Ante la contingencia generada por el coronavirus y el aislamiento de las familias, las personas, aunque parezca irónico, se enojan más con las personas que más quieren, situación que llama a reflexionar sobre buscar resolver los desacuerdos de forma pacífica e impulsar la capacidad de perdonar y olvidar, explicó Raúl Alcázar Olán, investigador del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Iberoamericana.
Durante la videoconferencia “Cómo manejar el enojo en casa en tiempos de contingencia”, organizada por la Coordinación de Promoción y Admisión de Posgrados de la Ibero, el investigador consideró que la campaña “Cuenta hasta 10” que implementó el gobierno federal para prevenir la violencia familiar es un comienzo positivo; sin embargo, resulta insuficiente para enfrentar el problema.
“El control del enojo no se logra con sólo una campaña. Se tiene que trabajar poco a poco, controlando diferentes cantidades de enojo de manera progresiva. La medida está diseñada para contener enojos pequeños, pero no expresiones de violencia”, expresó.
Comentó que, durante el aislamiento como medida para reducir la posibilidad de contagios, se presenta un enojo que incluye pensamientos de injusticia y personalización; mientras que, desde lo conductual, se traduce en acciones agresivas para mostrarle a los demás nuestro sentimiento; y como emoción puede manifestarse por grados de intensidad, transitando desde una incomodidad leve hasta una furia intensa.
“En la contingencia, toda situación que genera desagrado o que nos saque de nuestra zona de confort es causa de enojo. Algunos casos puntuales son la disminución o pérdida del ingreso económico, la sobrecarga de trabajo y la incertidumbre laboral. En una dimensión más personal, el aislamiento, la sensación de falta de solidaridad y el encierro excesivo pueden provocar emociones negativas”, expresó.
Señaló que el enojo puede transformarse en destructivo cuando se caracteriza por las exigencias rígidas a los demás; el uso de palabras ofensivas; la resistencia a diferentes puntos de vista; culpar a otros en lugar de asumir responsabilidades propias, y la exageración de cosas negativas.
“El enojo destructivo provoca que la conciencia sea dominada por el enojo; la percepción de problemas inexistentes; ataques físicos o verbales, y venganza y autocastigo. Este enojo se manifiesta en el cuerpo a través de la tensión muscular, respiración agitada, boca seca y dolor de cabeza y abdominal”, explicó.
El investigador resaltó la importancia de transformar el enojo en un factor constructivo, es decir, en propiciar la presencia de reglas flexibles sobre lo que se espera de los demás; la conciencia de que cada quién domina su mente; empatía y pensamiento positivo de las cosas, y reconocimiento de la responsabilidad individual.
“La clave para expresar el enojo es el cuidado de la relación con las demás personas. Esto también puede darse durante el confinamiento. Se deben buscar medidas para arreglar las cuestiones relacionadas con el espacio personal de manera física. En este enojo se cuida la relación con los seres queridos; se busca resolver desacuerdos pacíficamente; se respeta el derecho al desacuerdo, y se es capaz de perdonar y olvidar. Igualmente, la persona está al tanto de las reacciones corporales detonadas por las emociones.
Para enfrentar el enojo, el académico recomendó la dinámica llamada “Tiempo fuera” que consiste en que la persona se separe física y mentalmente, al menos media hora, del ser humano con el que se tiene el enojo y luego retomar con mayor tranquilidad.
“En ese tiempo, es importante ocupar la mente en pensamientos y actividades más agradables. Es importante la respiración profunda, un diario de emociones, proyección de imágenes mentales de relajación, repetición de palabras clave que evoquen la tranquilidad y, concientizar las partes del cuerpo que se tensan cuando nos enojamos”, explicó.
mpl