Sabina acomoda la manta que tiene sobre sus piernas, así como el suéter que la cubre para arroparse del viento mientras ofrece alegrías de amaranto, chocolates, galletas, tamarindos y cigarros sueltos, productos que vende para subsistir, sobre todo ahora que el Covid-19 decidió ingresar a la Bella Airosa y, por ende, dejarla sin atender su puesto en el Parque Hidalgo.
Esa esquina es como su hogar, “todo el centro histórico de Pachuca”, ya que desde pequeña, “mis padres nos enseñaron a mis hermanos y a mí, desde chiquitos, a vender para buscar el pan de cada día”, dice, mientras su memoria le pasa un rollo de momentos que pasó recorriendo cada calle para obtener el sustento de cada día, y sabe que “es la primera vez en los 78 años que tengo de vida que me cierran el puesto, allá en el parque, en donde los juegos se mantienen cerrados y no pasa gente ya”.
Nunca ha tenido descanso, “y mucho menos ahora con eso del virus ése, porque ahora hay que vender en esta esquina, si no, no como y no junto para mi renta”, dice, mientras confiesa que paga mil 700 pesos mensuales para tener un techo, además de la comida, pero ella pidió que la dejaran trabajar, “si no, ¿de qué como?”.
Asegura que no le da miedo el Covid-19 y reafirma que no se enfermará ya que lleva una vida sanándose con hierbas, además de tener confianza en Dios, ante estos casos que vive el mundo, México e Hidalgo.
“Veo gente a la que sí le da miedo, de mente débil, se han espantado mucho, pero a los años que tengo no me espanto, porque solo Dios sabe cuándo nos toca, él decide cuál es nuestra hora y ni decir que no, porque él es el verdadero gobernador”.
“No me da miedo, pero le voy a decir a usted una cosa: todos nosotros hemos sufrido enfermedades pero si nos ponemos a las vivas, ya sea con medicina casera o herbales, nos cuidamos, pues nos curamos”, expresa.
En la reflexión que hace, mientras mira pasar los autos por la avenida Guerrero, dice que el coronavirus pasó a perjudicar más a las personas necesitadas, a las que viven al día y no se pueden dar el lujo de mantenerse en casa para evitar la propagación del Covid-19, tal como lo ha solicitado la Secretaría de Salud federal.
“Me pongo a pensar que para los ricos es posible pasar este dilema del virus ese porque tienen su sueldo, ganan, no se preocupan de nada, pero a mí sí me duele que nosotros los pobres son los que estamos cargando más duro esta situación”.
“En ratos me da tristeza pensar en todo esto, porque los ancianos como yo, pues ya no pueden trabajar y hay casos en que los hijos los explotan, pero nosotros debemos trabajar, porque por ejemplo, yo pago renta y si tengo una ayuda con lo que me da el gobierno, pero no es para pagar una renta de mil 700 mensuales y de ayuda me dan 2 mil 500 cada dos meses”, dice, mientras frota sus manos, que expresan el tiempo y el trabajo que ha realizado por más de 70 años.
En este pensamiento, que va dictando al viento que pasa y despeina su cabello lleno de canas, platica que los momentos más importantes para ella es que no es invisible, “porque han pasado gobiernos, diputados y senadores a lo largo de mi vida y todos saben que yo trabajo, que me gusta hacerlo y amo lo que hago”, expone.
“Fíjese, el Día de las Madres luego el gobernador, Omar Fayad me dio un regalito y le doy gracias a Dios y a ellos que me han dejado aquí y si lo ve, dígale que le mando mil saludos, a mi gobernador y a los secretarios que siempre que pasan, me saludan”.
“Uno que otro me han hecho el favor de regalarme para mi pancito, no me quejo, pero sobre todo al gobernador, que no me ha desamparado evitando que me quiten de mi lugar”, expresa.
Dice que, a pesar de que le han dicho que debe irse a casa, que se ubica en la colonia Cubitos, ella ha manifestado que no se irá y que pide que la dejen, a pesar de que está consciente de que el Covid-19 está presente en el estado.
“Toda mi vida he trabajado, he estado en la calle, conviviendo con la gente, no podría hacer la cuarentena, porque mi vida y mi felicidad está en la calle y tengo fe en Dios que de esto que pasamos me va a cuidar.
“Soy más feliz mirando a las personas en la calle, tengo más alegría, y en mi casa sólo estaría pensando en que no me alcanzará el dinero para la renta y en pagar todos los gastos, porque tengo que vender todos los días para subsistir”.