La palabra “petlatl” proviene del náhuatl que significa petate, y hace referencia al mueble más antiguo y multiusos de México, ya que en la era prehispánica se usaba como cama, sillón, mesa y mortaja. En la actualidad es una artesanía casi en extinción en el municipio de Santa Ana Nopalucan en el estado de Tlaxcala, lugar donde la elaboración de este producto era la actividad económica más fuerte desde hace más de 70 años.
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La sequía, falta de insumos y desinterés de las nuevas generaciones para continuar con esta labor, han acabado con la actividad artesanal en la entidad vecina, algo que lamentan los nativos de este municipio y quiénes se han dedicado más de 40 años a este trabajo.
Don Honorio Nópal desde los quince años comenzó con esta actividad como una herencia de su padre, quien fue uno de los primeros en la región en hacer los petates con tule y el tradicional ixtle de maguey. Sin embargo, con el paso de los años ha presenciado cómo poco a poco se ha extinguido este artículo.
“Ya no hay materia prima y los muchachos ya no quieren hacerlo, pues yo digo que sí se va a terminar”, dijo don Honorio Nópal en entrevista con Multimedios Puebla.
Asimismo, mencionó que al año solo venden aproximadamente diez petates, debido a que la modernización trajo los colchones y un sin fin de artículos para el descanso, más cómodos y más sofisticados.
Aunado a ello, lo que ha parado la producción para hacer otro tipo de artículos es la falta de insumos por la sequía de ojos de agua y lagunas de donde obtienen el tule, esto debido a que decidieron entubarlos y construir sobre estos espacios naturales, por ello, ahora tienen que salir de la comunidad para comprar los materiales.
“Antes se conseguía aquí en la laguna, en las zanjas, no salíamos a buscar tule a otro lado, pero la secaron; había un canal y bajaron el agua, sin embargo, había zanjas que rascaron y ahora ya no hay nada, en realidad no, ya se perdió todo”, dijo.
Agregó que ya es muy difícil la comercialización de los petates, por ello ya no los elaboran en gran cantidad como hace unas décadas.
“Antes sí se vendían, hoy ya no, es muy raro que se vendan, yo los hago acá sobre pedido, por eso los hago y los entrego, pero así de que me dedique a hacer, ya no porque ya no se venden”, manifestó.
A pesar de que los artesanos han tratado de inculcar esta tradición a sus hijos, prefieren tener otro tipo de trabajos que les den garantía de ingresos, ya que casi está extinta la elaboración de esta artesanía que se vende a 300 pesos por pieza.
“Ya los muchachos no, al menos yo a les digo a mis hijos, aprendan, para que siquiera hagan un petate para que se estiren o algo, pero dicen que no; no quieren”, dijo el señor Pedro Rubio.
Desde hace más de 50 años, don Pedro se dedica a ser petatero y afirmó que lo será hasta el último día de su vida, pues el continúa haciéndolos a mano y todos los fines de semana sale a pueblos aledaños a venderlos en su bicicleta.
Por más de diez horas los ofrece en al menos seis comunidades y municipios, hay días en los que regresa con todos sus petates, ya que no logra venderlos.
“Yo me tardo casi por lo menos unas seis, cinco horas para vender, yo me voy a las seis de la mañana y regreso a las cinco, la pandemia nos obligó a salir, pero ya no es algo que se recupere”, dijo.
Manifestó que es una actividad muy difícil de rescatar, sin embargo, hará lo posible por enseñar a las nuevas generaciones para que no se pierda la costumbre de relajarse en un petate o tener uno en cada hogar mexicano, ya sea como recuerdo o decoración.
CHM