A sus 56 años, el pasatiempo de Manuel Gallardo, o Tote, como prefiere que lo llamen en el medio artístico, sigue siendo viajar por el mundo. Cuando tenía 20 años decidió partir de su natal Venezuela, con solo una mochila al hombro y una bicicleta, para conocer Europa.
Viviendo de “trabajos varios” y durmiendo donde lo “agarrara la noche”, un día Tote comenzó a pintar y a vivir de la venta de sus cuadros que elabora usando como herramienta sus dedos.
Mientras tramitaba un permiso para pintar en zonas turísticas de Sudáfrica, le surgió la idea de ayudar a niños y niñas en situación de pobreza u orfandad, que viven en zonas violentas, e inició en Khayelitsha, uno de los barrios más peligrosos de Sudáfrica, y a partir de entonces, en cada ciudad que visita busca personas en situación de vulnerabilidad para brindarles clases que los distraigan por un momento de su difícil realidad, compartió en entrevista con MILENIO.
“Después me fui a Camboya, que yo sé que es una historia trágica, cuando llegué a Camboya vi la realidad trágica de ese país y así fue que se me conmovió el corazón… huérfanos, gente que perdió piernas por guerra, vi muchas tragedias, demasiadas tragedias y ahí empecé con los huérfanos”, dijo.
Pasando por Tailandia, Rusia, Nueva Guinea y Nepal, narró que permaneció en Fiyi, durante año y medio desde que inició la pandemia. A la fecha ya son más de 70 países los que ha visitado, y en cada uno ha vivido experiencias peligrosas, tristes y alegres, pero lo que ha impactado más en la vida de Tote, son las lecciones que le dejan los niños a los que enseña.
“También son (experiencias) muy tristes, conseguir un niño completamente quemado, ¿me entiendes?, el cuerpo todo quemado, son cosas que uno dice ¡Wow!, te ponen un poco a reflexionar lo que son las tragedias humanas... tratar de ser menos indiferente a los sufrimientos de todos”, precisó.
En su paso por México, Tote planea recorrer algunas ciudades en busca de orfanatos y hospitales donde pueda compartir su conocimiento, para lograrlo, por las tardes vende sus cuadros frente al Palacio de Bellas Artes, pues confesó que solo así solventa el material con el que los niños y niñas trabajan.
Manuel Gallardo compartió que para ayudar a un niño no se necesita dinero, solo las ganas de adaptarle algo que lo haga sentirse valorado.
“Las ganas de querer ayudarlo, contribuir con lo que puedes porque no es el dinero lo que le da la felicidad, a un niño con cáncer ¿qué le va a dar el dinero? Lo que tienes que tratar de darle es que se sientan apreciados, no olvidados”, aseguró.
ledz