Un sentido del olfato singular y el gusto por los aromas llevó a Mónica Pimienta a poseer una de las colecciones más grandes en el mundo de perfumes miniatura.
Cada frasco en su colección de 3 mil 711 piezas representa una historia, desde los que ella misma decora, hasta la pequeña botella en vidrio azul que tardó 15 años en encontrar tras verla publicada en un libro especializado en aromas.
En entrevista para MILENIO Puebla, la joven compartió que a partir de un pequeño frasco de perfume “Anaís Anaís” que recibió a los once años como un regalo de familia, descubrió su gusto por las fragancias.
Comenzó su colección en pequeñas repisas, pero gracias a contactos en diferentes partes del mundo; a sus viajes por países como Francia, China, Turquía, Egipto, Australia, España o Estados Unidos; regalos de familiares o conocidos, el número de fragancias creció.
Ahora cuenta con pequeños perfumes de más de 150 marcas, los cuales, se encuentran exhibidos en grandes vitrinas en un espacio al interior de su casa.
“El perfume número uno de la colección llegó a mis manos en 1988, mis papás me lo dieron como regalo. Desde pequeña, me nació el gusto por coleccionar cosas. Llevo más de 35 años con esta pasión o gusto por los perfumes”.
Uno de los más característicos en su colección la denominó “Momoochas”, esencia que ella misma elaboró cómo un homenaje a su madre, en un viaje que realizó a las Bahamas.
“Mi mamá murió hace doce años y sigo recordando a qué huele. Es un tributo a ella. Es muy fresco, tiene notas cítricas, notas a limón eureka y mandarina. Es muy especial, se llama como yo le decía a ella y fue muy emocionante poder hacerlo. Cuando llegué al perfume número mil 900 de la colección, comencé a dedicarle un perfume a cada integrante de mi familia”.
Cada frasco miniatura en su exhibición cuenta con una etiqueta, ya sea de la marca, el número de perfume, país o fecha en que lo adquirió.
En la colección es posible encontrar envases de diferentes formas y materiales, tanto para hombre o mujer, hasta fragancias para mascotas.
Para Mónica, su colección no solo se caracteriza por los aromas que mezclan aceites con notas cítricas o florales, sino que cada uno evoca a un lugar o conlleva una historia.
“Me gusta oler. Claro que tengo una sensibilidad muy grande. Con oler una copa puedo saber si te pusiste o no perfume. Es algo que disfruto. Tengo mucha facilidad para encontrar cosas muy puntuales, me es muy fácil encontrar el aroma. La gente me dice que cómo adivino, pero no adivino, huelo. Lo que nos sucede a todos es que olemos algo y nos vamos a la emoción, a lo mejor olemos a caramelos y nos vamos a cuando éramos niños, nos vamos a las emociones. Hay perfumes que los he buscado más por la botella que por aroma”.
El gusto por los perfumes es una afición que combina con actividades que también la definen como experta en el mundo del vino, sommelier.
“Los aromas me saben a recuerdos. Me hacen viajar, me hacen recordar varias cosas, me hacen sentir. Me gusta que todo huela. Por mi profesión ya no puedo usar perfume, porque no puedo estar catando con perfume. Los profesionales en el mundo de los perfumes se llaman nariz, se debe tener de cierta sensibilidad. Hay unos aromas que te marcan para toda la vida. Hay aromas que me recuerdan cosas en especial y, entonces, podría saber a qué huele la felicidad, a qué huele el amor. Cuando te quedan grabados los aromas depende mucho qué aromas tenías en ese momento de felicidad o hasta de tristeza”.
La colección de Mónica es de las pocas en el mundo que cuentan con un registro de cada pieza y puede ser visitada por el público.
“La gente me dice que es mucha inversión y que qué le voy a hacer a todo esto. Sí, es mucha inversión, equivale a que yo hubiera fumado desde muy pequeña o me tomara una coca diaria. Es una pasión, es algo que me gusta compartir”.
CHM