Reyna Reyes se embarazó por primera vez cuando aún estaba en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Actualmente tiene 26 años y su hijo dos y medio. Logró terminar la licenciatura en psicología y trabaja en el área de recursos humanos de una empresa; su esposo cumple con sus obligaciones en el cuidado de su bebé.
“Es pesado; empecé a trabajar cuando el bebé tenía cuatro meses. Por ejemplo, ahorita se me está haciendo todavía más pesado por el segundo embarazo. Mi hijo empieza a explorar, aprende cosas nuevas, está en la etapa de dejar el pañal”, cuenta.
Reyna relata que cuando su esposo llegaba del trabajo cuidaba a su hijo para que ella descansara. “Los primeros cuatro meses (el bebé) se despertaba a las 3:00 de la mañana y se volvía a dormir hasta las 7:00 de la mañana. Entonces nos turnábamos para levantarnos en sus horarios de comida”, dice.
Mariana Pérez también es madre, vive en Ciudad Juárez y comparte el trabajo doméstico y de cuidados con su pareja. “Yo trabajaba por la mañana y él por la tarde, se quedaba con la bebé en lo que yo me iba. Cuando empezó a tomar fórmula, él se despertaba y a veces yo, nos íbamos turnando. Él limpiaba la casa antes de irse, me dejaba la comida hecha para que ya nada más llegara a comer y a hacerme cargo de la bebé. Ahora que la niña ya está más grande, los dos nos ponemos a limpiar la casa juntos”, cuenta.
Salvador Rueda es ingeniero de diseño en una maquila. Tiene 40 años de edad y cuatro de ser papá de Cassandra Victoria Rueda, su primera hija.
“Desde su nacimiento hemos tratado que tenga todas las libertades que le podemos brindar como padres, pero como en todo hay aciertos y hay errores (…) No le damos todo en charola de plata pero sí la apoyamos en lo que ella requiera”, menciona en entrevista sobre el cuidado de la niña.
A pesar de la carga de trabajo y de ser el proveedor en su familia, Salvador Rueda considera que la crianza debe ser compartida. Para él es importante no dejar esta responsabilidad solamente a su esposa; además, como parte del cuidado de su hija Cassandra, ha vivido momentos que atesora.
“Sí es muy importante que en la crianza los padres participen en todo el proceso, desde el kínder, desde lo que desayunan. Es importante dejarlos ser, que tomen sus decisiones, que no los traigan todo el día en los brazos, que sí los dejen caminar y que si se caen sepan que ahí van a estar”, dice de forma metafórica y literal.
De acuerdo con el apartado II del artículo 170 de la Ley Federal del Trabajo, las mujeres disfrutarán de un descanso de seis semanas anteriores y seis posteriores al parto y, durante el período del embarazo, no realizarán trabajos que exijan esfuerzos considerables y signifiquen un peligro para su salud en relación con la gestación, tales como levantar, tirar o empujar grandes pesos que produzcan trepidación, estar de pie durante largo tiempo o enfrentarse a situaciones que puedan afectar su estado psíquico y nervioso.
En el apartado XXVII Bis del artículo 132, se dice que a los hombres trabajadores se les debe otorgar permiso de paternidad de cinco días laborables con goce de sueldo por el nacimiento de sus hijos y de igual manera en el caso de la adopción de un infante.
A la pareja de Mariana sólo le dieron dos días de licencia tras el nacimiento de su hija, a ella cuatro meses. En el caso de Reyna, su pareja no tuvo ningún día.
Elia Orrantia, directora de Sin Violencia A. C., una organización sin fines de lucro que ayuda a prevenir la violencia de género en Ciudad Juárez y presta servicios de atención psicológica, legal, médica y educativa, menciona que a la par de la maternidad, las mujeres tienen la carga mental de cumplir con las expectativas sociales. Por ejemplo, combinar el rol materno con el trabajo genera culpas sociales como “’¿cuántas horas lo dejaste?’ Nadie cuestiona a los hombres cuando salen a trabajar ocho, 12, o 15 horas, o viajan; en cambio cuando una mujer empieza a hacer eso de manera profesional, es cuestionada, (…) nos enfrentamos a estos roles del deber ser una buena madre y esposa”.
Acciones por la crianza compartida
La responsabilidad compartida en la crianza ya se considera un problema público que debe resolverse a través de la eliminación de los roles de género, así como con la implementación de políticas públicas que ayuden a solucionarlo.
A finales de 2020, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) elaboró el Programa Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (Proigualdad) 2020-2024, donde la crianza compartida forma parte del segundo objetivo prioritario a trabajar en el país que es generar las condiciones para reconocer, reducir y redistribuir los trabajos domésticos y de cuidados de las personas entre las familias, el Estado, la comunidad y el sector privado.
Lo que se busca son modelos de crianza inclusivos, no violentos, con enfoque de derechos humanos, favorables a la cultura de paz, con énfasis en un principio de masculinidades no hegemónicas.
Ese mismo año, Gendes A. C. publicó, en conjunto con el Centro de Estudios Legislativos para la Igualdad de Género de la Ciudad de México, Hacia la vivencia permanente de una paternidad integral en México, un estudio en el que se reflexiona sobre la manera de paternar y se cuestiona la figura del padre proveedor; la dinámica familiar, el poco involucramiento en el ámbito doméstico y la crianza de las hijas e hijos.
“La política pública destinada a crear imaginarios respetuosos e igualitarios en los hombres debe incluir muy diversos medios y estrategias, además de enfatizar aspectos preventivos. Los cambios legislativos son importantes, aunque deben acompañarse de otro tipo de medidas (con presupuesto suficiente), a fin de imprimir un enfoque de integralidad en las acciones para así obtener más y mejores impactos”, concluye el estudio.
El artículo 18 de la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificado por México en 1990, sostiene que los Estados deben “garantizar el reconocimiento del principio de que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza (…)”.
Por su parte, Elia Orrantia, directora de Sin Violencia A. C., señala que la crianza compartida debe ser una preocupación a nivel mundial porque los roles asignados también han perjudicado a los hombres. “El machismo y el patriarcado también les han quitado derechos, robado sentimientos y espacios”, señala.
Para Elia Orrantia, la crianza compartida debe ser a nivel mundial. Foto: Ciela Ávila
En el sistema patriarcal, el padre ha sido una figura de autoridad sin importar el paso de los años. Por ello, Elia Orrantia ve que el cambio está en las futuras generaciones que trabajan en su deconstrucción: “buscamos que aprendan o reaprendan una nueva forma de vivir su masculinidad, aprendiendo que el ser sensible, empático, sereno no les quita ninguna parte de esa masculinidad. Cuando trabajas desde temprana edad, de principio hay una resistencia, pero al final es liberador”, afirma.
Trabajar en la crianza compartida no sólo abona al respeto de los derechos de los hijos, sino a los de madres y padres. Y mientras las políticas públicas por parte del gobierno se concretan, ya existen organizaciones que ofrecen talleres, como Sin Violencia A. C.
A pesar de las acciones y avances por la crianza compartida, como cuando se logran obtener las licencias de paternidad, muchos papás no quieren tomar este derecho laboral al vivir en una cultura machista, por lo que para lograr que la crianza compartida sea efectiva se necesita un cambio cultural profundo que conduzca hacia una sociedad más igualitaria.