En la ciudad de Puebla existe un cuerpo de agua que con el paso del tiempo no solo supo sobreponerse a los intentos de extinción, sino también que ha dado muestra de que es posible vencer a la contaminación a través de un sistema sustentable que limita los embates de una urbe de 1.7 millones de habitantes.
Es el caso de la Laguna de San Baltazar, ubicada en la colonia Bugambilias, a solo 15 minutos del Centro Histórico de Puebla, y que por primera vez en más de 35 años de registros cuenta con agua clara y saludable para que un sinfín de especies habiten en su interior y en su ribera.
En entrevista para MILENIO, Verónica Mastretta Guzmán, fundadora de Puebla Verde Asociación Civil, compartió parte de los retos y las metas que este organismo no gubernamental ha obtenido desde que el ayuntamiento de Puebla y la Comisión Nacional del Agua (Conagua) les dio la “custodia” de la laguna de San Baltazar, en 1987.
La ambientalista mostró algo que hasta hace una década todavía era impensable: que el agua de la laguna volviera a ser clara, útil para la vida silvestre y cada vez más libre de contaminantes, dejando atrás las descargas residuales clandestinas que durante años hicieron en el sitio las industrias y las colonias aledañas.
“Lo que tiene de valioso este espacio, también Chapulco lo podría tener, es que es una referencia de que la naturaleza puede preservarse y convivir con las urbes, que sí puedes hacer acciones que defiendan lo que queda, lo mejoren y puedes hacer acciones de remediación alrededor”.
En 1957, el entonces presidente de México, Adolfo Ruiz Cortines, emitió un decreto para proteger la laguna de San Baltazar, ya que el ejido de San Baltazar Campeche, hoy junta auxiliar de Puebla capital, pretendía adueñarse de ella para secarla y vender ahí todos los predios posibles.
Mastretta indicó que este cuerpo de agua originalmente era tres veces más grande que su extensión actual, pues se extendía en gran parte de lo que hoy es Ciudad Universitaria al ser un punto de convergencia de los ríos Alseseca, San Francisco y Chiguiñoso, éstos dos últimos prácticamente extintos a causa de la urbanización, para después unirse en una sola vertiente que desemboca en el río Atoyac y la presa ‘Manuel Ávila Camacho’, en Valsequillo.
“La idea era secarla por completo, este era el destino de la laguna, morir para secarla pero al mismo tiempo iba a generar un problema porque el agua ya no iba a tener a donde salir, las zonas con casas se inundaban, eso es lo que pasó en la Ciudad de México”.
Lucha por salvar la laguna
Verónica Mastretta explicó que cuando Puebla Verde obtuvo la custodia de la laguna solo tenía a su alrededor dos árboles, estaba llena de escombro que ejidatarios mandaron ahí con el interés de secarla y las fábricas vertían sus desechos, lo que estuvo a punto de extinguirla para siempre.
Si bien el trabajo realizado en 35 años no se puede contar con todos los detalles, la activista lo resumió en algunos pasos que definen la estructura operacional de la laguna de San Baltazar y su permanencia en plena ciudad.
“Hicimos un plan de manejo integral de la laguna, monitoreamos la calidad del agua en diferentes momentos del año, las especies que tenemos de árboles, qué plagas les dan, cómo tratarlas y qué especies debemos de conservar”.
Y es que la laguna de San Baltazar no solo se negó a morir para mantener sus corrientes de agua, sino también para convertirse en la morada de diversas especies silvestres que por varios años se alejaron de Puebla ante el crecimiento de la mancha urbana.
Actualmente, este centro abierto al público cuenta con poblaciones extensas de patos, los cuales fueron abandonados por familias que ya no pudieron mantenerlos en sus casas pese a comprarlos ilegalmente en tianguis y mercados.
No obstante, de la misma forma hacen un esfuerzo por preservar el pato mexicano o triguero, el cual está en peligro de extinción y era un habitante natural de la zona, por lo que su reproducción en el sitio está garantizada porque cuentan con todos los elementos para hacerlo.
Mojarras, tortugas casquito (originaria de Puebla), tortugas “japonesas” o de Sonora, garzas blancas y grises, el águila pescadora y aves invernales provenientes de Estados Unidos y Canadá también han hecho de la laguna y sus árboles un lugar de descanso.
Sin embargo, el rescate de la laguna también permitió el retorno de una especie que durante mucho tiempo se pensó alejada de los ecosistemas poblanos: el martín pescador o perro de agua, que emite sonidos similares al ladrido de un canino y cuyo polluelo pudo ser retratado por la lente de MILENIO Puebla pese a la dificultad que ello representa, ya que son territoriales y suelen esconderse a la menor presencia humana; además, se planea la incorporación del ajolote mexicano.
Cabe resaltar que la intervención de Puebla Verde AC no se ha limitado al cuerpo de agua, pues su ribera fue poblada con decenas de árboles de tipo álamo, fresno o ahuehuetes, que son ideales para aprovechar los mantos acuíferos de la laguna y servir como alojamiento y sombra de las aves que ahí viven.
Pese a ello, Mastretta Guzmán acusó que el cambio climático ha provocado daños a la población arbórea de San Baltazar, ya que los ejemplares constantemente se enferman por estrés hídrico o por sequedad, que los vuelve vulnerables a plagas como la del gusano de escarabajo negro, una de las más dañinas, que solo se combate mediante podas reguladas o con inyecciones para evitar el menor ‘contagio’ posible.
“Si no hubiéramos intervenido es muy probable que la laguna estuviera seca porque había mucho apetito por la tierra, el ejido (San Baltazar Campeche) estaba reclamando toda la tierra para hacer casas, lo hicieron metiendo escombro para secar, había contaminación de drenajes, nos hemos vuelto monitores de lo que echan a la laguna, hace muchos años hasta CU echaba aguas negras pero han regulado sus descargas”.
La representante de la asociación civil contó que hay proyectos para dragar el biofiltro de la laguna, el cual sirve para limpiar el agua, así como colocar carbón activado y bacterias que en conjunto permitirán “digerir” cualquier “descarga fuerte” que compañías o edificios habitacionales intenten verter ilegalmente en San Baltazar.
Mastretta deseó y se dijo segura que el proyecto de Puebla Verde AC en la laguna de San Baltazar no se detendrá cuando ella muera, pues todo el trabajo realizado quedará para las futuras generaciones a través de una memoria histórica, misma que tendrá todos los pasos y los estudios que deberán seguir los futuros custodios ante posibles amenazas ambientales, así como documentos que prueban que es una zona natural con reconocimiento del gobierno federal, lo que impedirá cualquier intento de extinción o apropiación de privados.
“También se puede salvar el Atoyac”
Ante el trabajo realizado en la laguna de San Baltazar, se le cuestionó a Verónica Mastretta sobre la posibilidad de que las técnicas, estudios y trabajo realizado por Puebla Verde AC se replique en otros cuerpos de agua que están altamente contaminados, como el río Atoyac.
La activista señaló que para salvar el río, cuya cuenta rebasa las 400 mil hectáreas, se necesita de “trabajo conjunto” entre los 70 municipios que están a su paso, así como los gobiernos estatales de Tlaxcala, donde inicia; de Puebla, donde tiene su mayor extensión; y de Guerrero, donde termina.
Señaló que los gobiernos deberían formar un “cuerpo colectivo” en el que los ayuntamientos se comprometan a identificar qué empresas o qué tipo de industrias hay en sus territorios, a qué se dedican, así como las especificaciones técnicas que deben cumplir para atender las regulaciones legales de los municipios y estados, así como las normas ambientales del país.
“Todos tenemos un poder individual que es grande y lo menospreciamos, ese poder es que el tiene las ciudades asquerosas, los ríos contaminados y comunidades inarmónicas, podemos ser los primeros en no tirar basura en las calles, desde tu casa puedes hacer acciones que pueden impactar en el ambiente”, sentenció.
AFM