Como cada 2 de noviembre, desde temprana hora los panteones de la ciudad se llenaron de vida con la llegada de miles de personas que fueron a visitar a sus seres queridos y reiterarles que no los han olvidado.
Solos, en pareja, en familia, con bastones, en sillas de ruedas; bebés, niños, jóvenes, hombres, mujeres, muchas mujeres, y gran cantidad de personas de la tercera edad se dieron cita a los camposantos para mantener en pie la tradición mexicana del Día de Muertos y trasmitirla de generación a generación para que no se pierda o se vea rebasada por otro tipo de celebraciones de culturas vecinas.
Tal es el caso de Diana Medina que, acompañada de su esposo y sus hijos, llegó temprano al Panteón de Dolores para demostrar que en su corazón siguen vivos los que ya se fueron y para inculcar en su descendencia esta celebración a la muerte.
“Venimos cada año a recordar a la gente que ya ha partido, y decirles que no se nos han olvidado, y que siguen en nuestro corazón, es una tradición muy bonita.
“A ellos (sus hijos) desde chicos se les empieza a contar lo que significa, y se les explica que la muerte no es algo como que se acaba la gente, sino que sigue, y al rato vamos a estar con ellos”, expresó la señora Medina al tiempo de dirigirse a colocar la ofrenda sobre las tumbas de su suegro y su cuñado.
Afuera, en lo referente a las flores, a los aromas, se puede apreciar todo tipo de ellas, nubes, girasoles, rosas, garras de león, clavelinas, clavos, astromelias, montes, lilis, y el más vendido, el cempasúchil, según comentó uno de los empleados de una de las bodegas de este giro más grande en el sector.
Por su parte Eleuterio Rodríguez, con cubeta y escoba en mano, y con 32 años de estar laborando en el Panteón Dolores y El Carmen, no dudo en afirmar que en esta vida a “todo se acostumbra uno”.
Desde niño, dijo, acompañaba a su padre a este lugar de mitos y leyendas, dado que su progenitor también fue empleado en este sitio, y aseguró que nunca le han sucedió cosas extrañas o que le produzcan miedo.
Al contrario, expresó, a diferencia de trabajar en otra parte, en un panteón se trabaja en un ambiente de suma tranquilidad y paz.
“Se acostumbra uno, tengo ya 32 años aquí, cuando está uno aquí es una tranquilidad muy grande, salvo en estos días que viene mucha gente.
“Y no, no me da miedo porque aquí trabajaba mi papá y desde niño andaba aquí”, compartió.
En esta fecha, destacó, la convivencia entre vivos y muertos se presenta de muchas maneras, y todas ellas cargadas de una emotividad que se siente a flor de piel.
“Hay de todo, unos vienen a cantarles, otros a llorar, otros a platicar con ellos y pasar un tiempo aquí”, precisó el hombre antes de continuar su camino y ofrecer sus servicios de limpieza de tumbas a los visitantes.
Cabe destacar que para aprovechar la llegada de miles de personas a estos lugares, la Secretaría de Salud colocó módulos para entregar información sobre prevención contra el dengue.
Y, en las calles aledañas, la vendimia a su máxima expresión, donde además de las flores descritas, el paseante puede encontrar lonches, churros, aguas frescas, champurrado, donas, taquitos a vapor, pan de todo tipo y, tráfico.