Por dos horas y a 800 grados: así se incinera un cuerpo con coronavirus

Entrevista

Cuando describe lo que hace frente al horno Raymundo es con cuidado: “traen al finado, se le retira del ataúd, se pone en un carrito de servicio y se ingresa, para cargar el cuerpo se apoya uno con los embalsamadores”.

En el jardín guadalupano están en 70 a 80 por ciento de su capacidad. (Archivo)
Francisco Mejía
Ciudad de México /

Raymundo Castillo camina con pies de plomo. Es un cremador que atiende uno de los siete hornos del cementerio Jardín Guadalupano. Sabe que en cualquier momento podría quedar contagiado de covid-19 por su trabajo intenso. El Gerente de Mercadotecnia de este espacio, ubicado en Ecatepec, Estado de México, Héctor Gómez, lo fundamenta así:

“La demanda ha sido muy grande, más o menos de 40 a 50 por ciento en relación a los meses anteriores. El crecimiento ha sido exponencial, sigue creciendo ya con casos de 10 hasta 20 cremaciones en un día”.

Acepta que hay saturación en las cremaciones “estamos en 70 a 80 por ciento de nuestra capacidad y los cuerpos tienen que esperar hasta 48 horas”.

Raymundo es cremador desde hace 9 años y ahora ante la infección del covid-19 en su mente está la palabra precaución. Afirma que al protegerse también lo hace a toda su familia. Viste un overol blanco que lo cubre de pies a cabeza, se coloca una mascarilla así como sus lentes especiales y por lo menos 8 horas de su jornada está frente al horno que alcanza los 800 grados o más.

El cremador precisa que para fallecidos por otro tipo de enfermedad no se requiere un uniforme especial como el que ahora lleva. “Hay veces que los cuerpos vienen segregando líquidos y esta ropa nos protege”.


Dos horas para cremar un cuerpo 

En entrevista con MILENIO durante un receso de su trabajo, refiere que en estos momentos de emergencia por el covid-19, crema cuatro cuerpos en su turno de 8 horas. Ocupa dos horas por cada uno.

“Es una profesión algo difícil, esto lo vas aprendiendo sobre la marcha. Cada cuerpo reacciona muy diferente”.

Cuando describe lo que hace frente al horno es con cuidado: “traen al finado, se le retira del ataúd, se pone en un carrito de servicio y se ingresa, para cargar el cuerpo se apoya uno con los embalsamadores”.

En lo que dice, siempre está la palabra riesgo, el miedo de ser infectado por los cuerpos de covid-19. “Tratamos de no tener mucho contacto con el cuerpo. No, no miedo, más que nada escuchas lo que se dice que te ponen alerta. El virus más letal: es el miedo”.

​En toda su jornada de trabajo los cremadores están atentos en la manipulación, temperatura, combustión del cuerpo y las manecillas del reloj.

Después de 45 minutos de que el cuerpo es ingresado al horno, verifican el proceso de la cremación, abren la puerta y reciben en su cara el calor sofocante del fuego, amarillo con azul.

Toman un rastrillo, como de dos metros, y lo meten a la cámara que está al rojo vivo. La precaución los acompaña. Cuando el horno tiene orificios para mirar por ahí lo hacen y aunque los tenga de todas maneras abren el horno.

Abren y manipulan el cuerpo con el rastrillo “para una cremación más pronta debe tener un término óptimo para que las cenizas queden en un color arena, grisáceo”.

Las precauciones que tienen los cremadores en su intenso trabajo que realizan, ahora con el covid-19, alcanza a la familia. “Antes de salir del cementerio me baño, llegó a mi domicilio y me echo sanitizante, antes de ingresar y antes de tener contacto con mi familia”. 

jlmr 

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