A casi 52 años del linchamiento en la ahora junta auxiliar de San Miguel Canoa, de la capital poblana, Julián González Báez, sobreviviente de esa fatídica noche, recuerda con tristeza que un volado decidió la suerte que él y sus colegas vivieron: el 14 de septiembre de 1968, una turba privó de la vida a sus compañeros de trabajo Jesús Carrillo Sánchez y Ramón Calvario Gutiérrez.
Sin embargo, él, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre fueron golpeados con tanta saña que requirieron un largo proceso de recuperación.
En entrevista para MILENIO Puebla, Julián González Báez recuerda que esa noche también murieron Lucas García García, quien les brindó su casa para hospedarse, así como el hermano de éste, Odilón.
El hombre, que en cuatro meses cumplirá 78 años de edad y actualmente se dedica a vender chiles en nogada a domicilio, recuerda que ese día acudió junto con sus compañeros, todos empleados de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) a la población de San Miguel Canoa, porque pretendían escalar el volcán La Malinche.
Narra que a su arribo se presentó una torrencial lluvia que los hizo considerar retornar a la ciudad de Puebla.
“Nos dirigimos a la tienda norte del lugar. Yo fui quien le solicité al dueño de la tienda que nos dieran posada pero ellos no aceptaron”, recuerda.
Añade que acudieron al curato y a la presidencia, donde los habitantes rechazaron darles albergue; sin embargo, después se dirigieron con otras personas a quienes les pidieron si era posible que les dieran refugio. “También nos dijeron que no”.
Julián resalta que Ramón y Jesús tenían un presentimiento negativo, por lo que suplicaron a sus compañeros retirarse de la comunidad. El resto -los que sobrevivieron- pidieron paciencia y propusieron lanzar un volado para decidir su suerte: ir o quedarse. La moneda decidió que se quedaran esa noche en San Miguel Canoa.
“Entonces creímos convenientes quedarnos ahí y ya salir temprano a la montaña. El único que nos abrió las puertas fue el señor Lucas (…) pues creyó en nosotros y en lo que platicamos”.
Después se enteró que los pobladores los confundieron con estudiantes comunistas que querían izar una bandera rojinegra en el templo del pueblo.
Explica que la confusión de los habitantes de la citada junta auxiliar se generó en gran medida por las noticias que se publicaban en los diarios nacionales, en cuyas páginas se desacreditaba el movimiento estudiantil, el cual prevalecía en la capital del país; a esto se sumaron los discursos que emitía el párroco del templo de San Miguel Arcángel, Enrique Meza Pérez, en contra de los comunistas y estudiantes.
Apunta que mientras descansaban, el grupo empezó a escuchar gritos: “Ya llegaron los asesinos y ladrones”, acompañados del fuerte sonido de las campanas. Eso generó temor, mismo que incrementó cuando tocaron a la puerta de Lucas García, quien trató de defenderlos; no obstante, de inmediato fue asesinado de un machetazo en el cuello y, después, un disparo frente a sus cuatro hijos y el resto de la familia.
Después la turba los agredió. En su caso, las heridas con un machete le hicieron perder tres dedos de su mano izquierda, en la que solo cuenta con pulgar e índice.
A más de medio siglo, el 15 de septiembre de 2019, la comunidad de Canoa ofreció disculpas al sobreviviente, con el fin de cerrar con la herida del pasado. En su momento, Julián indicó que los sentimientos que se despertaron tras tal acto fue, por un lado, la alegría de mantenerse con vida; y por otro, el que ocurran linchamientos en la entidad.
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