De adolescente, Rosa María Santiago González decidió ser enfermera porque soñaba convertirse en asistente de su hermana, quien para entonces ya era médico familiar.
A los 19 años de edad cumplió su sueño de graduarse como técnico en Enfermería. Años después cumplió el proceso para adquirir la licenciatura.
Egresada de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), recuerda que su servicio social lo cubrió en el hospital de Chautla de Tapia, en aquel entonces IMSS Coplamar y actualmente IMSS Bienestar.
“Ahí inicié como pasante, posteriormente ingresé al Instituto Mexicano del Seguro Social en 1990 con 19 años de edad. Tengo 31 años siendo enfermera”.
Actualmente es la jefa de enfermeras de la Clínica 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
“Me llamaba mucho la atención todo lo que hacía y dije, ‘quiero ser enfermera para estar junto a mi hermana’. Entonces de ahí nace”.
Con el tiempo y la práctica, descubrió que no erró al escoger la profesión de enfermera, porque es una carrera humana cuya satisfacción de ayudar a un paciente y su familia a recuperarse es una sensación que no se compara con nada. Por eso dice con orgullo que “si volviera a nacer, volvería a ser enfermera”.
Aunque reconoce que su labor no es nada fácil. “Lo más difícil de lidiar con los enfermos es tratar de ponernos en su lugar, a veces nos volvemos un poquito duras en el diario vivir, pero sí de repente decimos que tenemos que ponernos en su lugar para entenderlos. Cuando logramos eso, podemos empatizar con ellos y darles una buena atención”.
Asegura que tiene muchos recuerdos desde tristes hasta muy felices.
“Tristes por ver partir a muchas personas, así como a muchas otras verlas nacer. Estuve 20 años en el Hospital de San Alejandro, posteriormente me inclino a la salud pública y tengo 10 años en primer nivel. En los 20 años que estuve en San Alejandro, la anécdota que me impresionó mucho fue un paciente de cáncer gástrico donde prácticamente él falleció consciente, donde solo cerró sus ojos y partió, pero unas cuatro horas antes empezó a sentirse mal, él iba diciendo qué sentía y yo trataba de cubrir todas sus necesidades hasta que cerró sus ojos. Fue algo impresionante porque yo había visto la muerte de otra manera, pero esa manera de morir, consciente, me impresionó pero me dio una satisfacción haber cubierto todas esas necesidades que él tuvo en todas esas horas”.
Añade que hubo otro caso que también le impactó, “porque fue algo más personal. Fue un familiar que vi morir en un hospital, al que dejé de ver muchos años y que en el momento en que lo volví a encontrar lo hallé en los últimos momentos de su vida. Me impresionó cómo esa persona… la encontré ahí y en sus últimos momentos. Fue algo muy difícil para mí, que en su momento sí me descontroló el haber vivido ese momento con él”.
Menciona que lo más satisfactorio es lo que le han llegado a decir en agradecimiento, especialmente las sonrisas que le dedican cuando ya sanos, los pacientes se retiran del nosocomio.
“Unas palabras de agradecimiento, ‘gracias por su atención’, ‘gracias porque nadie me había tratado así’, ‘gracias porque me dio una sonrisa’. Un gracias es lo mejor que he recibido”.
De igual forma, apunta el hecho de que sus compañeros médicos también las valoren. “Enfermería trabaja cerca del médico y siempre he sentido que tenemos un valor para ellos. Nunca nos han hecho a un lado, incluso ha ido creciendo el valor que nosotras tenemos, no ha ido disminuyendo, ha ido creciendo el valor ahora que ya somos licenciadas en Enfermería antes Enfermería era técnica porque no estudiábamos el bachillerato, de secundaria pasábamos a estudiar Enfermería, ahora somos licenciadas en Enfermería y tenemos más apego a ellos y logramos más comunicación por la preparación”.
Por otra parte, indica que sus 31 años de práctica le permiten asegurar que en esta profesión se presentó una gran evolución.
“Evolucionó un 90 por ciento en cuanto a las competencias que tenemos ahora, en cuanto a la licenciatura, la preparación holística que ahora se le da al derechohabiente, antes, cuando ingresé, todavía había enfermeras parteras sin estudios, cuando ingresé al instituto todavía había personal auxiliar de enfermería que solamente estudiaba medio año, un año e ingresaban así, actualmente solo ingresan licenciadas en Enfermería. Suena chistoso, pero anteriormente se decía que la enfermera era la que le preparaba el café al médico, eso hace 30, 31 años, ahora la enfermera es la profesionista, es la que da el cuidado holístico, es la que da competencias para cualquier atención en cualquier nivel”.
En cuanto a su desarrollo personal y profesional, resalta el respaldo que sus hijos y esposo le han brindado.
“Mi hijo el mayor tiene 23 años y está terminando la licenciatura en Arquitectura; y mi hija, la menor, tiene 20 años y está estudiando la licenciatura en Nutrición. Son complicados mis tiempos y obligaciones, por ello me perdí festivales, todo a lo que yo tuve que acudir, muchas veces no pude, pero ahora que son grandes me han dicho que se sienten orgullosos de mí, que están muy orgullosos de tener una mamá que pudo combinar las dos cosas, el ser trabajadora y el ser mamá”.
Así, a lo largo de los últimos años Rosa María Santiago ha ido forjando su trayectoria, desde jornadas laborales para los turnos matutino y vespertino de ocho horas; nocturnos de doce horas; y jornadas acumuladas de 24 horas.
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