La contingencia sanitaria por el covid-19, pone en pausa la alegría multicolor y el glamour característico de los carnavales, que se realizan desde 1835 en Tampico.
Fue un 15 de febrero de ese año cuando inician con el baile organizado por la Lonja Mercantil, pero se terminó popularizando en 1923 con los festejos del primer centenario de la fundación de la ciudad.
Durante los primeros años del siglo XX el carnaval porteño vivió su mayor auge, siendo habitual la presencia de turistas provenientes de Cuba, Estados Unidos y Canadá.
Al mismo tiempo, habitantes de las provincias de México buscaban acercarse al evento de moda en el país, comenta el historiador tamaulipeco, Francisco Ramos Alcocer.
Narra que con la llegada de las estudiantinas se inyectó ese nuevo ambiente que requería en su momento el carnaval para atraer a un mayor número de personas.
Cosa de españoles
La influencia española en el puerto se hizo notar al adoptarse diversos elementos para el festejo carnestolendo provenientes del viejo continente.
Un claro ejemplo de ello fue el “Santo Entierro del Miércoles de Ceniza” y las diferentes formas de celebrarlo por esos jóvenes estudiantes que recorrían las calles siempre cantando y bailando con la música que retumbaba no solo en el lugar sino en los corazones de los presentes.
Con la llegada de los nuevos tiempos europeos vinieron más modificaciones a la fiesta del carnaval y se comenzaron a utilizar carrozas, apareciendo las figuras de los reyes del carnaval e instaurándose un gran concurso donde los participantes tenían que conseguir votos para poder ser coronados.
Las decoraciones de las calles y las carrozas que participaban en el desfile oficial estaban llenas de colorido al tratarse de una gran novedad para todos.
El historiador comenta que fueron tiempos gloriosos para un festejo que poco a poco se fue apagando con el paso del tiempo, ya que las modas pasaron y la crisis económica mundial afectó notablemente la llegada de extranjeros a las celebraciones carnavalescas, lo que hizo que sus ingresos y popularidad bajaran a medida que iba pasando el siglo.
Un incidente
Pero estas fiestas de la carne no solo fueron interrumpidas por tragedias de la madre naturaleza. En los años setenta, cuando Raúl Velazco transmitía a nivel nacional el programa de televisión “Siempre en Domingo”, se presentó una agresión a su persona por unos jóvenes que presuntamente le arrojaron unos tomates.
Tras este incidente, se argumentó que había problemas de inseguridad y alteración al orden. Indignados, los políticos de la época apoyaron la decisión de autoridades del estado para no volver a realizar más estos eventos.
Para los años noventa se retoma la tradición de los carnavales con poco presupuesto pero sin perderse ese colorido que los caracteriza.
La fiesta de la carne
El Carnaval es una celebración popular que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana que se inicia con el Miércoles de Ceniza, y que tiene fecha variable entre febrero y marzo según el año eucaristico.Los orígenes de esta festividad se remontan a la Sumeria y el Egipto antiguos, hace más de 5 mil años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio Romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevado a América por los navegantes españoles y portugueses a partir de fines del siglo XV.El carnaval, la Iglesia cristiana no lo admite como celebración religiosa, pero está asociado con los países de tradición católica, y en menor medida con los cristianos ortodoxos orientales, mientras que las culturas protestantes tienen tradiciones modificadas, como el carnaval danés.
El regreso de la tradición
Sin embargo, fue hasta el año 2000 bajo la administración estatal de Tomás Yarrington y José Francisco Rábago Castillo en la alcaldía porteña, cuando de nueva cuenta el amor por las fiestas de la carne tomó gran fuerza en los corazones de los tampiqueños, quienes conmemoraron de esta forma el inicio del siglo XXI.
Fue tanto el éxito de ese espectáculo caracterizado por el desfile de vistosos carros alegóricos y llamativos vestuarios, que los municipios de Madero y Altamira empezaron a realizar sus propias celebraciones y así continuaron hasta el año 2020, cuando el gobernador ordena que la celebración sea conurbada y se le denomine Carnaval Tam 2020.
Aunque desconcertada por este cambio, la ciudadanía respondió a la convocatoria y el saldo fue favorable. En Altamira se presentaron embarcaciones alusivas al carnaval sobre la Laguna de Champayán, y se procedió a la quema del mal humor, concluyendo con la coronación de la reina en el teatro Metropolitano de Tampico.
El 23 de febrero del año pasado, más de 100 mil asistentes disfrutaron del espectacular cierre de carnaval con el concierto de Alejandra Guzmán en Ciudad Madero, siendo el escenario perfecto playa Miramar.
En esta gran fiesta se apreció el talento y la algarabía de 75 comparsas que desfilaron con la brisa del máximo paseo turístico del sur de Tamaulipas y al concluir los asistentes disfrutaron de un espectáculo de fuegos artificiales.
Las titulares de turismo en Tampico y Ciudad Madero, Elvia Holguera Altamirano y Sandra Ibarra Gómez, coinciden que los carnavales permiten que la zona conurbada tenga un posicionamiento nacional y un mejor desarrollo económico que beneficia a todos los habitantes.
Estas fiestas que han cautivado a las familias de la zona conurbada fueron suspendidas debido a la pandemia y este año se limitará a un evento virtual, lo que representa un golpe para quienes esperaban la reactivación económica que genera el evento carnestolendo.
El alcalde de Madero, Adrián Oseguera, dijo que se buscará realizar otras actividades en Miramar para mitigar esta ausencia.
EL INICIO
A las ocho de la noche del día 15 de febrero de 1835, personajes de la ciudad se apresuraban a llegar al primer baile de carnaval organizado por la Lonja Mercantil.
Portando vistosas máscaras ingresaban al primer teatro con el que contaba el puerto de Tampico, en donde el costo de entrada era de dos pesos o diez para los tres bailes.
Al entrar al teatro se podía observar que el foro había sido ampliado con un tablado especial para el baile. Había una bella iluminación en el salón, que iba acorde al ritmo de la música que se dejaba escuchar por todo el inmueble.
Antes de culminar el evento, se anunció que el martes de carnaval habría otro baile, y que el domingo sería el de piñata para los niños.
Con base en información del fallecido cronista Marco Flores, su sucesor Josué Picazo señala que al siguiente año, los bailes fueron auspiciados por José Carrera en los salones de la Lonja Mercantil, y se programaron cuatro para los días sábados.
Ya para 1880, los bailes carnestolendos de la clase acomodada continuaban en el citado inmueble, mientras que el sector obrero conformado por artesanos, mozos y criados, rentaban el teatro de la ciudad para realizar un baile el domingo de carnaval, donde prevalecía el orden y la decencia, aunque no faltó la ocasión en que algún escándalo obligó a la policías a intervenir.
Esto no cambió hasta 1925, cuando se celebró el primer desfile de carnaval con características modernas donde se introdujeron los vehículos de motor y surgieron los carros alegóricos, las comparsas, las reinas y sus cómputos de elección, y por supuesto el rey feo y el entierro del mal humor.