Ricardo sueña con ser chef de día y bombero de noche. Le gustan los juegos de mesa y el futbol. Su platillo preferido es el arroz y los tamales. En el hogar le ayuda a su mamá a barrer, regar las plantas y tender la ropa; mientras que en la escuela ya aprendió a escribir. Tiene 5 años de edad y nació con albinismo tipo 2.
Angélica es su madre. Ambos radican en el municipio de Palmar de Bravo, donde como él radica otra menor que tiene su misma condición genética.
Aunque la profesora de nivel media superior, de 33 años de edad, intentó un acercamiento con la madre de la niña, nunca han podido jugar juntos ni conocerse.
Respecto a Ricardo, cuenta que su albinismo no es tan severo. “Su cabello no es blanco ni su piel es tan blanca. Su cabello es muy rubio y tiene un poco de pigmentación, no es como el tipo uno que sus ojos son color violeta, en ocasiones rojos, y el cabello y la piel más blancos. Ellos tienen los ojos azules grisáceos y el cabello rubio o dependiendo un tono más oscuro o más claro, pero rubio o amarillo”.
Lamenta el desconocimiento y tantos mitos que prevalecen sobre esta condición, así como al hecho de que algunos lleguen a ser irrespetuosos.
“Me he encontrado gente que se le queda viendo o me pregunta que si su papá es así o hay gente más grosera. Una señora me paró en el mercado y me preguntó muy imprudente: ‘Su hijo está muy blanco, parece un cerdito’. Entonces sí me molestó, pero como era una señora de la tercera edad solamente me fui y no le dije nada”.
Comenta que al principio sentía molestia pero al paso del tiempo entendió que es “gente curiosa” y que solo desean saber por qué es así su apariencia.
“Ahora se le acercan y me preguntan y les explico. Pero depende, si noto que va a escucharme le explico y si no, nada más les doy por su lado. Si me dicen que es hijo del sol, les respondo que no es hijo del sol, él es el sol. Solo de esa manera. Me río y lo tomo por el lado amable. A veces darle a la gente tantas explicaciones es en vano”.
Narra que a su menor, quien cursa el preescolar, al principio lo segregaban. “No querían jugar con él. Pero hablé con la maestra y me explicó que al cambiarlo de grupo aún no se integraba pero después se integró y ya tenía amigos”.
Expresa que por su parte ha tratado de inculcarle seguridad y que sea sociable, “que su condición no sea obstáculo para que se desarrolle de manera normal”.
Añade que le ha dejado en claro que en la sociedad todos somos diferentes y que hay más gente como él.
Presume su esmero para proteger la piel del infante. “Le mandan cremas y protectores. Tiene que usar una pantalla solar y no exponerse en las horas de más intensidad, por ejemplo, al mediodía. Lo llevo al oftalmólogo y tiene que acudir con especialistas por su baja visión”.
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