“La comunidad pacheca está aquí”, la vida en el plantón 420 que exige legalización de mariguana

Entre plantas de mariguana, los activistas promueven el uso lúdico de la planta y dan información sobre sus beneficios, además de exigir que no sean criminalizados.

Se piden espacios de consumo social privado con reducción de riesgos. (Ariel Ojeda)
Abida Ventura y
Ciudad de México /

Luis y Jesús llegaron de Puebla hace una semana para tomar clases, les entusiasma estar en la capital y dedicar una semana a una formación especial: el activismo cannábico. Poco importa si eso implica dormir en una tienda de campaña en el cruce de dos de las avenidas más transitadas de la ciudad, soportar el calor o la escasez de agua; ellos quieren ser parte del Plantón 420, un grupo de activistas que desde hace un año se instaló afuera del Senado para exigir una legalización justa para todos los usuarios de mariguana, demanda que los legisladores no han querido tomar en cuenta en la propuesta de Ley para la Regulación del Cannabis, aprobada el miércoles en la Cámara de Diputados.

“Estamos aprendiendo lo más posible de la cannabis y acerca de lo que es esto. No ha salido nada de lo que se pedía en el dictamen y venimos con la idea de replicar esto en nuestro estado, para que se vea el apoyo de los demás pachecos, hacer presión para que el Estado haga las leyes como se deben, sin violentar los derechos humanos”, dice Luis. Este joven de 21 años y su amigo vinieron para ser parte de la escuela popular cannábica, un proyecto que nació en este lugar para guiar a los interesados en el mundo del cannabis. “Hay clases de autocultivo, de derecho, activismo, reducción de riesgos”, cuenta Jesús.

Como ellos, cada vez hay más personas que buscan involucrarse en las actividades de este campamento en Reforma e Insurgentes. Delimitado por unas vallas rojas y flanqueado por el imponente edificio del Senado, el Plantón 420 se ha convertido en una aldea cannábica con vida propia.

“Es un observatorio de derechos humanos, un museo, un centro cultural en el que tenemos la iniciativa de informar a toda la comunidad cannábica”, asegura Enrique Espinoza. Él es uno de los cofundadores del plantón y ha estado ahí desde el 2 de febrero de 2019, cuando decidieron instalarse y plantar un huerto para pedir una legalización que respete los derechos humanos y no criminalice a los usuarios. Su primera acción fue sembrar plantas de mariguana en una jardinera que crecieron tan rápido como la fama de ese lugar que en la actualidad recibe unas 200 visitas al día. “Es el único espacio de México donde se puede usar y consumir cannabis sin que te hostiguen ni te discriminen”, dice Enrique.

Diario desfilan por ahí jóvenes, en parejas, solos o en grupo; oficinistas, repartidores, trabajadores ambulantes. Todos seducidos por la libertad y seguridad de consumir cannabis al aire libre, muchos también van por las actividades culturales, educativas y de divulgación.

En plena pandemia, el parque Luis Pasteur se ha convertido en un sitio obligado para usuarios de cannabis que se aventuran a salir de casa. Saber de la existencia del Plantón 420 no es difícil, basta con abrir Google Maps para saber dónde está y de qué se trata.

"Recibimos a todo tipo de gente", dice Francisco López García, uno de los voluntarios que tiene a su cargo el registro de visitantes. “Vienen aquí a pasar un momento tranquilo, a fumar un poco de cannabis y retirarse. Es un espacio seguro, libre de hostigamiento policial, criminal y de la sociedad. Tenemos una “zona de aterrizaje”, en el cual hay un pequeño cojín, donde la gente que tiene “una pálida” puede acostarse un rato, les damos algún dulce, agua, les platicamos los efectos que tiene, las tranquilizamos y se relajan en el viaje”, cuenta.

Francisco es una de las 15 personas que habitan esa aldea que cuenta con unas 10 tiendas para acampar, una cocina, un baño, una oficina, un aula cannábica y cuatro jardineras con unas mil 500 plantas. Un espacio que resiste y que ha tenido que poner sus propias reglas de convivencia para sobrevivir: al ingresar es obligatorio portar cubrebocas, usar gel, y registrarse con la edad y código postal; adentro está prohibido comprar, vender, regalar o compartir mariguana. “Cada quién debe traer su propio consumo. No se puede consumir alcohol ni otras sustancias ajenas al cannabis. Solo cannabis y tabaco”, explica Francisco. El espacio para consumo está delimitado al parque, por lo que piden evitar salir del perímetro e interactuar con los puestos ambulantes que se instalan alrededor.

Además, las plantas que se han extendido a cuatro jardineras no son para consumo, cada una tiene un propósito: la primera jardinera, bautizada como María Sabina, es de protesta; la segunda (Tin Tán) es para fines educativos; la tercera es un laberinto que introduce a los beneficios terapéuticos de la planta, y la cuarta es una jardinera de meditación.

“Toda la plantación solo tiene fines de protesta, no tenemos plantas para producir mariguana, para fumar, regalar o vender. Dejamos que la planta termine su ciclo, cuando se empieza a secar la colgamos y reutilizamos; además, tenemos un hongo que ha contaminado toda la plantación y no es apta para consumo porque podría ser nocivo a largo plazo”, explica Orlando Daniels, uno de los involucrados en el cuidado del huerto. Este voluntario es técnico en informática y se hizo activista cannábico luego de experimentar los beneficios medicinales de la planta en un familiar diagnosticado con mal de Parkinson, ahora dedica dos días a la semana a cuidar esa siembra y a dar clases de cultivo de cannabis. “Próximamente estaremos dando talleres para hacer extractos de aceite medicinal, no contamos con las instalaciones necesarias, pero estamos en planes de eso”, asegura.

Otros voluntarios, como Jesica Maravilla marnúñ, están ahí 24 horas, ayudando a mantener la limpieza y la vigilancia del sitio, a preparar los espacios para las actividades y talleres, a cuidar el huerto y los gallos que ahí viven. Esta chica llegó ahí hace seis meses y se ha instalado en una tienda con una cama improvisada con maderas. Dos patos le hacen compañía.

El espacio abre de lunes a sábado de 4:20 pm a 8:40 pm y ofrece diversas actividades, como un círculo de mujeres, espectáculos de danza y circo. Cuando queda vacío, plantonautas y centinelas como Jesica organizan y vigilan el lugar, incluso en turnos nocturnos. “Tenemos que estar vigilando, es una guardia constante, estar checando el plantón de un lado a otro”, dice. Todo está organizado para “mantener este parque vivo en las condiciones para un usuario responsable".

Un año después de la primera jardinera plantada, los activistas aseguran que continuarán luchando desde ese espacio, pues el dictamen de ley aprobado por los diputados está lejos de cumplir con sus demandas de garantizar el cultivo libre, la posesión simple, los espacios de consumo compartidos en igualdad y el trato digno.

Es una iniciativa que no cumple con el mandato ordenado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2018, aseguran: “No garantizan el libre desarrollo de la personalidad, violan unos 12 o 14 derechos, genera más violaciones de derechos humanos que las que arregla; te garantiza un mercado que es para los de siempre: los intereses extranjeros, las farmacéuticas, los innombrables; se reparten el pastel y los derechos”, opina Pepe Rivera, vocero del Plantón 420 e integrante del Movimiento Cannábico Mexicano. El activista recuerda que una de sus principales consignas desde el principio ha sido: primero los derechos, después el mercado. Y aunque algunos senadores se han acercado al plantón para escuchar sus demandas, al final no las tomaron en cuenta.

Por eso, planean seguir en este espacio de resistencia. “Vamos a seguir luchando hasta conseguir la liberación completa de la planta. Le están dando privilegios a una comunidad que no nos representa, la comunidad pacheca está aquí”, dice Enrique. Añade que entre sus próximos proyectos está la apertura de un museo.

RLO

  • Ariel Ojeda
  • Ariel Ojeda es fotoperiodista y videógrafo. Ha trabajado en medios nacionales e internacionales. Actualmente hace coberturas especiales en Milenio

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