Los trastornos alimenticios son afecciones graves de salud mental sobre cómo se piensa respecto a la comida, afectan en la nutrición y derivan en enfermedades; esta problemática tuvo un incremento durante la pandemia de covid-19. Los episodios de ansiedad y depresión causados por el confinamiento han provocado un aumento de casos de bulimia y vigorexia.
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Luz Fernández, maestra de Psicología en la Universidad de Guadalajara (UdeG), explicó que “estar en casa todo el tiempo es tener acceso al refrigerador, o tener acceso a la alacena y es fácil ir y comerse muchas cosas, y como hay mucha angustia en ese periodo no se logran controlar; después viene la situación de vomitar o de vigorexia, y hacer por horas y horas ejercicio, pero sí se ha visto aumentada, sobre todo porque va muy de la mano de los trastornos de ansiedad y depresión y esto es algo que nos aumentó muchísimo durante la pandemia”.
Precisó que los trastornos alimenticios suelen aparecer durante la pubertad o la adultez temprana: “Estos trastornos inician desde la adolescencia, vamos a decir que desde los 12 o 13 años empiezan con algunos indicios y se consolidan a lo largo de los 16 o 17, y en los casos de bulimia que tenemos dos condiciones, que la anorexia es dejar de comer y la bulimia es tener atracones, en el caso de la bulimia sigue a lo largo de la vida y aparece a los 20 hasta los 30, y en el caso de la anorexia puede convertirse en una acción tan grave que requiera hospitalización médica para salvar la vida”.
Cuando hay sospecha de un trastorno de conducta alimentaria se debe acudir a un especialista, ya que, por lo general, son padecimientos que requieren tratamientos largos, los cuales deben ser coordinador por un grupo multidisciplinario que incluyen médicos como psiquiatra, psicólogo, trabajador social y nutriólogo; así como el apoyo familiar, fundamental para superar la situación.
Martha Altamirano, coordinadora de Nutrición de la UdeG, precisó que tener un ambiente familiar y sin estrés a la hora de comer es vital para ayudar a quienes sufren algún trastorno alimenticio.
“Tratar de que en las comidas no se hablen de pleitos y luego se vuelven en el momento en el que decimos ‘mira, él hizo’ y acusamos y eso finalmente genera que haya rechazo a la comida, además se asocia con un comer emocional, entonces todas esas fracciones que hay en las familias se deben resolver en otros momentos y no en el momento en que se está comiendo juntos, porque hace que las pacientes no quieran comer o no quieran estar en esos momentos, porque siempre van a estar en una situación de pleito”.
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De tal manera que los padres y madres tienen un rol fundamental para inculcar hábitos sanos y una buena relación con la comida y su imagen corporal.
“Somos muy dados a que si alguien hace ejercicio o está en un plan de alimentación es algo que es bien visto, y solemos aplaudir decir ‘qué bueno que estás a dieta’, ‘qué bueno que estás más delgado’, sin embargo, en estas personas que tienen un trastorno alimenticio este tipo de frases podrían fortalecer esta ideación que tienen sobre el ideal de delgadez y generar mayor interiorización de que estar delgado es lo correcto, y que ellas o ellos que no se ven delgados tengan más esa necesidad de generar su mala relación con la comida”, dijo la especialista.
Se estima que en México se presentan 22 mil casos anuales de trastornos alimenticios, principalmente en jóvenes de entre 13 y 18 años de edad. La anorexia nerviosa, la bulimia y el comer compulsivamente afectan más a las mujeres que a los varones.
MC