Nunca creí que hubiera un silencio tan profundo: brigadista

A un año del sismo del 19-S

Fernando Urióstegui trabajó en el Multifamiliar Tlalpan, revisó inmuebles que pudieron haber resultado dañados por el sismo y participó en el centro de acopio en el Zócalo; "pude haber hecho más", considera.

Las labores de rescate en el Multifamiiar Tlalpan; una imagen del 24 de septiembre de 2017 (Cuartoscuro)
Fernando Urióstegui, brigadista del 19-S
Alberto Evangelista
Ciudad de México /

"Nunca creí que hubiera un silencio tan profundo", recuerda Fernando Urióstegui sobre su experiencia en las labores en el Multifamiliar Tlalpan, donde un edificio colapsó tras el sismo de 7.1 del 19 de septiembre de 2017.

Él fue una de las decenas de personas que se unieron a las brigadas de ayuda en la Ciudad de México, donde varios inmuebles cayeron y otros más tuvieron severos daños.

"Eran gente de todos lados, eso sí, muchos jóvenes, la mayoría eran chavos, incluso hasta de prepas. A cada rato nos hacían la señal del puño levantado y me acuerdo que cuando hacían eso todo se quedaba callado, todo mundo trataba de hacer el menor ruido", comenta.

Frente a una taza de café hace una pausa antes de volverse a sumergir en los recuerdos de aquella madrugada del sábado 23 de septiembre, cuando llegó al Multifamiliar Tlalpan.

"No era algo idílico, pero eso era triste, era terrible. No era algo que vieras en la tele o en una revista, estabas ahí. Tú lo estabas viendo", continúa.

En el derrumbe del edificio 1C murieron 49 personas. Al sitio llegó acompañado de otros dos chicos que conoció en las brigadas.

Unas calles antes había un filtro en el que un joven, familiar de uno de los vecinos, les dio instrucciones. Debían estar equipados y escribir en el brazo su nombre, teléfono y el tipo de sangre.

"Nos daba las gracias, por estar ahí ayudando, nos agradecía porque siendo desconocidos íbamos a ayudar", dice con voz entrecortada.

El joven les explicó el protocolo a seguir si el puño se levantaba, además de que formaran grupos y que cada uno de ellos tendría un número.

"Entramos como un batallón"

Cuando pudo ingresar a la zona ya estaba amaneciendo y se dio cuenta del panorama de la tragedia en el lugar, donde un edificio había sepultado a 49 personas.

"Todos estábamos cansados pero teníamos esa obligación de exigirnos hasta el límite por ayudar y después entramos como un batallón. Es cuando empecé a ver el panorama.

"Los edificios abandonados que habían desalojado y el 1C caído. Nos tenían formados, estaba amaneciendo, y los que estábamos ahí comenzamos a decir: '¿quién es electricista?, ¿quién es carpintero?,¿quién saber hacer esto?', levantabas la mano e ibas y hacías algo y regresabas", comenta.

Otra vez el miedo

La mañana del sábado 23, alrededor de las 7:50 horas, la alerta sísmica volvió a sonar y el temor a nuevos derrumbes regresó. A Fernando, el temblor lo sorprendió en el Multifamiliar.

"Dije estoy en un lugar que ya fue dañado, ya hubo un daño y estás ahí, se te puede caer un edificio, se te pueden caer los postes de luz, de cualquier lado se te podía caer cualquier cosa.

"Nos replegamos a un lugar lo más abierto posible, aunque ahí no había un lugar muy abierto. Están los edificios, están las áreas verdes pero están tan pegadas que no hay una área descampada, nos replegamos y a esperar lo peor".

Cuando la información sobre la magnitud de los daños fluyó, decidió unirse a las brigadas de ayuda. Sabía bien lo que necesitaba para ingresar a una zona de derrumbe, pues ha trabajado en obras.

Es arquitecto por la Universidad Autónoma Metropolitana y actualmente estudia una especialidad en la Facultad de Arquitectura de la UNAM en diseño de cubiertas ligeras.

Casco, pantalones de mezclilla y botas de casquillo era lo esencial que necesitaba.

Por la noche del 19 de septiembre fue a casa de sus padres para constatar que estuvieran a salvo y la mañana siguiente salió a las calles para ayudar.

Ante la emergencia, con edificios dañados y otros más colapsados, Protección Civil no se daba abasto en la revisión de los inmuebles, así que junto con algunos compañeros de la especialidad formó una brigada para hacer verificaciones y con base en ello dar una opinión.

Él y sus compañeros acudieron a un edificio de seis pisos en el número 269 de la calzada México-Tacuba, en el que tras la inspección le informaron a los vecinos que no era seguro; sin embargo, les recomendaron buscar a un Director Responsable de Obra para que les diera el veredicto final.

Además de las labores como brigadista y la revisión de inmuebles, Fernando se sumó a las tareas en el centro de acopio instalado en el Zócalo de la Ciudad de México.

Recuerda que en esos días la perspectiva sobre la ciudad no era de miedo a un asalto por andar fuera de casa durante la noche, sino de solidaridad.

"Veías esa otra parte que es difícil ver en la ciudad, esa hermandad, esa ayuda que se hacía, no había esa desconfianza de 'me va a robar, me va a asaltar'. La gente daba de comer, te decía 'gracias por venir, gracias por ayudarnos'.
"Yo me quedé con esa sensación de que pude haber hecho más, haber ido a más lugares. Regresé a la casa de mis padres y abracé a mi madre y lloré, le dije lo mismo: 'yo pude haber hecho más'", reflexiona.

VJCM

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