La pandemia por el covid-19 nos ha dejado una serie de experiencias e historias que se pueden contar por miles, pero que a su vez han significado el inicio de un nuevo ciclo para muchas personas alrededor del mundo.
Para Ricardo Antolín, tatuador con 28 años de experiencia, representa un golpe brutal en el tema emocional pero también una oportunidad para seguir plasmando su trabajo que durante los últimos dos años ha servido para rendir tributo a quienes han perdido la batalla contra el coronavirus.
Destaca que durante la pandemia, contrario a lo que esperaba, muchas personas, principalmente mujeres, se tatuaron algo especial tras haber perdido a un familiar. Pero también la enfermedad ha dejado un sentimiento de culpa entre quienes, sin saberlo, transmitieron el virus que terminó con la vida de sus seres queridos.
Aunado a ello, la tanatóloga Gloria Cervantes señala que el hecho de no poder despedirnos de nuestros familiares complica llevar los duelos, pues estamos acostumbrados a los rituales representados en los funerales para decir adiós, lo cual y a causa del covid no fue posible.
“La experiencia más dura que elevó mi humanidad”
El fenómeno del tatuaje en la pandemia fue un tema bastante complicado, nos relata Ricardo Antolín, quien tiene muy presente el 4 de abril de 2020, día en que, como muchos otros negocios, tuvo que bajar la cortina de su local e iniciar la cuarentena.
Al paso de un mes, es decir en mayo, por cuestiones económicas tuvo que volver a trabajar pero ahora desde su casa, pues necesitaba generar los ingresos que le permitieran solventar los gastos de sueldos, renta y hasta impuestos que no le fueron condonados. Reconoce que abrió con miedo, sin pensar en lo que se venía con la gente.
En mayo de 2020 se registran un gran número de muertes por covid-19 y es justo en ese momento cuando empieza a recibir mensajes de personas que estaban perdiendo familiares, que estando aún en los hospitales, le suplicaban para que les realizara un tatuaje en la memoria de su familiar fallecido.
“La gente empezó primero con nombres y la fecha, pero era muy difícil cuando empiezas a tatuar la fecha de hoy y aparte la gente llegaba verdaderamente destrozada porque el capítulo no se les cerraba ahí, se les cerraba en el momento en que los internaban porque sabían que era un 90 por ciento que no ibas a salir”, manifiesta Antolín.
Acepta que algo que lo tiene muy marcado es que se convertía en el primer contacto para el desahogo de quienes acudían con él, al grado de sufrir ansiedad, paranoia y el tener que fungir a su vez como terapeuta, psicólogo y ser la mano amiga para entenderlos.
“Como tatuador creo que ha sido la experiencia más dura, no puede ser la más bonita, porque no fue la más bonita; pero sí la que más experiencia me dejó y sobre todo aprendizaje, porque a partir de ahí los niveles de humanidad se te elevan, el ego baja y la humanidad sube”, expresa.
Indica que muchas veces hizo trabajos gratis, debido a la crisis económica que imperaba en ese momento llegando a realizar hasta 15 tatuajes a la semana como una forma de homenaje para despedir a quien ya no estaba.
Afirma que durante lo más complicado de la pandemia nunca se contagió pero en julio de 2022, tras acudir a un compromiso a Playa del Carmen regresó con síntomas que lo pusieron bastante mal al grado de realizar su testamento.
VLSS