Como si se prepararan para ver un partido de futbol, cuatro jóvenes se acomodan en su propio ‘palco’, arriba de una camioneta de redilas estacionada en medio de un sembradío. Abren una Coca-Cola de las grandes y llenan sus vasos.
Compran las botanas a una niña de unos 6 años, quien desde hace días vende su mercancía a los curiosos que llegan a ver el espectáculo: un enorme socavón que se formó en la comunidad de Santa María Zacatepec, municipio de Juan C. Bonilla, en Puebla.
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Para el espectáculo no fue necesario comprar un boleto, porque es obra de la naturaleza: un líquido subterráneo, al parecer agua, comenzó a tragarse la tierra y los cultivos dejando un socavón de casi 100 metros de largo y 20 de alto.
Los ‘turistas’ acuden a comprobar si el hundimiento es tan grande como lo vieron en Facebook y algunos esperan ver “en qué momento se cae la casa”, propiedad de la familia Sánchez Xalamihua, cuyos integrantes apenas habían cumplido un año de mudarse, tras varios años de juntar para construir su vivienda, que tuvieron que desalojar cuando comenzó a abrirse el enorme hoyo.
El agujero “se tragó” ya una barda de la vivienda, pero desde días antes, cientos de pobladores de otros municipios aledaños, llegaron para ver el fenómeno.
“Vine a curiosear, a ver si realmente el socavón era tan grande como se ve en las fotos del Facebook”, dice Diego, quien llegó acompañado de sus hermanos, su mamá y un tío.
“En Puebla no hay un fenómeno así, por eso muchos de Tlaxcala, de Puebla, de Xoxtla, vienen a verlo. Es un fenómeno natural, yo creo que, si viviera más lejos, no me aventaría a verlo. Me impresionó, porque cuando estás ahí, sí está grande. La duda es: ¿Qué tan profundo estará, a dónde se irá la tierra?”, reflexiona Antonia, quien viajó de San Miguel Xoxtla, un poblado que está ubicado a unos 15 minutos.
Entre los visitantes se escuchan teorías del origen del socavón: “es un ojo de agua”, “es un ameyal”, “está naciendo un volcán”, “es huachicol”, “son desechos de (las empresas) Volkswagen, Ternium y la Bonafont”. Los mismos habitantes se dicen sorprendidos, tanto por el hoyo, como por la gente que sigue llegando “sólo para ver el socavón”.
Aunque llegan cientos de curiosos, no se pueden acercar al socavón. La zona fue acordonada por militares y elementos de la Guardia Nacional. Aun así, hay familias que se sientan en los terrenos y comen una botana o una congelada, mientras miran hacia el agujero.
Como si fueran gradas, otras personas se recargan en las vallas que limitan el acordonamiento de seguridad. Desde ahí ven las labores de las autoridades, quienes intentan sacar una muestra del líquido dentro del socavón. Lo hacen con una cubeta la cual jalan con un lazo. Tratan de tener cuidado para evitar más desgarramientos de tierra o incluso que ellos mismos caigan en el hoyo.
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En varios intentos, la cubeta llega al borde, pero sin líquido o ésta se les cae justo al llegar a la superficie. Los pobladores se ríen y lanzan gritos de burla: “dale sin miedo”, “órale, pero saca el agua”, “así cuándo vas a terminar”, “¿Sí puedes o te ayudo?, “métanse”; “metan una manguera y chúpenla”, ríen lejos del centro del socavón.
Poco después, el personal logró obtener las muestras, las cuales serán analizadas por el Instituto Politécnico Nacional y la Secretaría del Medio Ambiente del gobierno de Puebla. Según sus cálculos, en menos de 25 días sabrán sobre el origen del hundimiento en este poblado, donde abundan los pozos.
Tan solo a unos 70 metros del socavón hay uno, y la mayoría de las casas cercanas cuentan con el suyo. Quienes los usan, dicen que el agua regularmente sale cristalina, incluso la beben y sabe bien; sin embargo, desde el derrumbe, el agua sale turbia.
“Ya mejor la dejamos de beber, porque no sabemos qué tenga”, dice Sofía, quien vive en una de las casas cercanas al socavón. Los habitantes de este punto no sólo le temen al socavón, sino a las cuarteaduras que comienza a haber en sus casas, debido a los temblores que se sienten cada que el hoyo se abre.
Mientras estos habitantes ven con miedo las amenazas del agujero, otras personas aprovechan para vender chicharrones, congeladas o refrescos a “los espectadores”. Incluso, algunos pobladores cercanos ya montaron estacionamientos improvisados alrededor del socavón. De a 20 pesos el lugar y piden a los visitantes caminar por la orilla para no pisar los cultivos.
El socavón en medio de la nada, es ahora la atracción turística de la región. Saben que es una zona de peligro, pero para ellos vale la pena sacarse una foto o un video en el lugar. Es por eso, que las autoridades aumentaron el cerco de seguridad, ya que la gente no deja de llegar.
“Si todos los que venimos de curiosos cooperáramos en vez de 20 pesos de estacionamientos, cuánto dinero no se generaría para ayudar a la familia. Yo creo que con ese dinero podría hacerse algo”, considera Antonia.
Pero las pérdidas también son para los dueños de terrenos aledaños al socavón. Ellos dijeron estar molestos porque los turistas están pisando sus cultivos. “Ya perdimos algunas cosechas y nadie nos la va a pagar”, dijo un campesino preocupado, mientras monta su bicicleta con los brazos cruzados.
dmr