Izúcar se reivindica como "cuna del ejército" con nuevo museo

El recinto volverá a funcionar como sede del Cabildo de la Tierra de Obsidiana.

Museo Cuna del Ejército Mexicano | Andrés Lobato
Rafael González
Puebla /

Para engalanar el dictamen con el que se denomina a Izúcar de Matamoros como la “Cuna del Ejército Mexicano”, este viernes abrirá sus puertas el Museo Cuna del Ejército Mexicano, ubicado en el corazón de la Casa Colorada.

Edificio que data del siglo XVII, en sus muros vivió el cura Mariano Matamoros durante el movimiento de independencia. El nombre de Casa Colorada se debe a que, cuando se realizó una restauración en 2005, se encontraron indicios de esa tonalidad sobre sus paredes.

Tras un año de trabajos de remodelación por los daños provocados por el sismo de 2017, el recinto volverá a funcionar como sede del Cabildo de la Tierra de Obsidiana. El primer punto será la formalidad del regreso del ayuntamiento.

En el inmueble están en exhibición objetos y copias de los documentos que dan fe de los hechos que se registraron, el Libro de Cabildos más antiguo de 1918; dos libros del hospital de San Juan de Dios, que está en proceso de recuperación; la copia del decreto de ciudad a Izúcar; así como una serie de fotografías. De igual forma, se muestran piezas prehispánicas que se localizaron en el sitio, entre ellos una ofrenda cuyos objetos de estos entierros se exponen; un cañón que se empleó en la guerra de Reforma, en la que participa don Miguel Castulo Alatriste, abuelo de los hermanos Serdán y quien fue fusilado en esa ciudad.

El arqueólogo Raúl Martínez Vázquez, cronista del municipio, detalla que ahí se conformó al primer batallón bajo un estricto orden y disciplina militar.

Explica que cuando Mariano Matamoros llegó al poblado se le ofreció ese inmueble para que sirviera como cuartel: “Él se hospeda aquí y estuvo planeando toda la estrategia para la guerra de Independencia”.

Narra que la vivienda era propiedad de don Jesús Fuentes Pacheco, nativo del lugar y perteneciente a una de las familias más distinguidas de la ciudad, quien fue el segundo propietario del sitio, ahora conocido como el Portal de Hidalgo. Desde su perspectiva, considera que Fuentes Pacheco, más que contribuir cediendo su casa, se vio obligado a hacerlo.

“Creo y eso ya es una interpretación muy personal, que a lo mejor no era que estuviera muy convencido del movimiento, porque era un hombre rico, sino que no tuvo de otra más que ofrecer lo que tenía porque si no hasta lo fusilaban”.

Lamenta que en algún momento de su historia, el espacio fue abandonado hasta llegar a ser una ruina. “Hasta que en 1985 el gobierno municipal la expropia y decide trasladar el Palacio para acá”.

Respecto a la integración del primer ejército, expresa que al poco tiempo de la sublevación del cura Miguel Hidalgo se presentó el episodio de la Alhóndiga de Granaditas, lo cual marca el parteaguas para la conformación de un regimiento en forma: “Los insurgentes masacran a todos, no tienen piedad ni tienen consideración”.

Por este hecho, Ignacio Allende le reclamó a Hidalgo y recriminó el que custodiara una tropa que omitía obedecerle: “Le apunta que cómo iban a lograr la victoria si los soldados no se disciplinan”.

Expone que Hidalgo aceptaba el reclutamiento de todo aquel que lo solicitaba. “Ladrones, gente que se quería escapar de su casa. Todo mundo fue aceptado porque era el inicio del movimiento”.

Refiere que José María Morelos y Pavón notó que para la causa armada se necesitaban “tropas más formadas, que tuvieran más consciencia”.

En el Sitio de Cuautla, el caudillo confirmó que si el ejército insurgente no mejoraba su formación, la lucha acabaría: “Entonces creemos que le encarga a Mariano Matamoros esa tarea. De Cuautla se viene a Izúcar,”.

Relata que al llegar al municipio poblano, Matamoros empezó a trabajar en la conformación de una nueva milicia: “Lo que hace es, primero que nada no aceptar a cualquiera. Realiza una supervisión de personal, revisaba que la gente que se uniera tuviera cierta capacidad para recibir órdenes”.

El siguiente paso fue dar adiestramiento para lo cual fue fundamental el respaldo que le da Miguel Mier y Terán. El nuevo ejército fue uniformado y como era una brigada especial, se le dio una bandera: “Todo eso ocurrió aquí entre junio y septiembre de 1812, cuando José María Morelos le escribe a Matamoros y le dice que van a seguir la guerra, pero que él y su tropa se tienen que ir a Tehuacán”.

Reseña que esa tropa se proclama como la mejor de toda la guerra de Independencia: “Cuando atrapan a Mariano Matamoros en Michoacán en el interrogatorio eso está escrito e incluso le preguntan, ‘es cierto que la milicia que usted tenía en Izúcar era a la que todo el mundo quería pertenecer y era la más disciplina’, él confirma que efectivamente”.

El sacerdote de la Nueva España, que simpatizaba con las ideas de los criollos, se pudo dar el lujo de sacar gente e incluso llegar a fusilarla si no obedecía, “porque él tenía la idea de que debía ser gente disciplinada”.

El nacido en Ciudad de México el 3 de agosto de 1770 fue el general de lo que se considera el primer ejército mexicano, porque “el padre Hidalgo, aunque hoy nos cueste difícil de pensar, hablaba de una separación de España, pero una separación simulada”.

Marínez resalta que Matamoros creó las fuerzas de una nueva nación en suelo poblano, “y está perfectamente documentado cómo las organizó, cómo tuvieron grandes victorias. Hay una batalla muy famosa en El Palmar, cerca de Quecholac, donde venía una brigada de España que la habían mandado en barco para combatir a México, que se llamaba Batallón Asturias”.

Indica que los realistas pensaban que los mexicanos solo podrían combatirlos en guerrillas o escondidos: “Matamoros cazó al Batallón Asturias y en Quecholac los detuvo a campo traviesa.”.

Raúl Martínez asevera que Mariano Matamoros era un hombre que tenía mucha capacidad para la estrategia militar, “me atrevo a decir que hasta más que el propio José María Morelos, porque una mala decisión de Morelos fue la que hizo que atraparan a Matamoros”.

Anota que Morelos deja en un escrito que si moría el que tenía que seguir al frente tendría que ser Matamoros.

Por último, recuerda que el gobernador José María Calderón decretó el 29 de octubre de 1825, que se concede al pueblo de Izúcar, el título de ciudad con el nombre de Matamoros, para perpetrar la memoria del insigne insurgente.

AFM

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