de estatura, Juan Francisco Barrera de la Cruz, enfrenta una condena de 27 años por un asesinato que, detalló, no cometió. “Me identifico con Jesús porque, al igual que yo, fue sentenciado injustamente”.
Abofeteó dos veces a Jesús, quien puso la otra mejilla. “Por eso la chingada impunidad, porque uno se deja#, expresó un interno que veía la obra. “¡Cállate cabrón, ten respeto”.
Quienes participaron en la puesta en escena se apegaron al libreto, pero confesaron que fue difícil, y tuvieron sentimientos encontrados; además, se enfrentaron a un público rudo, la mayoría respetuoso, pero con algunos insolentes.
Cuando tocó el turno a Judas, gritaron: “Ahí está la chiva, el borrego”, término utilizado para un delator. En el momento en que Barrabás fue absuelto, pegó un salto del escenario y corrió sobre el pasillo gritando: “¡Soy libre, soy libre”! Un reo atajó: “Sí, pero nomás de aquí a la puerta güey!”.