Historia de Jacqueline, una mujer que sobrevivió al covid-19

HISTORIA

"La verdad es que la soledad es cruel (…) mi perrito Tobías fue una parte fundamental"

Jaqueline estuvo 32 días en aislamiento. (Cortesía)
Alejandro Reyes
Pachuca /

Todo empezó con escalofríos y fiebre. No dejaba de temblar. Después llegó el dolor insoportable de cabeza y cuerpo.

Mis primeros síntomas empezaron un lunes, estaba yo trabajando normal, empecé a sentir mucho escalofrío y mi cuerpo comenzó a temblar.

Salí del trabajo para irme a casa y ya en el Tuzobús me empecé a sentir todavía peor porque ya iba yo con fiebre.

Decidí bajarme y tomar un taxi. Al llegar a casa ahí estaba mi expareja y me dijo: te ves mal. Me tomó la temperatura con un termómetro digital, tenía 38 grados. Me acosté y me quedé dormida.

Al otro día al despertar tenía un dolor insoportable de cabeza, el cuerpo me dolía mucho, especialmente las piernas, son dolores de verdad indescriptibles.

Fui a la Clínica 32 del Instituto Mexicano del Seguro Social y me dijeron que tenía que regresar por la tarde para la atención pero yo seguía sintiendo dolor.

Regresé, me tocó mi turno, el doctor me preguntó cuál era el motivo de mi consulta, le expliqué mis síntomas y literalmente me sacó del consultorio y me dijo que él no me iba a atender porque para eso estaba ubicada una carpa especial.

Ahí un médico y una enfermera con overol blanco, guantes de látex, cubrebocas, goggles y careta me revisaron, me tomaron la temperatura, llevaba fiebre, checaron mi garganta y mis pulmones.

El doctor me dijo que presentaba una infección, pero que era una gripe propia de la temporada y que no ameritaba la prueba del covid-19.

Me dio un par de medicamentos y me extendió mi incapacidad por ese día que falté en la empresa.

Regresé al trabajo, ya no tenía fiebre ni me dolía el cuerpo pero ahora me sentía cansada.

Después gradualmente empezó la tos hasta que tuve más y me quedé afónica. Tenía dolor de cabeza pero no era tan intenso y seguía con el cansancio.

Para esto el papá de mis hijos me dijo que prefería que los niños estuvieran en otro lugar debido a los síntomas que presentaba. Tengo dos hijos de nueve y 13 años. Acordamos que se irían a casa de mi mamá por unos días.


Diagnóstico

Entonces vino la prueba del covid-19. Me la hizo un médico de la Secretaría de Salud acompañado de una enfermera.

Me la aplicaron y lloré porque es dolorosa, te meten dos hisopos por los orificios nasales, te raspan la garganta.

Después de la prueba el médico me dio su número y me dijo que íbamos a mantenernos en contacto vía telefónica y cuando estuvieran mis resultados me lo iba a notificar.

Al otro día me manda mensaje el doctor y me dice que si me puede llamar, le comento que sí, que si gustaba yo le marcaba.

Le marqué. Me dijo, con mucha calma y sutileza, ya tengo el resultado de tu prueba y es positivo.

Cuando me dijo es positivo comenzó a darme instrucciones, yo seguí escuchándolo pero me quedé en shock, sí lo escuché pero no entendí todo lo que me decía. En ese momento piensas mil cosas. Vinieron a mi mente los pensamientos más catastróficos. Me dio mucho miedo.

Recuerdo que le dije al doctor: un favor, me puede mandar por mensaje de WhatsApp todo lo que me está comentando. Tenía dudas pero estaba bloqueada y no sabía qué preguntarle.

Le colgué y me mandó por mensaje las recomendaciones y las dosis de los medicamentos que tenía que tomar, paracetamol y ambroxol. Debía estar en aislamiento.

Ese día estaba en casa, hacía home office, era viernes por la tarde y estaba soleado. Recuerdo que me recosté y empecé a llorar. Lloré porque tenía miedo.

Vivir con covid-19 te hace ser un poco obsesivo con la limpieza. Yo me sentía como radioactiva, como si cada cosa que yo tocara la contaminara.

Seguía teniendo fatiga y dolor de cabeza. En dos ocasiones en particular sentí que comenzaba a faltarme la respiración.

Perdí el sentido del gusto y del olfato, no me sabía el chocolate ni podía oler el cloro. Me dio insomnio, si dormía una o dos horas era mucho.

Hubo días en que la tristeza me invadía porque te encuentras con esa parte de que estás sola. La verdad es que la soledad es cruel. Me mensajeaban mis amigos, mis compañeros del trabajo, para mí fue muy importante su apoyo.

Mi perrito Tobías fue una parte fundamental, yo creo que sin él no hubiera podido sobrevivir al aislamiento porque en todo momento me acompañó.

Pasé el Día del Niño y el Día de las Madres sin mis hijos, fueron los días en que tuve más depresión. Anímicamente estaba bajoneada.

Hubo días que estaba tan deprimida que decía: voy a tirar ya la toalla, ya no quiero tomar medicamento. Eran momentos de angustia, de soledad y tristeza.

Mis hijos eran lo que más me motivaba a estar bien, a cumplir con todas las indicaciones médicas, siempre fueron ellos.

Estuve 21 días en aislamiento y se alargaron 11 más hasta que llegó el día 32 y el médico me dio de alta. Me mandó mensaje y me dijo: puedes volver a tus actividades habituales, ya no presentas síntomas. Le respondí en el mensaje: doctor estoy llorando de felicidad y le agradecí.

Más allá de saber que no tenía el virus era una felicidad de saber que ya iba a poder ver a mis hijos y que no los contagié. En la noche, antes de dormir, agradecí a Dios y a la Virgen de Guadalupe y abracé a mi perrito.

Días después salí a la tienda a comprar jabón y croquetas para Tobías porque ya no tenía, había siete personas, entre ellas un niño de unos dos años, todos sin cubrebocas.

Encontré a una vecina en la tienda y me dice: vecina ¿cómo está?, hace mucho que no la veo, usted sí trae su cubrebocas ¿a poco sí cree en eso? Pues sí, le dije, por supuesto que sí, por supuesto que creo.

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