A punto de que se cumpla un año del sismo del 19 de septiembre de 2017, yo, como párroco de este templo lo que pido es que se aceleren un poco más los trabajos, para que recuperemos este santo edificio, afirma en entrevista exclusiva Ángel Campos Robles, el párroco del templo de Tochimilco dedicado a la virgen María, antiguo convento franciscano severamente dañado por el temblor del año pasado.
“Todavía falta para que se termine la temporada de lluvias, y conforme están trabajando aquí (unas diez personas con tres arquitectos), le van buscando para que la reparación del techo quede lo mejor posible”, explica el sacerdote.
“Desafortunadamente, actualmente tenemos sólo el 20 por ciento de avance en la reconstrucción, y eso en el exterior, y en la parte interior no han empezado a trabajar. Yo espero en Dios que ya pronto empiecen a trabajar dentro del templo” agrega el párroco, quien el día del temblor, fue de inmediato a ver los daños al edificio del siglo XVI después de que el sacristán lo buscara para avisarle.
“Don Margarito estaba cerca de la puerta del edificio que ve hacia el norte cuando comenzó a sentir que la tierra se movía; creyó que, como otras veces, el temblor de tierra no pasaría a mayores, pero cuando vio que las bancas ‘saltaban’, se preocupó: se acercó a la salida y vio cómo caían pedazos del techo, cómo un pequeño Cristo del altar mayor y una imagen de Santa Teresita del Niño Jesús caían y perdían la cabeza”, explicó.
Hoy el sacerdote revela: “Más o menos pasaron tres meses para que comenzaran los trabajos aquí: apuntalar y, posteriormente hacer estudios para poder empezar a intervenirlo”.
Las lonas colocadas en el techo sí que han impedido que el agua pase por las fracturas del techo, pero no del todo: ahí la humedad se extiende, forma una mancha negra que poco a poco se va comiendo el color con que fue pintado el techo.
De siglos y siglos
Los trabajadores le están echando un recubrimiento para que ya no escurra, revela el párroco de Santa María, en Tochimilco, donde la gente entra a una pequeña capilla a visitar al Santísimo mientras no puede pasar al templo.
Esa pequeña capilla, antes del temblor, estaba terminando de ser acondicionada, y se aceleró su terminación para que la gente escuche misa y vaya a orar ahí.
Con respeto y silenciosa, la feligresía pasa por la puerta sur del edificio del ex convento y entra a rezar al Santísimo. Pero, además, con recursos propios, con la cooperación de todos, se construyó otra provisional, donde el cura oficia los domingos: hicieron una estructura de metal, sin dañar el cuatro veces centenario edificio, y la cubrieron con láminas. Ahí pusieron las bancas del templo.
El párroco revela: del conjunto del templo, el claustro del ex convento, la barda que circunda el patio y la capilla de la Tercera Orden, “el templo es la parte más dañada, y después la capilla; después está el claustro, pero en la capilla es donde menos han intervenido, muy poquito, como un cinco por ciento. Lo que más se ha trabajado es la parte del atrio, el socotoro”.
Ciertamente, las almenas del patio se ven reparadas, pintadas, y sólo falta lo último por pintar y retirar las estructuras de trabajo.
“Aquí, en el patio” señala el sacerdote frente a un gran sauce “pusimos una lona para hacer la celebración de la virgen en agosto, que es su fiesta. Quisimos hacer la celebración, aunque fuera aquí. Y la gente vino
El tiempo pasa
En el ex convento de Tochimilco las imágenes religiosas fueron retiradas lo más pronto posible, lo mismo que las bancas, dos de las cuales fueron rotas por las pesadas piezas caídas de la bóveda. Hasta dos almenas del atrio resultaron dañadas. Montones de piedras negras y volcánicas, se amontonaban frente a la acequia de más de cuatrocientos siglos.
“Solamente dos imágenes son las dañadas, pero en general todo está en buen estado; sí hay que hacer pequeñas reparaciones, pero todas las imágenes están resguardadas” revela el párroco.
El de Tochimilco es uno de los catorce conventos que, desde 1994, son Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco; sólo tres de ellos son poblanos; su construcción inició en 1540 y se concluyó en 1560.
Y sigue mirando, admirando “este sagrado lugar” y repite: “Y el tiempo pasa”.