Lengua otomí agoniza en Ixtenco; quedan solo 300 hablantes

Edición Fin de Semana

La migración provocó que haya menos hablantes; a través de acciones sociales se busca fomentar la identidad.

Artesanías y sabores buscan rescatar esta lengua originaria en México. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

Pobladores de San Juan Ixtenco, mejor conocido como el último bastión de la lengua otomí en el estado de Tlaxcala, lamentan que derivado de la migración se pierdan sus tradiciones, entre ellas el uso de este idioma, el cual está considerada como una de las lenguas nacionales en peligro de extinción. Se estima que en la comunidad, actualmente, solo 20 por ciento de adultos mayores y 8 por ciento de menores de edad hablan otomí.

En 2015, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía documentó que en Ixtenco solo había 736 personas hablantes de la lengua yühmu, o como los nahuatlatos la conocen como otomí.

Antonia Angoa Tzoni, promotora cultural e integrante de una cooperativa productora de artesanías, indicó que en 2020 quedaban, al menos, 300 hablantes en esta localidad, que en enero pasado cumplió 489 años de su fundación, por lo que se convirtió en uno de los municipios más antiguos de la entidad.

Artesanías y sabores buscan rescatar esta lengua originaria en México. (Andrés Lobato)

De acuerdo con el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), el pueblo otomí es el tercero más grande asentado en Tlaxcala, pues hasta 2020 tiene mil 212 personas. En coordinación con el comité Hmunts´i Hyäki", a través de murales representativos de la escritura e iconografía del otomí, se busca que los infantes aprendan esta lengua.

Angoa Tzoni explicó que a pesar de que las autoridades locales pusieron en funcionamiento dos escuelas de educación indígena, entre ellas la Bimi Manandi Yu”Mu”, se ha reportado pocos avances para que las nuevas generaciones tomen importancia a sus costumbres, tradiciones y saberes locales. Explicó una parte importante de jóvenes parten de Ixtenco para cursar la universidad, “y ahí se pierde (que hablen), porque sale”.

Aseguró que los adultos que dejan el terruño lo hacen para asentarse en entidades, como Querétaro y Estado de México, por lo que se rompe el vínculo con sus raíces, en especial, como hablantes del otomí.

Empero, resaltó que el municipio se ha caracterizado por la defensa y protección de las 17 variantes del maíz que se dan en la región, principalmente, del criollo: “Entre las variedades están el cacahuazintle, el azul, el morado, el crema, el coral, el gatito, el rosado, el cuchuco, el palomero, el negro. Hay una infinidad por la mezcla que se da”.

Anunció que otras de las tradiciones que se han mantenido es la realización de la Feria del Maíz, misma que se celebra cada el Domingo de Ramos; y la fiesta de su santo patrono san Juan Bautista, “en la que se hace un desfile y la fiesta dura ocho días, en los que se puede comer el mole de Matuma, tradicional de Ixtenco, y el atole morado”.

Precisó que se conoce como mole de matuma o de ladrillo por su característico color, entre cuyos ingredientes para su preparación están el chile guajillo, clavo, canela, masa, cilantro y carne de res.

En tanto, el atole morado o agrio, muy común los fines de semana, se hace luego de la fermentación del maíz morado, “o negro, como le llaman, que lo dejan fermentar una noche y al siguiente día se muele y se le da el cocimiento con panela”.

Artesanías y sabores buscan rescatar esta lengua originaria en México. (Andrés Lobato)

Vestidos con orgullo

Antonia Angoa manifestó su beneplácito porque a pesar del poco reconocimiento al legado e identidad a la que pertenecen, en los últimos años se ha dado entre los jóvenes el consumo de las vestimentas típicas, que de manera artesanal realizan las mujeres de la comunidad.

Indicó que a los jóvenes les atraen los bordados denominados de pepenado que se realizan sobre manta cruda o de color, mezclilla y manta corrugada, así como en popelina: “El hilo es de algodón”.

Respecto a estas prendas, dijo que las figuras toman de 15 a 20 días de bordado, al ser las águilas lo más laborioso, pues tardan hasta un mes.

Resaltó que las artesanas de Ixtenco, población ubicada a las faldas de La Malinche, a unos tres kilómetros de distancia de su asentamiento prehispánico, retoman las imágenes que desarrollaron sus ancestros, quienes se inspiraron en este volcán para realizar sus bordados.

“Se guiaban por lo (que veían) de La Malinche, son animales, águilas, venados, perritos, flores, grecas. Hay mucha variedad”. Respecto al costo de estos productos, apuntó que puede ir desde los 750 a los 2 mil pesos.

Asimismo, informó que entre los productos que comercializan se encuentran los bordados en pepenado y chaquira, figuras en hojas de maíz y bisutería en semillas, así como semillas.

Artesanías y sabores buscan rescatar esta lengua originaria en México. (Andrés Lobato)

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