Cuando sonó su celular, el médico Luis Román pensó que lo llamaban de alguna aseguradora para pedirle que atendiera a un paciente con covid-19. “Pero quien me llamó fue el familiar de un contagiado para amenazarme”, me cuenta Román por teléfono, mientras se dirige al Hospital Civil de Guadalajara, donde varios intubados están bajo su vigilancia.
Todo empezó cuando a Román le telefoneó un gastroenterólogo para pedirle ayuda: uno de sus pacientes no sólo traía dolencias gástricas, lo más preocupante era que presentaba síntomas de covid-19, como la baja oxigenación. 10 días antes, paciente había visitado a un médico de la farmacia, quien le diagnosticó faringitis y le recetó un cóctel de antibióticos.
“El dolor en la boca del estómago se lo había ocasionado tanto medicamento menjurje”, me cuenta Román. “Los que estamos atentos a la información sabemos que no hay tratamiento para el covid, pero muchos médicos creen que deben recetar algo necesariamente porque el paciente exige una respuesta, como en el caso del paciente al que fui a revisar”.
El Paciente saturaba oxígeno al 76 por ciento, así que Román le sugirió quedarse hospitalizado. “Pero como él ya se quería ir, se quitó la mascarilla del oxígeno y, a los pocos segundos, se desmayó; media horas después murió”. Hacia la noche, Román recibió la llamada del hermano. Le reclamó por haber escrito en el certificado de defunción que Paciente falleció por covid-19 (confirmado con prueba). “‘Esa cosa no existe’, me reclamó enojado. Me dijo que todo era una conspiración de nosotros los médicos para matar a la gente, que a su papá nomás le dolía el estómago, que yo lo había matado, y que me cuidara”.
—¿Y qué le respondiste? —tuteo a Román.
—No supe si asustarme o reírme.
Román es un acapulqueño que emigró a Guadalajara, donde estudió medicina hace varios años, pero desde abril pasado pareciera como si hubiera vuelto a la rutina estudiantil: duerme tres, cuatro horas diarias y no para hasta que hace madrugada. Se mueve de un hospital a otro. Estima que en los últimos tres meses ha atendido a unas 250 personas contagiadas, así que contagiarse era cuestión de un error. “Por suerte me dio leve: pérdida del olfato y moco nasal”, me dice. Quienes no ha tenido tanta suerte son algunos de sus colegas, como el médico que diagnosticó a Román. “Muchos están en terapia intensiva, a punto de ser intubado, contagiados por la alta exposición al virus”.
Que a Román puedan reclamarle o que se contagie son sólo un par de apuros de su día a día. Otro son las aseguradoras.
“Las aseguradoras pagan lo mismo si atiendes a un paciente con acné que con coronavirus, así que los médicos asumimos todo el riesgo. A mí me pagan entre 700 pesos y mil 200 por día, cuando invierto mil 500 en mi protección. Estoy pagando para que me paguen. Por eso muchos médicos prefieren no atender el covid-19, porque las aseguradoras sacaron los dientes.
“Con los asegurados es lo mismo: andan buscando en las letras chiquitas para no pagar. A uno de mis pacientes no le hicieron válido el seguro porque no había declarado una comorbilidad y tuvo que pagar medio millón de pesos, que es lo mínimo que se desembolsa en una clínica privada”.
¿Y cómo están de personal en el Hospital Civil?
"Hasta hace poco había un solo médico para los dos pisos; ahora somos tres. Cuando el gobierno dice que hay muchas camas es verdad, lo que no hay es personal médico. Y no hay porque la gente se está enfermando o porque ni los residentes de otras especialidades ni los médicos mayores de 50 le están entrando. Tienen miedo. Les digo a mis colegas que si nos morimos o nos hacemos a un lado no habrá personal que sepa intubar", dijo
—El riesgo al contagio, las aseguradoras, la falta de personal, los posibles reclamos. ¿Qué más te aqueja?
—Los mensajes de los familiares y el Tyvek, que es la marca del overol.
Entonces Román me cuenta que su celular no para de sonar. Algunos son mensajes de su equipo médico, donde se entera de la gravedad de cada paciente. Otros son de su esposa o de su hijo de cuatro años, que es un crack en la tecnología, y a quienes envió a Ciudad de México por temor a contagiarlos. No faltan los mensajes entre colegas donde se alientan unos a otros. Pero hay otros mensajes que, si bien Román entiende, evita en la medida de lo posible: los mensajes de los familiares.
“Como médico, trato de informar a la familia para dar certidumbre. Yo también me angustiaría si mi pariente se enfermara, y haría lo imposible por estar al pendiente de su estado. El problema viene cuando me escriben para preguntarme si hay vacuna, si sé cuándo la van a descubrir, me preguntan si pueden pasar ‘un ratito’ a visitar al intubado. A unos los he ayudado a contactar a su paciente a través del Whats, pero a otros les he tenido que poner un alto: ‘¿quieres que te atienda a ti o a tu familiar?’, les he dicho. Seguro deben pensar: ‘pinche ojete’, y me disculpo por sonar frío, pero mi obligación no es dar informes, sino mantener con vida al contagiado”.
Y para darle seguimiento a un paciente, Román debe introducirse en un overol desechable, hecho de fibras de polietileno de alta densidad, que Román compara con uno de esos overoles que usa la gente que vende salchichonería en los supermercados.
“Es un traje muy caliente y en los pocos hospitales donde hay aire acondicionado (en la mayoría los apagan) no te sirve de nada. Sudas como si estuvieras en el baño sauna. Te duele la cabeza. Si quieres ir al baño, no te pesa quitarte googles, gorro, cubrebocas, mascarilla, guantes, botas, sino todo el tiempo que se pierde en protegerte de nuevo. La parafernalia médica nos afecta en el procedimiento. Nos vuelve torpes. Antes de que comprara unos googles anti-empañantes, no veía nada y a veces debía atinarle a la vena”.
—Son tantas las dificultades de un médico que me pregunto por qué sigues.
—Porque es mi trabajo, porque si mi familia se enfermara quisiera que hubiera alguien que los ayude, y porque hice mi juramento hipocrático. Pero algo sí te voy a decir: si sigo viendo que la gente no para de hacer fiestas y de reunirse, me uniré a los colegas en Guadalajara que están negados a atender a gente con Covid-19.
¿Eres héroe?
—No, a los héroes no se les paga y a mí me están pagando, mal, pero me están pagando. Ser médico es un trabajo. Puedo decir que no, pese al juramento. Pero voy a seguir. Es increíble que estemos cerca de los 50 mil muertos y aún así la gente no crea.
ledz