Se une al ejército contra el cáncer

Después de que su hijo padeciera la enfermedad, la maestra de Educación Preescolar se sumó al Centro de Apoyo a Niños con Cáncer A.C. Ahora, brinda apoyo a los niños y familiares que se enfrentan al cáncer.

María de Lourdes Álvarez se ve entre esos niños transformando su realidad en días felices. (Cortesía)
Guadalajara /

“No importa lo fugaz que sea el gozo, es gozo”, reza una frase al final de la primera escalinata del edificio del Centro de Apoyo a Niños con Cáncer A.C. (Canica), organización fundada por Javier Galván Villareal, cuya misión es acompañar a los niños y a las familias en su lucha contra la enfermedad. 

María de Lourdes Álvarez Navarro es la representante legal de esta instancia. Originaria de Autlán de Navarro, estudió la Licenciatura en Educación Preescolar y durante 31 años de su vida fue educadora. En 2003, la vida le cambió cuando uno de sus dos hijos, con 12 años de edad, fue diagnosticado con cáncer, en un proceso que llevo a una cirugía y finalmente a la amputación de una de las piernas; tres años antes había fallecido su esposo y ahora se enfrentaba sola al miedo. 

En medio de esa realidad, conoció a Javier Galván Villareal, encontrarlo fue fundamental para ellos, ya no estaban solos. Javier, en compañía de algunos pacientes adolescentes, visitaba a las personas y alentaba a seguir en la lucha. A partir de entonces, Lulú, como la conocen, se involucró en la recuperación de su hijo, quien logró sanar y ahora tiene 27 años y es padre. A ella le había quedado entonces la gratitud y se volvió una gran colaboradora de Canica. 

Cuando un niño es diagnosticado con cáncer comienza a perder los juegos, los amigos y con ello la alegría, pues con el deterioro de su salud y las bajas defensas en su cuerpo está limitado a recluirse y se torna solitario y deprimido. Y así dolorosamente comienza a perder. Pierden incluso la escuela, pues sus condiciones de deterioro nos les permiten asistir o incluso cuando se recuperan, si quedan secuelas son en muchas ocasiones víctimas de acoso escolar. 

Es por ello que uno de los programas fundamentales de Canica es el programa escolar: al inicio con el apoyo del colegio Crisol, luego en 2009 se dio la incorporación y directamente un convenio para que la escuela tuviera la validez oficial. Canica cuenta ahora con el nivel de preescolar, primaria y secundaria; así como un programa de comedores, uno en el Centro Médico y el otro en Zoquipan. 

Otro de los programas es el recreativo, en el que se realizan campamentos, salidas a la playa incluso un paseo a Disneylandia para los pequeños que tienen las condiciones de salud para viajar; ya que en Los Ángeles hay Canica USA, una extensión de este gran proyecto. 

El programa psicológico consiste en terapias familiares y personales, pues un  80 por ciento de los casos los enfrentan madres solas sin el apoyo del padre. Hay también terapias alternativas como reiki, homeopatía e imanes, además de orientación en nutrición. Dentro del programa espiritual los niños reciben catequesis y se preparan para la primera comunión. 

En el último escalón se encuentra el programa cuidados paliativos domiciliarios, en el que se acompaña a las familias y a los pacientes cuando la pérdida es inminente. 

Con la enfermedad hay familias que pierden casi todo, y en algunos casos es necesario brindar el apoyo en los servicios funerarios. 

Para cubrir todas las necesidades de la fundación, a la par de la operación de los programas, se realizan anualmente actividades con fines recreativos, culturales y de recaudación de fondos. 

El fundador Javier Galván y el consejo administrativo, conformado por presidente, tesorero, secretario, definen el rumbo de la organización y toman decisiones importantes. 

Entre su vasta experiencia de cara al dolor ajeno, Lulú piensa que el hecho de haber vivido la experiencia de la enfermedad con su hijo, la transformó y ahora encara con serenidad todos los días a la muerte. 

Un factor determinante para seguir ahí aunque esté jubilada por el estado, es que es maestra, y los verdaderos maestros, dice, “estamos hechos de amor”. 

La gran recompensa es saber que se hace lo correcto, que los niños fueron felices. El destino no lo podemos cambiar, pero sí sus días. 

A sus 59 años, Lulú no se ve descansando, se ve entre esos niños transformando su realidad en días felices. 

Con información de María del Refugio Reynoso Medina 

GPE

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