Fátima Varinia hoy cumpliría 22 años, probablemente sería una destacada estudiante universitaria en alguna Facultad de Medicina, pues su sueño era curar enfermedades, pero esos sueños fueron truncados el 5 de febrero de 2015 cuando apenas tenía 12 años y fue privada de la vida por dos menores de edad y un adulto en una zona boscosa del municipio de Lerma, Estado de México.
Por ello, su madre inició una lucha para buscar justicia, justicia que – dice – llegó a cuenta gotas y aunque los responsables ya fueron sentenciados, nada regresará la felicidad a la familia, ya que incluso su hijo Daniel fue una víctima colateral del feminicidio de Fátima.
El rostro de Lorena, madre de Fátima, luce cansado, pero su corazón la motiva a seguir luchando, a recordarles a las autoridades las deficiencias de los ministerios públicos, la obstaculización para encontrar justicia y las carencias de los mecanismos de protección a las familias, de lo cual afirma ser víctima y testigo.
Hay dos fechas que quedaron marcadas en ella, una de ellas fue el 4 de junio de 2002 cuando nació Fátima, una bebé que llenó de luz un hogar que ya de por sí era feliz; Fátima creció junto a sus padres y sus hermanos en la comunidad de Lupita Casas Viejas, municipio de Lerma, zona que era tranquila hasta el último día de vida de esa pequeña.
A su corta edad Fátima era amante de la lectura, el poema Margarita Debayle, de Rubén Darío, era su favorito, adoraba que su madre lo recitara para ella; además, desde muy pequeña ya tenía un sueño, era ser doctora para poder curar enfermedades y mantener con salud a sus familia.
Siempre nos decía, "Yo voy a estudiar medicina porque yo los voy a curar a ti y a mi papá para que siempre estén conmigo", recuerda Lorena.
Sin embargo, ahí entra la segunda fecha, la más desagradable, ya que el 4 de febrero de 2015, cuando ya tenía 12 años y regresaba de la secundaria, fue interceptada por tres sujetos que la llevaron por la fuerza al interior del bosque y ahí la privaron de la vida con extrema crueldad; sus sueños fueron truncados.
"Yo sé que ese jueves 5 de febrero mi hija lo único que quería era llegar a casa, hacer sus tareas, ver a su hermano Daniel, a sus sobrinos, a su papá y a su mamá".
La justicia demoró, pero los tres ya fueron sentenciados, uno de ellos solo pasó cinco años en el Centro de Internamiento para Adolescentes Quinta del Bosque”, en Zinacantepec, ya que participó en el crimen cuando todavía era menor de edad; Luis Ángel Atayde Reyes fue condenado a 73 años de prisión; José Juan Hernández Tecruceño, quien era el mayor de los que participaron fue sentenciado a prisión vitalicia, pero busca ampararse ante la autoridad judicial federal, razón por la que Lorea sigue en pie de lucha.
“Hoy estoy aquí exigiéndole al Poder Judicial Federal que no le otorgue el amparo al asesino de mi hija”, recalcó.
El tormento no ha dejado a la familia, incluso en 2020, cuando ellos fueron desplazados a Nuevo León por las amenazas que habían recibido presuntamente por familiares de los responsables, Daniel, hermano de Fátima, murió al no poder acceder al sistema de salud de esa entidad, de ahí que apuntan a los mecanismos de protección de ser ineficientes.
kr