En medio de la pandemia por el covid-19, don Antonio Analco, tiempero de Santiago Xalitzintla, pensó que este año le sería imposible acercarse a las faldas del Iztaccíhuatl y honrar a Rosita, como llaman de cariño a “La Volcana”.
Lo anterior, ya que la restricción sanitaria en torno al parque Izta-Popo aún se mantiene; además, él no ha podido realizar las presentaciones y ventas de su libro, el cual le sirve económicamente para pagar un camión y trasladar a los pobladores hasta los lugares donde realiza cuatro distintos rituales en el año.
Para don Antonio y los pobladores de las comunidades en torno al coloso, que se tiende frente al Popocatépetl, el cumpleaños de “La Volcana” se festeja cada 30 de agosto, fecha que coincide con la celebración de Santa Rosa de Lima. Para celebrarla realizan ofrendas relacionadas con el agradecimiento por el cierre de la temporada de lluvias, lo que significa el fin del ciclo agrícola.
“Se atrasó un poco el agua, pero el padre Jehová nos está recompensando, porque todo lo que yo hago, lo hago primero con el de arriba y luego con mis volcanes. Yo confío en ellos. Me conocen desde niño, saben que traje el don de nacimiento y lo desarrollé. Cumplo con mi deber porque es mi trabajo. Voy a cumplir y voy a seguir cumpliendo.” Dice Analco, de 74 años, con una mezcla de orgullo y humildad.
Se unen a la celebración
Ante el complicado escenario, que parecía impedir la celebración, don Antonio decidió subir solo con doña Inés, su esposa, para rendir una pequeña ofrenda, idea que comentó con algunos amigos, quienes sumaron esfuerzos para que la fecha no pasara desapercibida. Así, uno puso una combi de la ruta 27, otros una camioneta Pick Up, coches y vehículos familiares.
Cuando don Antonio se dio cuenta, ya era una caravana de más de diez personas, la cual se internó en el bosque hasta llegar a Apatlaco, un parque ubicado en el Estado de México, que cuenta con escenarios naturales y una cascada, a donde se dirigieron en silencio por las veredas del bosque.
Ya en el lugar se le pasaron frutas, pan y semillas a don Antonio, quien bajo los fríos chorros de la cascada, acomodó poco a poco la ofrenda, mientras brindaba cada elemento a los cuatro puntos cardinales, y pronunciaba los rezos que solo él conoce.
Llenó una cubeta con agua de la cascada y la pasó a cada uno de los asistentes, para que bebieran de ella y recibieran sus bendiciones. Al final realizó algunas curaciones a quienes se acercaban a él y tras empaparse en la cascada, recibían algún gesto amable o un breve masaje, le abrazaban y le agradecían.
Después de algunos minutos, los asistentes bajaron de la cascada hasta una zona plana, donde realizaron una danza con listones que fueron entretejidos en un palo por cada uno de los participantes que danzaban en círculo. Algunos realizaron una ofrenda en el piso con granos, alimentos y dulces.
Por último, don Antonio y doña Inés convidaron a todos a su casa a comer mole poblano, para celebrar a Rosita, La Volcana, con la satisfacción de haber cumplido con un ritual ancestral.
mpl