La actividad lúdica es parte de la cotidianidad de la niñez y en ella se ven las huellas de las violencias del entorno que son normalizadas, advirtió Itzel López Nájera, coordinadora de Maestrías en Educación del Departamento de Humanidades de la Universidad Iberoamericana Puebla.
En el marco de la coyuntura de violencia en México y, en particular, en algunas regiones específicas, es común que los niños jueguen a que son integrantes del narcotráfico, la migra o el crimen organizado.
“La introyección de un entorno violento en forma de un juego inocente reconfigura la subjetividad de lo que es permisible y lo que no. Esto define a los sujetos a mediano y largo plazo, por lo que, insiste la experta, es importante intervenir de manera temprana”, apuntó.
Resaltó que, desde casa, donde se presentan diferentes complicaciones entre los integrantes de una familia, se puede contribuir a afrontar, prevenir y erradicar las violencias estructurales que se viven en México.
“Si bien son pertinentes las aproximaciones donde se considera a los niños como víctimas de violencia física, sexual o emocional, es importante poner el acento en cómo los niños reproducen estas violencias en sus prácticas cotidianas”, explicó la investigadora.
Señaló que, de alguna manera, los menores de edad están introyectando y subjetivando las violencias estructurales en contextos igualmente violentos en los contextos en los que se desenvuelven, ya sea en su barrio, su ciudad o su país.
Comentó que en conjunto con la investigadora Rocío Estrada Hipólito, la Ibero Puebla trabaja en un proyecto en el que se buscan observarla forma en la que los infantes son ejecutantes de comportamientos sociales que, de una forma u otra, reflejan sus percepciones del mundo.
“Más allá de verlo como el acoso escolar, queremos detectar las violencias en los juegos, que es el momento en el que se expresan de manera más natural con sus congéneres”, destacó la investigadora.
Señaló que están planteando nuevas ramas de indagación que contemplan incorporar instrumentos en línea para determinar la forma en la que juegan los niños durante el encierro generado por la emergencia desencadenada por el coronavirus.
“En el contexto nacional, la dinámica de lenguaje a la que nos hemos acostumbrado y la necesidad que tenemos de desnaturalizar esa forma en la que verbalizamos el mundo y que en los niños es muy evidente”, explicó López Nájera.
Por último, destacó que los menores no sólo están sujetos a un ambiente violento, sino que son víctimas; mientras que las microviolencias hacia las niñas se dan desde los roles de género en los juegos hasta agresiones más graves.
“La marginación y exclusión estructural a nivel barrio configura el mundo cotidiano del infante de manera inmediata en sus relaciones con otros niños”, finalizó.
LEE