En Puebla, durante los últimos años, el 35 por ciento de las mujeres, han sido violentadas por su peso, estatura, color de piel, forma de vestir o por su arreglo personal, esto de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que abarca del 2017 al 2022.
Parte de las consecuencias de este estudio, se han percibido en las actitudes de las chicas que visitan la tienda Il Mia Dress que dirige María Salazar, una emprendedora en el mundo de la moda, quien detectó que cinco de cada diez clientas se sienten inseguras tras ser víctimas de violencia por parte de su pareja y por tratar de alcanzar los estereotipos que se crearon a través de redes sociales.
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Al probarse alguna prenda de ropa, las mujeres son juzgadas por su apariencia, por tal motivo, para sentirse protegidas optan por usar vestidos más holgados, con mangas o sin transparencias, pese a que estos modelos salgan de sus preferencias.
El complejo más común de las mujeres es el peso y la talla, así como las denominadas lonjitas, la estatura y hasta las cicatrices o estrías en la piel, esto de acuerdo con la emprendedora poblana.
“No les gusta mostrar sus brazos, es difícil que se pongan algo de tirantes, incluso nos ha tocado temas de violencia aquí en la tienda, pues vienen con sus parejas y son quienes les dicen talla G de gorda, y aunque no estamos en esa relación sentimos que nos duele porque como mujeres hemos vivido cierta violencia”, dijo en entrevista para Multimedios Puebla, María Salazar.
Estereotipos impuestos
Las parejas sentimentales y acompañantes, en la mayoría de ocasiones son los que hacen comentarios sarcásticos o hirientes, que afectan directamente a la autoestima y seguridad de las mujeres, e incluso optan por evadir que talla son y solo buscar en los estantes de prendas.
“Hay chicas a las que no les gustan sus piernas, a otras su busto, unas porque tienen mucho o porque tienen poco, pero siempre hay algo en ellas que las hace sentirse inseguras, nos hemos dado cuenta de que hay mujeres a las que no les gusta decir su talla por vergüenza con su acompañante”, señaló la entrevistada.
En este lugar, los vestidos que se venden y rentan están acomodados por tallas, para que las clientas lleguen directo sin tener que ser cuestionadas, la atención es especializada de acuerdo a sus necesidades y todos las piezas se las pueden probar hasta encontrar la adecuada.
“Cuando yo empecé a detectar eso en el día a día, dije que no podía quedarse solamente como un negocio, sino que se tenía que crear un refugio y seguridad para las mujeres”, señaló.
Destacó que brindan acompañamiento a las mujeres que se sienten violentadas, a través de pláticas de empoderamiento para detectar la violencia estética, charlas entre una red de mujeres, atención para las clientas de forma online, ajustes a las prendas de acuerdo a sus necesidades y complexión, así como sororidad por parte de todas las colaboradoras.
Finalmente, aseguró que una prenda es solo un pedazo de tela hasta que alguien la porta, por lo que María Salazar, les dice a las mujeres que lo más valioso es su integridad, seguridad y estabilidad, por ello, ningún comentario debe apagar su brillo.
“No dejaré de luchar desde mi negocio para incentivar la confianza y que regrese una sonrisa al rostro de las mujeres a las que se las arrebataron”, finalizó.
CHM