El venezolano Roberto Canizalez dice que la muerte empezó a rondar desde que él y su familia, junto con otros compañeros, cruzaron Panamá por la selva. Hoy está postrado en una cama del Hospital General de Torreón: la madrugada del lunes 18 de septiembre pasado intentó subirse al tren para continuar su camino hacia la frontera con Estados Unidos, pero se resbaló y han tenido que amputarle el tobillo derecho.
Canizalez, de 35 años, recuerda que esa madrugada él, su familia y sus compañeros estaban en el patio de Ferromex, a punto de trepar de nuevo al vagón donde venían subidos desde Veracruz.
“Todos habíamos conseguido comida y agua; teníamos todo para subirnos al vagón donde veníamos, pero uno de nosotros no había regresado de comprar sus víveres y fuimos a buscarlo. A los 15, 20 minutos lo encontramos. Nos regresamos de prisa para alcanzar el tren, que ya estaba en movimiento. Me agarré mal y me resbalé. Caí debajo del tren y pasó lo que tenía que suceder”.
El caso de Canizalez es uno de los siete accidentes que este año ha atendido el Centro de Día para Migrantes “Jesús Torres”, ubicado al oriente de Torreón. Dos sucedieron esta semana: la de un migrante al que tuvieron que amputarle un dedo y el percance de Canizalez.
Concepción Ramírez, coordinadora operativa del Centro, cuenta que entre los siete casos hay dos migrantes fallecidos y otros cuatro han requerido hospitalización para mutilarles alguna extremidad.
“Estamos ante la mayor oleada de migrantes y es lógico que ocurran más accidentes”, dice. “Los accidentes nunca van a faltar, desgraciadamente. Algunas personas desconocen los movimientos que hace el tren y otras se confían”.
Ramírez dice que cuando el migrante que viaja solo sufre un accidente y resulta lesionado de gravedad, generalmente deciden regresar a su país con apoyo de organizaciones como Cruz Roja Internacional o por medio de las embajadas. No sin antes acompañar a la persona en su proceso de recuperación, además de brindarle atención psicológica y tanatológica para enfrentar su nueva realidad.
Canizalez viene acompañado de su familia y quisiera no desistir de su periplo a Ciudad Juárez para cruzar a Texas, en donde ruega que ya estén los compañeros con los que salió desde Venezuela.
“Me encantaría seguir porque las condiciones en las que se encuentra Latinoamérica no es viable”, se queja Canizalez. “Por ahora tengo que esperar a que me digan si no tengo infección, porque me dijeron que podría perder toda la extremidad hasta la cadera y en esas condiciones ya sería más difícil cruzar a Estados Unidos”.
Alfredo Díaz, coordinador médico en turno del Hospital General de Torreón, cuenta a MILENIO que el estado de salud de Canizalez es estable, pero delicado, y que requiere de otra cirugía. “El paciente tuvo una amputación parcial traumática por el machacamiento del tren. Por ahora está libre de infección, está cubierto con antibiótico, pero hay cierto riesgo desde el momento de estar en un hospital y él estará todavía un mes más”.
Mientras tanto, centenares de migrantes están a la espera de que la empresa ferroviaria Ferromex reanude las corridas del tren de carga, las cuales suspendió al día siguiente del accidente de Canizalez. Ramírez cree que entonces volverán a recibir a personas mutiladas.
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