En segunda y hasta en tercera fila la gente se estacionó frente a la panadería La Villita la mañana de este martes, y unos más esperaban a pie, respetando la sana distancia a que los tamales hechos por la señora Silvia Sánchez Durán llegaran calientitos y listos para ser envueltos en bolillo y con ello, celebrar el Día de la Candelaria.
“¡En 10 minutos llegan!” explicaba la señora Silvia, quien en todo momento usó cubrebocas y careta, “porque no se crea, da miedo contagiarse, pero uno tiene que salir a trabajar”, expuso, mientras sus dos sobrinas alistaban la mesa y el lugar donde se colocaría la olla de tamales.
Todo ha cambiado desde hace 10 meses porque Silvia vendía más, pero llegó la pandemia y la venta de tamales cayó hasta en un 60 por ciento, aunque espera que este 2 de febrero aumente el consumo porque de este negocio, asegura, se sostiene su familia, así como se ha venido haciendo desde generaciones atrás.
“Para mí vender tamales es una bendición, porque de aquí he sostenido a mis tres hijos y vamos saliendo, porque no deja de ser una tradición rica y que consumen las familias, pero también he emprendido otros negocios.
“La venta de tamales ha disminuido en 60 por ciento por esto de la pandemia, pero seguimos y sí, estoy cansada, pero hay que seguirle y salir adelante, porque de aquí también sale la ayuda para mis sobrinas”, explica, mientras repite a las personas que van llegando: “¡Ya en 10 minutos llegan los tamales!”, y la gente se forma.
Silvia señala que, durante más de cuatro décadas, se ha levantado todos los días a las 3:00 de la madrugada para comenzar la preparación de este alimento que se ha consumido en México por más de 500 años, y “nosotros trabajamos todos los días porque somos de la familia, es un negocio para la familia y si me ayudan, tengo que apoyarlos”, aunque en este momento de emergencia sanitaria confiesa, le da miedo enfermarse de covid-19.
“Me siento bien, soy una mujer fuerte y por eso hacemos tamales todos los días, por lo que le doy gracias a Dios que no me he enfermado y que todos los días estamos trabajando y sacamos para la comida, hay que pagar renta y servicios aunque estemos en riesgo”, expone.
Esta mañana pidió que la venta se incremente por ser el Día de la Candelaria, la tradición en la que a los desafortunados que hallaron al Niño Dios en la Rosca de Reyes, deben pagar con estos, y así, entre los que iban a cumplir su promesa y aquellos que, por gusto planearon desayunar tamales, la fila se fue incrementando.
“Días buenos, buenos para nosotros, es hoy y el 6 de enero, porque siempre ha sido así. Mi mamá, quien también nos sacó adelante con la venta de tamales, inició el negocio vendiendo en la cantina El Tráfico, que estaba por Galeana, por lo que es una tradición y salimos adelante ocho de los hermanos.
“Los tamales son mi vida, desde que nací, y a mi mamá la enseñó una señora que se llamaba Conchita y de ahí dejó de hacer limpieza para vender tamales y yo aprendí ayudándole a mi mamá a prepararlo.
“Es pesado hacer los tamales porque no ocupamos máquina, los hacemos a mano, y nosotros aprendimos de ella, somos mujeres trabajadores las de la familia”, dice, mientras vuelve a informar a las y los interesados que los tamales llegarán en 10 minutos.
Mientras su mirada trata de enfocarse en la camioneta que traerá los tamales, sobre Avenida Juárez, Silvia sabe que son momentos complicados y “muchas veces pienso en que la situación está difícil y me da incertidumbre, miedo por el contagio, porque tengo a mis dos nietos y las quiero disfrutar”, pero es interrumpida porque llegaron los tamales “y sólo pido a Dios no enfermarme, mientras pido no enfermarme ”, explica, a la vez que inicia a preparar los pedidos que se sumaron en los más de 10 minutos que la gente esperó para comprar este antojito tradicional.