Nohemí Herrera Vázquez, psicóloga de profesión y con una maestría en educación especial y organizacional, un día decidió renunciar a su trabajo y aprender las técnicas tradicionales de las artesanías mexicanas, oficio que le ha permitido, si no vivir con holgura económica, sí con lo suficiente para sentirse plena por el camino elegido. Con el paso del tiempo conformó un centro de exhibiciones y un taller artesanal que le permitió incluir a personas con debilidad visual y a personas con enfermedades crónicas degenerativas, separadas de sus trabajos formales e incursionar en diferentes expresiones de este arte popular.
A sus 40 años de edad, dice que siempre aspiró a encumbrar a los artesanos del oficio y mantener unido lo que nunca termina de hacerse. Entre madera, papel, cerámica, metales y paciencia, los ciegos o sordos que quieren convertirse en artesanos son recibidos en los talleres de la organización “La Ceiba”, donde se abren las puertas a un paraíso de artesanía tradicional, donde se exhiben también principales piezas de artesanos del Estado de México, Ciudad de México y de otros estados que deciden cambiar de residencia para buscar mercados potenciales.
Para esta mujer, de descendencia otomí, dominar las técnicas de las artesanías mexicanas siempre ha formado parte de su vida. Egresada de las aulas de la Escuela de Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes, recrea, promueve y fomenta técnicas con características propias, más populares, otorgadas por los creadores indígenas y con un concepto amigable con el medio ambiente y con una iconografía que muestra a especies en peligro de extinción.
Desde un inicio siempre se ha planteado que es un trabajo de equipo. En muchos aspectos, desde luego que uno interviene de manera personal, en ciertos diseños o trabajos, como el concepto ambiental de la iconografía en las vajillas de peltre u otros objetos elaborados por los alfareros o ceramista. Las vajillas de peltre es una tradición que resurge entre las familias mexicanas, que explotamos como alternativa que se apoya en el mercado típico mexicano. Además, me tocó la transición de horno de leña a horno que funciona con energía eléctrica.”
Precisa: “La mayor parte de mis trabajos son una artesanía porque somos un equipo. Anteriormente trabajé por muchos años con pocas personas. En la actualidad ya somos como 23, que han hecho crecer la organización del taller.
Las artesanías encierran muchas cosas, no nada más el valor estético. Encierran un valor de tipo tradicional, bastante profundo, a tal grado que representa en un momento dado la sensibilidad de un pueblo. Se han creado muchos talleres, con los que se ha enriquecido el mercado mexicano. Muchos de ellos producen cosas también bellas, pero el objetivo es que las artesanías lleguen a todas las familias mexicanas a un precio justo, porque muchos elevamos sus precios debido a que las rentas de locales en ferias y exposiciones cobran tarifas altas que dejan pocas utilidades para los artesanos.
Vivimos bien de la artesanía, en términos de alegría, aunque en muchos casos no es bien pagada; hemos sacado la cuenta y ganamos lo mismo en mano de obra que hace tres décadas, de ahí que surgiera la idea de crear un centro de exposición que permite el trato directo con el productor, con el propósito de eliminar intermediarios, por decirlo de alguna manera. Estamos por reanudar actividades, dice.
“El trabajo de los artesanos tiende a desaparecer, ante la falta de apoyos, el abuso de intermediarios y la comercialización de productos extranjeros, comentó, a pesar de que los artesanos se resisten a dejar la tradición que heredaron de sus padres o simplemente nos educamos para este oficio”, advierte Herrera Vázquez.
Otra causa de que muchas artesanías estén en riesgo; no hay quién suceda a los maestros. “Desde mi niñez escuchaba si quieres ser artesano, pues no, no viven bien, por eso desistí de la idea de aprender técnicas tradicionales para la elaboración de artesanías”.
“Ahora con la pandemia, muchas artesanas dimos el primer paso para convertirse en empresarias, pues más de la mitad de quienes nos dedicamos a esta actividad somos mujeres, que por ende, son las que preservan la cultura”.
MMCF