Altar de Carreragco revela ciencia en Mesoamérica

Tras investigaciones, se deduce que los pretroglifos de 20 mil años de antigüedad se tratarían de registros de cálculos matemáticos de los pueblos indígenas con importantes aportaciones para la astronomía.

Horacio López Bonilla. (Andrés Lobato)
Altar de Carreragco. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

En la comunidad de Carreragco, en el municipio de Tetela de Ocampo, Puebla, existen petrograbados que podrían tener hasta 20 mil años de antigüedad y que muestran la forma de vida de los primeros homínidos. Denominado como Altar de Carreragco, este conjunto de grabados en piedra revela similitudes con pinturas rupestres descubiertas en Los Casares, en la Riba de Saelices, España.

“Son petroglifos del Paleolítico Superior y el origen de la geometría sagrada del calendario mesoamericano primigenio. Pero el altar también demuestra la existencia de una sociedad que dominaba la ciencia astronómica y la geometría calendaria temprana con base en el cálculo exacto de los eclipses lunares”, asegura el artista plástico poblano, Horacio López Bonilla, posgraduado por la Academia de San Carlos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM y quien se ha dado a la tarea de estudiarlos, reproducirlos y gestionar su preservación.

El especialista cuenta que parte de estos vestigios quedaron al descubierto hace una década, cuando una lluvia intensa reblandeció la tierra de un cerro y ocasionara un deslave: “Todo esto no se veía, dinamitaron una terracería, una vereda antigua, para abrir una brecha y entonces empezaron a aparecer”.

Explica que todos estos grabados están hechos con cincel de piedra y en 2015, al hundirse el suelo intermedio, apareció un vestíbulo intermedio con glifos. Precisa que actualmente todo está tapado, pero le dio tiempo de dibujar réplicas en tamaño natural: “(Uno de ellos) Tiene dos metros (de altura) por diez de largo”. Informa que les ha dedicado diez años de estudio, en especial, a un par de trapecios entrelazados. Asimismo, señala que a partir de que descubrió esa composición en el muro, le recordó una imagen que vio en un libro de arte paleolítico de España.

“Me dije, ‘si realmente hay similitud entre esta y la de España, entonces debo de encontrar en la cueva de España otros elementos del discurso que hay en Carreragco’. Encontré este grabado de punta cónica con vestigios de este elemento que hay aquí, pero este es un conteo lunar”.
Los vestigios quedaron al descubierto hace una década. (Andrés Lobato)

En ese sentido, señala que el grabado mide 38 centímetros de altura por 114 de largo y los diseños están hechos con un compás astronómico: 

“Cuando vi esta indicación puse mi brújula y me marcó eje Este-Oeste y este lado coincide con el equinoccio de primavera, es la luz del sol en el equinoccio de primavera y tiene 72 grados de ángulo, lo mismo que Este. Si conozco el eje Este-Oeste, el complemento es el eje Norte-Sur y Este crea un rectángulo muy importante que mide 38 por 54 centímetros que contiene las claves del calendario mesoamericano”.

Para confirmar su dicho, muestra un libro escrito por el considerado como el padre de la arqueoastronomía mesoamericana, el estadounidense Anthony Francis Aveni (nacido en 1938): 

“Hizo un libro que se llama Observadores en el Cielo en el México Antiguo y él encontró que hay dos numerales en el Códice de Dresde Maya, que son dos números relacionados con eclipses y él plantea que si esos astrónomos mayas lograron entender ciclos cosmogónicos y utilizarlos en dos números, eso habla de una astronomía avanzada”.

Asegura que mientras el científico originario de New Haven, Connecticut, Estados Unidos, no logró esclarecer cómo llegaron a operar y a esos detalles, él sí pudo hacerlo “gracias a este grabado. Él, con apoyo de la tecnología, regresó la bóveda terrestre hasta la época de los mayas en el 500 de nuestra era y durante 75 años identificó los eclipses que pudieron haberse dado y aquí están los ciclos de eclipses en 75 años. Pues estos mismos ciclos de eclipses los puedo calcular con este diagrama”.

Detalla que hizo una réplica a escala, lo cual le permitió verificar que tenía una diagonal sobre la que puede calcular los eclipses solares y lunares con una precisión similar a la de Aveni. Otro de sus descubrimientos fue la comprobación de que utilizaron el centímetro con un valor espacio temporal.

“Entonces si esta base del trapecio mide 73, lo multiplicas por 5, tienes 365 días del año, pero si cada centímetro de la diagonal lo multiplicas por 29 y medio días, te da los eclipses lunares. Entonces, 223 lunas o meses sinódicos lunares se crea una pirámide, otros 223 se crea otra pirámide y esto es extraordinario”.

Añade que sus conclusiones las confrontó con el libro La Pintura mural prehispánica en México (editado por la UNAM y con la coordinación de Beatriz de la Fuente), “y resulta que ese sistema de coordenadas (se aplicó) en Teotihuacán. La Calzada de los Muertos es la coordenada horizontal que tenemos aquí para calcular eclipses y otras 223 lunas construyen la pirámide del Sol; (otras) 223 lunas, la Ciudadela. Entonces, logré encontrar los patrones geométricos con los que se construyó la principal ciudad mesoamericana, que es Teotihuacán. En concreto es una información valiosísima”.

Horacio López Bonilla hizo una réplica a escala de los petrograbados. (Andrés Lobato)

Piden nombramiento de Patrimonio de la Humanidad

Horacio López, quien estudió pintura en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), anuncia que algunos de los grabados ya casi han desaparecido y otros están a punto de borrarse. “Si no hubiera hecho el registro fiel de estos datos, ese conocimiento se habría perdido”, por eso pide que las autoridades agilicen el proceso para que les brinden a estos glifos el nombramiento como Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Remarca que deben conservarse porque “hay grabados que evidencian un contacto temprano entre el sur de Europa y Mesoamérica 20 mil años antes del descubrimiento de América, con sabios indígenas que ya manejaban matemáticas y geometría en función del calendario”.

A la fecha, ha redactado tres libros, el último titulado La molécula del tiempo, en el cual muestra que los matemáticos mesoamericanos ya conocían el centímetro por su valor simbólico temporal: 

“Conocían la proporción, la raíz cuadrada, la raíz de tres, todo en función del calendario y eso, como arqueoastrónomo o como prehistoriador lo vas a poder verificar en el registro arqueológico. Ya había ciencia temprana en México mucho antes de la influencia occidental”.

Por ello insiste en que se preserve y estudie más ampliamente este legado cultural.

"Hay grabados que evidencian un contacto temprano entre el sur de Europa y Mesoamérica 20 mil años antes del descubrimiento de América". (Andrés Lobato)

Precisa que son doce vestigios en Tetela de Ocampo que marcan similitudes con otros hallados en Europa.

“La cueva donde hallé las analogías en España se llama ‘Los Casares’, está en Guadalajara, en la Riba de Saelices, en el centro de la península ibérica. Esa cueva, se descubrió aproximadamente en 1930, y es considerada monumento nacional en España (…) en el Altar de Carreragco hay evidencias de que hay condiciones kársticas de una época del Pleistoceno. También una época tan remota como la que hay en España, pero imagínate la trascendencia de que estos grabados fueron reproducidos en la Península Ibérica como una aportación mesoamericana al mundo, a la evolución de la ciencia, al desarrollo de las culturas, pues eso amerita una declaración de Patrimonio Mundial”.

Insiste en que la importancia de este descubrimiento estriba en que los matemáticos mesoamericanos lograron comprender cómo en ese rectángulo de 38 por 54 estaba la clave del calendario.

“La máscara de oro de Tutankamón mide 38 por 54 centímetros, exactamente el mismo concepto registrado aquí en un glifo rupestre, por lo tanto, contiene la información del conocimiento calendárico. Pero si nos vamos en una línea de tiempo aquí está a principios de nuestra era. En el 500 de nuestra era están los mayas, en el 2 mil de nuestra era están los olmecas, en el 3 mil están los egipcios. Nosotros estamos en el 20 mil antes de todos ellos, crearon matemáticas avanzadas y geometría que luego los vamos a ver traducidos al trazo urbano”.

Muestra un glifo de punta cónica, de la cual asegura se ha hallado más de 300 por todo el país y parte de Guatemala, la cual precisa que “representan ecuaciones geométricas que hablan de conceptos lunares”.

Por último, para confirmar su planteamiento se apoya en dos transportadores:

 “Son cantos de río, pero son transportadores astronómicos. De estos se puede crear a escala con un diámetro de diez centímetros este mismo esquema (señala los trapecios), pero si se van a esta pieza y analizamos las proporciones nos lleva a 2.23, es 233 lunas, es el periodo para que se presentara un eclipse de sol, cada 223 lunas hay un eclipse de sol. Entonces, las piezas prehispánicas están construidas con unidades astronómicas que pueden ser demostrables a raíz de encontrar los valores de esos grabados”.
Horacio López Bonilla. (Andrés Lobato)

mpl

LAS MÁS VISTAS