La vida después de la muerte... o del covid-19 tras el desfile del Día de Muertos en CdMx

Miles de personas acudieron al desfile del Día de Muertos que se realizó sobre Paseo de la Reforma y el Centro Histórico tras hacerse sin público el año pasado debido a la pandemia de covid-19.

Miles de personas disfrutaron del desfile del Día de Muertos sobre Paseo de Reforma. (Alejandra Damiana)
Editorial Milenio
Ciudad de México /

La "Afanadora", la "Blanca", la "Calaca", la "Catrina", la "Desdentada", la "Dientona", la "Flaca", la "Huesuda", la "Muerte", la "Pálida", la "Parca", la "Raya, la "Tilica", la que te tiene encerrado en casa desde que se declaró la pandemia, te saca a las calles este domingo 31 de octubre para celebrar la vida.

Y lo haces junto a miles y miles de chilangos que, desde que amaneció, han tomado el Ángel, la Zona Rosa, la avenida Reforma, Insurgentes, Juárez, Bucareli, Hidalgo, Eje Central, Madero y todo el primer cuadro, hasta por la Merced, calles que en los peores momentos de la pandemia se han visto fantasmales. ¿Y el contagio? Que de eso no te hablen ahorita porque hoy vienes a buscar la vida en la fiesta de los muertos. Y que la Muerte nos agarre vacunados.


Euforia (¿postraumática?). Eso es lo piensas que estás experimentando tú y toda esa gente que te rodea. Pero quién sabe. Lo verás con tu terapeuta. Por ahora, no hace falta preguntarte cuánto habías esperado para crear estas multitudes que se hacen y se rehacen en cuestión de segundos, multitudes que, ya sabemos, son la gasolina del covid-19. “Nos hacía falta distraernos”, te dice una de las chicas que bailan sobre Génova, la calle a la que la alcaldesa intenta frivolizar con pantallas led.

“Hoy, después de mucho tiempo, nos juntamos los amigos”, te dice Freddy Krueger, quien se hace acompañar de una "Catrina" y de un Pinhead. Pennywise no viene con ellos. Él nomás fue a pedirle prestado a su amigo el traje de payaso, se disfrazó, se vino al desmadre, y ahora le están tomando fotos. “Ando desempleado, pero hoy me repongo”.


Los vendedores ambulantes y los comercios también se reponen. La señora que vende elotes y pepinos, que viene desde Neza, que tiene cuatro hijos pequeños y que el último año ha vendido mazapanes en la calle, ya sacó lo de su inversión y lo que siga es pura ganancia. “Me voy a ir hasta que pase la última persona, hay que aprovechar”. La funeraria Gayosso también busca aprovechar y ha colocado un quiosco sobre Reforma para vender planes preventivos. “Todos los que vienen sin cubrebocas son nuestros posibles clientes”, te dice Santiago, el vendedor.

Mientras te integras a las hordas y caminas sobre Reforma, pasando por los memoriales y anti monumentos que exigen justicia en los feminicidios, donde la muerte deja ver algo figurativo, piensas en cómo el mexicano le da vuelta a las penas y en cómo trata de dignificar la muerte.


Por lo mismo, piensas que, después del horror, ¿por qué no disfrazarse de "Tifanny", de "Jason Voorhess", del "Cadáver de la Novia" o del "Guasón"? ¿Por qué no disfrazarse con cualquier parafernalia del Juego del Calamar? No le hace que las versiones de la "Muñeca" con las que te topas sobre Bucareli y Reforma, sean versiones decadentes.

Y no importa porque hoy viene uno a encontrarse con sus muertos. Tú te encuentras a tu último muerto, a tu viejo, en esa esquina donde tantos años trabajó. Lo ves reflejado en el espejo de un auto. Le dices que ya le pusiste suficientes velas en el altar de muertos para iluminar su camino. Que ya tiene su cempasúchil, que hoy es de naranja epiléptico. Le dices que lo extrañas.


Después te dejas llevar por el gentío, gentío que no habías visto ni cuando ganó el Cruz Azul y salió hasta la raza que no les gusta el futbol. Gentío que le hace bola al merolico, al mago, a la señora de los tacos o al Joven Manos de Tijera. Gentío que hace filas para el cajero automático, para el Salón Corona, para las hamburguesas. Gentío que cruza por Eje Central, como compitiendo con la calle Shibuya, en Tokio, la calle más transitada del mundo. Gentío, pues, sonriendo hasta la muerte.

Las noticias hablan de 300 mil asistentes, pero si a ti te dicen que asistieron un millón, lo creerás. Como creerás que el 31 de octubre del 2021 no sólo fue ese día en que nuestros muertos pidieron permiso para visitarnos. También fue el día en que algunos habitantes de Ciudad de México pensamos en que habíamos triunfado (aunque, en el fondo, sabíamos que no).

dmr

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