Entre los ritos funerarios, los ataúdes representan ese espacio de seda donde reposan los restos de los difuntos, como una forma de protección y velación en caso de ser sepultados, sin embargo, al paso del tiempo estas cajas han sufrido una serie de cambios en sus materiales, pero también en sus dimensiones, aptos para soportar cuerpos de más de 200 kilos.
Hay alrededor de siete tipos de maderas utilizadas para crear ataúdes, entre los que está el pino, caoba, encino o el roble.
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Aunque en la región no hay industria de fabricación de ataúdes de madera, hay establecimientos que elaboran y exportan ataúdes de todos los tamaños, incluso aquellos que exceden las dimensiones de lo convencional, tal es el caso del ataúd que mide por dentro dos metros de largo, un metro de ancho y otro más de alto incluida la tapa.
Al norte del municipio de Gómez Palacio se ubica una fábrica de ataúdes de lámina que elabora hasta 80 piezas diariamente.
Con todos sus procesos de fabricación divididos por sectores, se dedican a elaborar los ataúdes con acabados de la mayor calidad posible, digna de cualquier persona que se deposite para el resguardo de sus restos bajo tierra.
“Aquí fabricamos un ataúd especial, uno que nos piden mucho a la frontera con Estados Unidos y que mide un metro de ancho, porque lo común es que midan alrededor de 63 centímetros de ancho centímetros por dentro y alrededor de 1.90 metros de ancho y 60 centímetros de alto. En el caso de la caja que tiene un metro de ancho han metido cuerpos de hasta 240 kilos”, compartió Iván García, encargado de la fábrica Gama.
Estructura, colores y fechas de mayor demanda
Un féretro de metal está compuesto por 13 a 15 piezas, las principales: el piso, que es la parte que sostiene la base, el casco y la tapa, parte larga que se divide en dos partes, una de ellas es el marco, que por lo regular va decorado. Además, por los costados se agregan de adorno los herrajes y la barra que sirve para maniobrar la caja.
Por fuera su estructura es de lámina reforzada y moldeada con acabado liso además de pintura automotriz que le da un brillo que denota la calidad en su proceso de creación.
Por dentro lleva un tapizado de poli seda y terciopelo, que se rellena con material de absorbencia y se recubre con un plástico para evitar el derrame de algún líquido y evitar olores.
Respecto a los colores más usuales en la región, el especialista apuntó que, mientras que en el sur del país son más solicitados ataúdes de colores más llamativos como el rojo, verde, rosado o con brillos, en el norte de México piden colores más sobrios como el gris oxford, plata, blanco o el azul.
Iván García asegura que la temporada invernal es la etapa donde más solicitan de su producto, posiblemente debido a que aumentan las enfermedades respiratorias, así, la temporada mayor de los fabricantes de féretros está entre los meses de diciembre y febrero.
“Es en la temporadas invernal como diciembre-enero cuando más producción se necesita y mayor demanda se tiene, y la época de menor demanda es en tiempo de calor”, añadió el encargado.
En tanto, los precios de los insumos aumentaron considerablemente tras la pandemia y han tenido que adaptarse a una nueva normalidad, la inflación pegó directamente en los costos del metal y la pintura, sin contar la madera con la que se fabrican algunos ataúdes.
Don Norberto lleva 35 años fabricando ataúdes
El señor Norberto Varela es un especialista en la creación de ataúdes, un oficio que le ha dejado enseñanzas y satisfacciones que le da su trabajo, ya que fabrica cada producto tal como le gustaría que fuera su espacio para descansar eternamente.
“Es un oficio que te apasiona, para hacerlo tiene que gustarte. Esto me ha dado muchas satisfacciones porque ayudas a mucha gente y se hacen ataúdes para todos los niveles, sin discriminar a nadie. Sabemos que no se trata de un simple ataúd, es algo que además encierra sentimientos”, reconoció.
Han sido ya 35 años de darle forma al espacio final que resguarda los restos de seres queridos hasta que el tiempo y la tierra hagan lo suyo.
Más de tres décadas de tener en mente la posibilidad de que esté fabricando la última morada de algún familiar, alguien cercano, incluso de él mismo.
“Quienes creamos ataúdes nos preocupamos mucho por la calidad. Yo no sé si cuando este cajón esté listo, tal vez sea para mí, no sabemos si ese féretro que se está armando ahorita, es para algún familiar... Con nuestro producto buscamos evitar que la gente diga ‘así mero, ya después de tres puños de tierra ya no se ve’, por lo cual aún hay muchísima gente que decide enterrar a su familiar sin ataúd", notifió.
No sólo fabrica ataúdes de tamaño estándar ni especiales como los de dos metros de largo y uno de ancho, sino que además empezó con la fabricación de ataúdes para niños, algo que lo marcaría mentalmente al imaginarse aquellos cuerpos de menores con toda su inocencia que ocuparían esos pequeños cajones.
Los ataúdes infantiles se dividen en etapas, con medidas de 60, 90, 120 y 150 centímetros de largo.
“Cuando empezamos a fabricar ataúdes infantiles, para mí fue un tormento, ya que soñaba mucho a niños muertos y me despertaba a media noche. Desde el momento que empiezas a diseñar el cajón te pones a pensar sobre niños que mueren, eran pensamientos que me llevaba a mi casa, así estuve por casi un año, pero no dejé de hacerlo porque resulta una necesidad”, narró.
Don Norberto Varela afirma que han pasado ya 35 años desde que empezó a diseñar y crear ataúdes, a sus 60 años dice que no ve la hora de su retiro, ya que considera que su labor resulta una necesidad para la comunidad lagunera.
Su origen e historia
La palabra “ataúd” proviene del árabe at-tābūt que significa cajón o cofre, en el que se deposita el cadáver para protegerlo en su exposición, transporte y entierro.
Algunas culturas de la antigüedad depositaban el cadáver en una tarima para que quedara expuesto a los elementos y en otros casos, como aún se hace en la India, se incineraban.
En otras culturas se utilizaban envolturas con forma de fardos funerarios o esteras vegetales, con el fin de resguardar el cadáver.
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