En días recientes, el ahora Presidente Electo de México retomó una de sus principales propuestas de campaña: la creación de una “Constitución Moral” para consolidar una “República Amorosa” y tener un “Código del Bien”.
Pero ¿hasta qué punto moral y derecho pueden converger?
En primer lugar, vale la pena mencionar que ambos conceptos están intrínsecamente relacionados con la conducta humana, ya que establecen parámetros que sirven para regular las relaciones interpersonales; sin embargo, moral no es sinónimo de derecho, ni derecho de moral.
La moral debe entenderse como un criterio subjetivo de lo que es bueno y malo, o bien correcto e incorrecto; y digo que es subjetivo, porque depende del conjunto de creencias, valores, costumbres y contexto social en el que se desarrolla la persona.
Por otra parte, el derecho implica la sistematización de normas, que se caracterizan por su generalidad, exterioridad, heteronomía, bilateralidad, coercibilidad, permanencia y legitimidad.
Es así que, adoptando una postura ecléctica, la moral es la base normativa de una sociedad, pero no puede ser considerada el eje rector de la convivencia social, toda vez que ello implicaría un retroceso para el Estado de Derecho, en el sentido de que se estaría diseñando un marco normativo idóneo para “algunos” y poco o nada compatible con la “moralidad” de otros.
Desde esa perspectiva, nuestra Constitución Política ha mediado los intereses sociales en pro del bien común y el desarrollo colectivo, al constituir en sí misma un pacto social y político, cuyo principal objetivo es integrar el sentir de los ciudadanos y establecer las bases del funcionamiento del Estado –entendido como la convergencia de los elementos: territorio, población, gobierno y soberanía–, a partir del reconocimiento de los derechos de las personas, pero también del establecimiento de pesos y contrapesos en el ejercicio del poder.
En ese contexto, decir que una Constitución es “moral” o “inmoral”, resulta una idea poco seria.
Por otra parte, quienes apoyan esta propuesta, argumentan que esta “Constitución Moral” sugerida por Andrés Manuel López Obrador, servirá para reorientar el modelo político, económico y social del país, pero también los valores ciudadanos, a fin de propiciar un ambiente de convivencia social mucho más armónico; todo ello a partir de un trabajo incluyente de un “Constituyente” conformado por personas de probada moral y con conocimientos; sin embargo, desde un enfoque moral, únicamente se trata de un Código de Ética sin fuerza coercitiva, y mucho menos eficacia jurídica.
Resulta más que evidente que nuestra Constitución ha evolucionado para abonar a la construcción de un Estado Democrático de Derecho garante de los derechos humanos –desde una perspectiva nacional, pero también internacional–; por tanto, se vislumbra innecesario establecer una “Constitución Moral” paralela a la ya existente; basta con cumplirla, y garantizar su respeto irrestricto, bajo los principios de legalidad, división de poderes y supremacía constitucional; y el camino idóneo es la EDUCACIÓN, pues como lo afirma mi maestro y reconocido constitucionalista, Dr. Humberto Benítez Treviño, ésta es la única y gran igualadora social.
En ese sentido, el actual presidente electo debe tomar con seriedad el tema de la educación en nuestro país, apostándole a la evaluación e impulso de un modelo educativo que garantice una educación de calidad –tanto en contenidos como en el perfil profesional de los docentes–, pero también que incorpore como eje transversal de la educación pública, el fomento de principios y valores morales, como la honestidad, el civismo, la solidaridad, el respeto a la otredad, por mencionar algunos; para lo cual, la participación de todos los sectores de la sociedad resulta fundamental, toda vez que, gran parte de los graves problemas que aquejan a México se deben precisamente a la descomposición social que comienza con la crisis de valores que se hace patente en el seno de las familias, es así que no debemos endosar al Estado la gran responsabilidad que tenemos los padres de familia de inculcar a nuestros hijos valores y principios morales, pues los mismos se adquieren en casa, se refuerzan en la escuela y se exteriorizan en la sociedad; y una declaración de buenas intenciones como lo sería la Constitución Moral, no cambiaría la gran crisis de valores que vivimos en México…
Y ustedes estimados lectores ¿qué opinan al respecto?
*Articulista Invitado