Rosita Sánchez, sobreviviente del sismo de 1985: "Fue un acto de muchísimo trabajo y de gran solidaridad"

Comunidad

Rosa María Sánchez vivía en la zona sur de la Ciudad de México y esa mañana del 19 de septiembre de 1985 marcó su vida y la de su familia para siempre.

Rosa María relata su experiencia como sobreviviente en el sismo de 1985 en México / Especial
Stefany Martínez Yedra
León, Guanajuato. /

Con un acto de mucho trabajo y de gran solidaridad, así es como recuerda la señora Rosa María el sismo de 1985, mismo que destruyó la vida de miles de familias mexicanas.

"Triunfó la solidaridad, la humanidad haciendo el bien por la humanidad por los que estaban sufriendo, yo creo que eso es lo que me queda”, precisó la señora Rosa María. 

Rosa María Sánchez, tenía apenas 41 años de edad y vivía en la zona sur de la Ciudad de México, lugar en la que los temblores no tuvieron mayor impacto; sin embargo, esa mañana del 19 de septiembre marcó su vida y la de su familia para siempre.

Era un día muy ‘normal’, las actividades comenzaban a las 07:00 de la mañana en la capital de la República, todos se preparaban para salir de sus hogares, otros más ya se encontraban afuera; y de pronto un apagón de luz hizo la diferencia.

“Por eso fue tan dramático para nosotros porque al estar nosotros sintiendo el temblor pues sabíamos que la ciudad se estaba cayendo […] Lo estábamos sintiendo muy fuerte, se movía todo, la cisterna de la casa tiraba el agua muy fuerte y demás […] entonces sabíamos perfectamente que estaba demasiado fuerte para que nosotros lo estuviéramos sintiendo, ya era dramático por ahí para nosotros”, contó Rosa María Sánchez.

A oscuras y con la incertidumbre de lo que estaba pasando, la señora María salió de su casa por unas pilas para ponerlas a un pequeño radio que tenían. Todo el panorama le parecía extraño y buscaba encontrar respuestas.

“Una de mis hijas que iba al Politécnico que está al Norte de la ciudad ya había salido para irse a trabajar y mi esposo que también trabajaba en Bellas Artes, tomaban el metro, ya se habían ido”, precisó. 

La única narrativa que se escuchaba en la radio era la de Jacobo Zabludovsky, diciendo lo dramático de la situación, calles cerradas, edificios cayéndose a pedazos, y miles de personas atrapadas entre los conjuntos habitacionales, alimentaban la angustia de miles de familias de la capital.

“Era muy angustioso, estar escuchando “cerraron estas calles, se cayeron estos edificios, se cayeron estos otros”, la narración de Jacobo Zabludovsky, era lo único que se oía y ya era todo muy dramatiquísimo como lo estaba narrando” dijo Rosa María.

De acuerdo con el relato de la señora Rosa María, mientras la ciudad se paralizaba, afortunadamente su hija y su esposo se encontraron en el camino durante el viaje de regreso a casa en el metro. Mientras que a sus otros hijos fueron a buscados hasta encontrarlos en carro con escasa gasolina, “ya no teníamos gasolina para transportarnos, pero llegamos a las escuelas como pudimos”.

“Eso nos gratifico mucho, que mi esposo por casualidad se había encontrado a mi hija que iba rumbo al Politécnico, la recuperó y se la trajo para acá, y nosotros en el radiceito estábamos oyendo todo, y pues era muy dramático escuchar todo eso”, narró María Sánchez.

Tras encontrarse todos reunidos y sin ninguna afectación, la señora María relata que sus hijos tuvieron la iniciativa de ayudar a los afectados, quitando escombro, además de dar auxilio a los que se habían quedado sin nada.

"Sí, como no. La vida nos cambió totalmente, mis hijas decían “Nosotros no nos podemos quedar aquí mamá sin hacer nada” y ellas se dieron a la tarea de ir al centro de la Ciudad de México y ahí empezaron a hacer lo que pudieron”, comentó.

Según sus relatos, después de que la ayuda civil se quedó en manos del ejército, la escuela Normal, donde su hijo estudiaba para maestro, decidió abrir en conjunto con alumnos un albergue donde se atendieron a más de 150 personas que se habían quedado sin nada, por más de cuatro meses. En ese lugar se les daba atención médica, comida, asilo por tiempo indefinido y mucho consuelo para todos los que se les estaba terminando la vida.

“Había que consolar a las gentes que estaban demasiado tristes y demasiado desesperadas porque no hubo manera de cómo resarcir todo lo que habían perdido ellos (...) Habían perdido la cordura, había pleitos entre ellos, había discusiones y se peleaban por la ropa y por el jabón que no habían logrado tener y por tonterías cuando estábamos en una situación muy difícil”, relató.

Fue ese momento en el que el trabajo colectivo, cansancio, y solidaridad estaban en todos ciudadanos, sin importar lo que estuviera pasando, todos tenían un mismo fin, ayudar al otro, desde lo más profundo de sus corazones.

"Yo lo clasifico como en dos líneas, por un lado, era mucho trabajo, nosotros ya no sabíamos cuándo era de noche y cuándo era de día y siempre estuvimos trabajando sin parar; y por el otro lado me daba mucho gusto tanta solidaridad, me gustaba mucho que mis hijos trabajaran, sin quejarse, sin decir estoy cansado o estoy harto, ya no quiero; No, la solidaridad les salía de lo más profundo de su corazón”, concluyó Rosa María Sánchez.

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.