El escritor mexicano Juan Villoro Ruíz, Premio Herralde en 2004 por su novela El testigo, cuestionó el papel de la diplomacia mexicana ante cuestionamientos internacionales y llamó a que se brinde protección a los periodistas ante las dificultades que enfrentan por los contextos de violencia.
Durante la presentación de su libro: "La tierra de la gran promesa" en la Feria Nacional del Libro (Fenali) de la Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Villoro Ruíz resaltó la importancia de que se deje hacer su trabajo a los periodistas.
"La diplomacia mexicana ha tenido una actuación muy floja durante todo esté sexenio, como si el mundo exterior no existiera y, evidentemente, no se puede menospreciar que el Parlamento Europeo se preocupe por la vida de los periodistas. Me parece que si estamos en el país más peligroso para ejercer el periodismo, el ejecutivo, el presidente no debería estar cuestionando todo el tiempo a los periodistas que es un gremio amanazado, es un gremio que la está pasando muy mal. Entonces, no sólo hay que dejar que los periodistas hagan su trabajo, sino que hay que protegerlos", destacó.
En el Salón Barroco del Edificio Carolino, el investigador mexicano destacó que en su obra aborda temas como la ética periodística y las dinámicas surgidas con el auge de las redes sociales: la divulgación de posverdades, el desmedido poder de los influencers y la viralización de fake news.
Destacó que su libro en realidad es una reflexión sobre como influye el arte en la realidad y cómo esta distorsiona al arte.
Señaló que la historia se centra en un matrimonio de cineastas que huye de la violencia en México hacia Barcelona; un hecho con carácter autobiográfico.
Agregó que el título de su novela que rinde tributo a la última película proyectada en la antigua Cineteca Nacional, en 1982, "La tierra de la gran promesa", un filme de Andrzej Wajda.
El Premio Xavier Villaurrutia resaltó que en su libro, de alguna manera, reflexiona sobre el significado cultural del fuego, ya que su historia inicia con un incendio.
"Aparecen consecuencias personales. Es que la vida psicológica sin duda que está en la novela, que la hace por tanto diferente a una crónica. Empieza como un detonador, un incendio en 1982, con una trama que se desarrolla en 2014", explicó.
Ante académicos, investigadores, estudiantes y público en general, el escritor resaltó la fijación de un personaje secundario con el olor a vainilla y expresó lo difícil de contar un sueño que parezca como tal y sea significativo.
"Esta obra se caracteriza por sus giros en la trama y por presentar elementos de sorpresa (...). Ha sido una pasión que ha estado en mí, he tenido la suerte y la desgracia de escribir guiones. El guionista es el cocinero de un antropófago, estoy convencido", explicó.
CHM