“Con paso lento, pero aquí estamos para estar sanos”, dicen adultos mayores que van a vacunarse

Adultos mayores de CdMx acuden con sus documentos para recibir su vacuna pese al calor y las largas filas. "Sabemos que si hay una cura, pues hay que aprovecharla", dice una mujer de 72 años.

El fin de la tercera fase de vacunación en CdMx conincide con el primer aniversario de la pandemia. (Cuartoscuro)
Rafael Montes
Ciudad de México /

Así como hace un año se les dijo que debían resguardarse para cuidar su salud y evitar contagiarse del covid-19 , con esa misma disciplina, con esa certeza de que eso fue lo mejor en ese momento, ahora, los adultos mayores acuden a vacunarse.

Vienen pasito a pasito, bajo el sol, con sus documentos bajo el brazo, en un folder, en una bolsa, con la hoja del CURP y su registro por delante, quizás confundidos unos cuantos, pero convencidos de que es una oportunidad que no se debe desaprovechar.

Algunos vienen ayudados con un bastón o una silla de ruedas, otros, fuertes todavía, pero despacio porque la edad amerita; todos con una mirada que pareciera indescriptible, en la que hay una combinación de esperanza con temor, pero sin duda, también determinación: es su hora.

No importa el sol y el calor de primavera, acuden al llamado a vacunarse como un deber cívico, como una responsabilidad para evitar contagiarse, pero también para no contagiar a los demás.

Saben que este momento es histórico.

“Para estar sanos, es lo que esperamos, estar sanos; si yo me enfermo, ¿puedo enfermar a cuántos?”, dice la señora Eloisa Mendoza, afuera de la UAM Azcapotzalco.
“No estábamos preparados para esto. Desafortunadamente tuvimos dos pérdidas en la familia y otros conocidos. Ha sido difícil”, dice la señora Irasema López, quien llegó a la Arena Ciudad de México acompañada de su hermana, de más de 80, y su esposo.

Este es el fin de semana de la tercera fase de vacunación en la Ciudad de México y coincide con el primer año de pandemia de coronavirus.

Esta semana tocó a las alcaldías Azcapotzalco y Miguel Hidalgo.

Y por eso, vienen con su comprobante de domicilio en mano, asistidos por sus hijos jóvenes, los cuales saben que no es su turno, pero que toca a sus mayores que sean protegidos.

Todos lo hemos dicho: con que vacunen a mis padres... Y sí, la escena es representativa. Hay largas filas de automóviles conducidos por adultos jóvenes pero con un viejito o viejita de copiloto, con su mirada serena, listos para su piquete en el brazo.

A Ana María Medrano la trajo su yerno y viene acompañando a su consuegra, Margarita, que por su edad, 72, usa silla de ruedas y un tanque de oxígeno. Las dos, juntas, van a pasar a vacunarse a la Arena Ciudad de México.

“Es algo extraordinario, porque ya estamos fastidiadas de estar encerradas”, dice Ana María.
“Sabemos que si hay una cura, pues hay que aprovecharla, sobre todo si el gobierno está haciendo algo excelente para sacarnos adelante y no estar contagiando y vivir una vida... plena, porque eso de estar encerrado es muy feo”, platica.
“Da tristeza estar encerrado porque no puede ir uno a ninguna parte, quedarse en casa es difícil”, añade la señora de 64 años, quien dice que sus hijos la han obligado al confinamiento.

Salir a vacunarse es para ellas también un acto de distracción, un ratito de variedad.

“Ya queremos salir de esto, tenemos muchas ganas ya de estar bien, porque también es un temor salir y pensar que nos puedan contagiar”, dice.

Adentro de las sedes, las filas son largas. En promedio, 40 minutos tardan de puerta de entrada a puerta de salida, pasando por el registro, la vacunación en sí y la fase de observación de reacciones adversas. Pero todo fluye rápido.

El director de Servicios de Salud de la Ciudad de México, Jorge Alfredo Ochoa, dice que la fluidez es por el trabajo en equipo.

Hay personas con chalecos verdes, beiges y azules: de Participación Ciudadana de la Ciudad de México, Servidores de la Nación y de Protección Civil, respectivamente. Todos ayudan. Orientan a los viejitos, les acercan sillas de ruedas, les reciben documentos y les facilitan el acceso. Hay vacunas para todos. “Pásele, fórmese, por acá, avance”. “Usted, espere a la salida”, dicen a los familiares.

Al señor Juan Arriaga lo rechazaron ya cuando casi le pican el brazo.

“Estoy tratando de vacunarme, pero debido a que hace dos semanas me vacunaron contra la influenza, me dicen que no es recomendable que le pongan a uno esta vacuna porque puede causar reacciones fuertes; entonces, no es recomendable para las personas que se hayan vacunado de algo, en un lapso de 30 días, no pueden venir a vacunarse”, dice.

Al poco rato, los que sí pasaron salen por montones. Los esperan sus familiares, como cuando es la hora de la salida del kínder, pero al revés. Contentos, satisfechos, protegidos. Igual, con el paso lento, pero más tranquilos porque la espera no fue tanta, porque sí pudieron sentarse, porque los trataron bien.

“Nunca nos imaginamos que esto iba a ser así de rápido: salimos rápido, no tenemos alguna anomalía en el cuerpo, esperemos que no aparezca nada y que tengamos la seguridad de que vamos a estar bien todos, no nada más yo, tener la conciencia de que hacemos el bien a nuestro cuerpo, cada uno, porque algunos tienen una deficiencia, pero ni así eso nos doblega, aquí estamos”, dice la señora Eloisa Mendoza, de 65 años, al salir de la UAM Azcapotzalco, otra de las sedes habilitadas para esta semana.

Y sí, aquí están nuestros viejos: protegidos con caretas de plástico, con doble cubrebocas, con su atomizador con alcohol para las manos, para la silla, formados para su cita con la historia.

​AESC

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