En Santa Ana Nopalucan en el estado de Tlaxcala, un milagro cambió su historia, pues en 1952, el señor Alejandro Ocotero, quien se dedicaba a ser tlachiquero, presenció la aparición del Niño Jesús en "El Cerrito", donde trabajaba el agave. El pequeño se acercó y le pidió que en ese lugar se construyera su casa, un Santuario que llevara su nombre y, a cambio, sanaría a los enfermos, en especial a los niños y fungiría como un guía en los momentos difíciles de los creyentes.
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Como prueba de su manifestación, dejó la huella de su pie y de una cruz marcada en la tierra, mismas que ahora se exhiben en este inmueble religioso dentro de una capilla, que es el punto exacto de su aparición. Desde ese momento, la voz se corrió y todos los fieles creyentes donaron material, imágenes y mobiliario religioso para su edificación.
"El niño le dijo al Alejandro que quería que le construyera un templo, pero Alejandro argumentó no tener dinero para hacerlo. Ante ello, el niño le contestó que por el dinero no se preocupara (...) y efectivamente, cada año vienen personas de otros estados y aportan a la iglesia", dijo el encargado del santuario, René Tepepa, en entrevista para Multimedios Puebla.
Cada juguete que traen a este lugar es por agradecimiento a los milagros que ha hecho el Niño del Cerrito, y todos los pequeños pueden jugar con ellos dentro del recinto, pero no llevárselos. Cuando se cierra el templo los juguetes son acomodados en su sitio y en algunas ocasiones han amanecido en medio en la plancha del Santuario.
En la comunidad son tres imágenes de niños las que han donado como la de "El patrón", "El fiesterito de la comunidad" y el que sale a las fiestas patronales. La lista de espera para cambiarlo en las celebraciones religiosas es de hasta cinco años y sus ropones han cruzado fronteras, ya que desde Japón han traído su vestuario.
CHM