Sus manos de altarero lo llevaron a exponer en el Museo Británico de Londres

El altar tuvo una dimensión de 4 metros por 5.50 metros de altura. Se empleó la fachada del museo como fondo y portó el retrato del médico y naturalista, quien donó su colección privada al Estado británico en 1753.

Menciona que a él le contactaron gracias a la intervención de una escritora británica. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

En la casa de Pascual Eugenio Reyes Eustaquio, ubicada en el municipio de Huaquechula, Puebla, la conmemoración del Día de Muertos se celebra, aunque ningún difunto hayan reportado en el último año, tal y como se acostumbra en esa demarcación.

Lo hace en memoria de sus seres queridos que ya partieron y para mostrar sus atributos como altarero, labor que le permitió en el 2008 montar un altar en el Museo Británico de Londres, el cual estuvo dedicado a su fundador, Sir Hans Sloane, y en exhibición durante seis meses.

“Formó parte de la celebración de los 250 años del Museo Británico y se fue a hacer una exhibición hasta allá y fue fuera de la tradición”.

Narra que fue en abril del 2008 y solo acudió él, ya que el costo era muy alto para que le acompañaran.

Ese altar tuvo una dimensión de 4 metros por 5.50 metros de altura. Se empleó la fachada del museo como fondo y como todos los altares de Huaquechula, este portó el retrato del médico y naturalista, quien donó su colección privada al Estado británico en 1753.

“Ese museo tiene al frente un Partenón. Se hizo uno (en el altar) no igual pero sí parecido. Estuvo en la entrada y me parece que duró seis meses la exposición”.

Aclara que en esa ocasión no fue por la paga, ya que esta fue simbólica, “fue una gratificación porque vamos con la intención de llevar la cultura y no es precisamente un costo que se origine sino la voluntad de lo que ellos quieran darnos y que nos paguen los viáticos, más que suficiente y bien”.

Menciona que a él le contactaron gracias a la intervención de una escritora británica quien en reiteradas ocasiones ha visitado Huaquechula para hacer libros sobre las ofrendas. “Ella fue el medio para ir a Londres por medio de la Secretaría de Turismo”.

Cuenta que desde los 13 años de edad inició esta práctica, la cual ha seguido durante los últimos 43 años.

“No es un oficio, es una tradición hereditaria desde el abuelito, el papá, ahora yo y luego mis hijos, que están aprendiendo a hacer los altares”.

La instalación del altar inició el pasado lunes y él asegura que en menos de 48 horas estará listo, junto con el resto de los elementos que conforman la ofrenda.

“Tengo dos hijos y ellos, también me ayudan. Ellos van aprendiendo”.

En esta comunidad la bienvenida a los Fieles Difuntos empieza desde el 28 de octubre, cuatro días antes de la celebración de Día de Muertos.

A las 14:00 horas del 1 de noviembre las familias que montaron altar se reúnen en su respectiva casa a esperar el repique de campanas de la iglesia que anuncia el arribo de las ánimas, las cuales son guiadas por caminitos de flor de cempasúchil dispuestos desde la base del altar hasta la mitad de la calle. Igualmente se sahúma con copal e incienso hasta la ofrenda.

“Es una tradición prehispánica, que hoy en día se ha tomado por nuestra fe, el catolicismo, pero realmente es ancestral. Entonces, no hay duda que conservamos las raíces. Simplemente se van modificando los altares al paso del tiempo y los días a manera que la gente nos entienda qué es lo que queremos expresar”.

Desde la época prehispánica los habitantes de este sitio tenían la costumbre de hacer ofrendas a los muertos, que incluían comida y utensilios que los acompañarían en el trayecto después de su muerte.

Con la llegada del catolicismo se produjo un sincretismo religioso, en el que las tradiciones de los pueblos originarios y las de los españoles se amalgamaron y surgieron así ofrendas monumentales, que en sus inicios llegaron a tener entre cinco y nueve niveles, en reminiscencia al Mictlán, el inframundo de los mexica. Desde entonces y hasta la actualidad, se utilizan solo colores claros, y no el morado y el negro, símbolos de luto para el culto católico.

Al año varia la cantidad que monta, “Quince, diez, ocho (…) No es difícil, lo que uno hace es tratar de representar los tres niveles como ancestralmente se tenían, tierra, aire y cielo. Hoy en día es tierra, inframundo y gloria”.

Respecto al cobro, da a conocer que va de los 5 mil pesos, si es en la cabecera de su municipio; y fuera de esta dependerá del espacio que le soliciten cubrir. Dos días es el promedio que solicita para montar el altar.

Aunque asegura que este año diseñó nuevos elementos, prefiere no darlas a conocer. “Lo nuevo no está aquí. Nosotros somos participantes en la región. Nos invitaron por Huejotzingo y allá está algo de lo nuevo, pero no lo podemos compartir porque es personal. Por allá estamos y es como lo he dicho siempre, como las palabras del creador, ‘Nadie es profeta en su tierra’, y mejor acudimos a otros lados donde nos invitan. Es mejor llevar la cultura y que se extienda”.

Respecto al monto que destinan los familiares de una persona que falleció para montar su altar, explica que depende. “Si esta fue conocida sí se lleva un buen billete, digamos unos 60 a 70 mil pesos en términos generales; y si fue menos conocido, unos 30, 35 mil pesos”.


ARP

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