Es el edificio más bello de Tampico y herencia de Porfirio Díaz. La ex Aduana Marítima del puerto enamora a propios y extraños, que lo mismo llegan a tomarse una sesión de fotos para una boda o quince años que como parte de un paseo turístico.
Paseantes locales y foráneos llegan a admirar su diseño marcado en un estilo Inglés Industrial con herrería francesa, maderas finas, mosaico veneciano, pisos de granito pulido y figuras en bronce.
El majestuoso inmueble tiene también un toque nacionalista a base de cantera rosa procedente de San Luis Potosí y conserva orgulloso el escudo nacional de los tiempos del porfiriato, que es uno de los elementos que más llaman la atención de quienes acuden.
Cuentan los historiadores que fue doña Carmen Romero Rubio, esposa del general Porfirio Díaz la encargada de persuadirlo para construir la Aduana del lado de Tamaulipas y no como lo habían recomendado sus colaboradores de edificarla en Veracruz.
Personalmente el general encargó los planos a la Compañía del Ferrocarril Central para luego elegir el diseño que permitiría dar inicio en 1896 a esta magna obra que tendría un costo de un millón 850 mil pesos en oro y sería inaugurada seis años después, el 16 de octubre de 1902.
La obra se hizo con la mejor calidad de su época, lo que ha permitido que el edificio haya resistido los embates de la madre naturaleza como es el caso del huracán “Hilda“ de 1955 que devastó en la zona sur de Tamaulipas y el norte de Veracruz.
Fue en el año 2004 cuando se abrió en la planta baja del edificio de la ex Aduana, el Museo “La Victoria de Tampico de 1829”, después de llevarse a cabo un trabajo de restauración integral que asegurara una larga vida a este histórico inmueble.
Inmueble con mucha historia…
El cronista tampiqueño, Josué Iván Picazo, comenta que aunque a finales de 1824 el entonces presidente Guadalupe Victoria había concedido a Tampico una receptoría marítima provisional, iba a ser hasta principios de 1827 cuando se tomaría desde el Congreso la decisión de establecerla de manera definitiva en el lado tamaulipeco.
Dicho decreto fue resultado de largas discusiones así como deliberaciones, entre las que destacaron las palabras del diputado nativo de San Fernando, Tamaulipas, Pedro Paredes y Serna, quien habló de la conveniencia de instalar la aduana en el puerto del sur, y no en regiones cercanas como otros proponían.
“El legislador leyó en el Congreso General un famoso discurso a favor del establecimiento de la aduana marítima en Tampico, lo que significó un triunfo completo de sus gestiones”, refiere el cronista.
En aquella sesión legislativa, el diputado no se anduvo por las ramas, ya que su tarea era tumbar la autorización de la aduana en Pueblo Viejo y traerla a Tampico, para lo cual atacó frontalmente a las autoridades de la villa vecina.
“Los acusó de practicar y estimular el contrabando y de aprovechar las condiciones orográficas para impedir que tales actos delictivos pudieran ser descubiertos”. Ante tales argumentos, logró su cometido.
Recorridos turísticos
A la fecha, el acceso a la ex Aduana Marítima está restringido pues aún funciona como muelle fiscal, de hecho, la planta baja alberga las bodegas y almacenes donde se controla la entrada y salida de mercancías, cuyo movimiento alcanza los cinco continentes, menciona Francisco Ramos Alcocer.
El historiador tamaulipeco afirma que una persona puede pasarse horas contemplando el paisaje que nos regala el río Pánuco, mientras se contrasta con las actividades que se continúan realizando en la ex Aduana, con el arribo de los grandes barcos cargueros de 20 mil toneladas, atracados a escasos 15 metros del inmueble, resultando impresionante.
Después de Semana Santa y de Pascua, en la temporada vacacional de verano es cuando más brilla la ex terminal ante los ojos de los visitantes procedentes de todo el mundo.