No fue un niño berrinchudo ni tampoco iracundo. No tenía mucho espacio para serlo: tuvo 14 hermanos. No fue educado a palos, solo con los castigos “que eran menester”.
No fue estudiante excepcional, sino alumno de “buenos promedios”, salvo en inglés. No compraba tareas porque hubiera sido “autoengaño degradante”.
De adolescente no hacía bullying —dice—, aunque sí disfruta llevarse pesado con sus amigos: “Relaciones marcadas por las bromas, los motes y sobrenombres, lo que los rancheros llamamos carrilla; las caricaturas, el albur en ciertas reuniones. ¿Algún límite? Nada sádico, todo según las personas, los hechos, los lugares y las circunstancias, sin llegar al escarnio. Los de piel delgadita, a los que todo les lastima, van indefensos por la vida.
No baila. Su pasatiempo es su hacienda, la vida campirana. Monta a caballo desde que su padre le enseñó. Fuma puros Davidoff, bebe tequila (“de preferencia Don Filemón”) y vino tinto español. No es un gourmet: le basta, como delicia, un plato con huevos, frijoles y chile picante, acompañados de tortillas, “todo de rancho”. La tele y las series no son lo suyo: solo ve “y algo que me recomienden”.
Diego Fernández de Cevallos, en su Lado B, responde parte del Cuestionario Maquiavelo sobre conceptos políticos que MILENIO ha aplicado —desde 2006— a aspirantes presidenciales:
Un político en el poder siempre tiene la razón: la tiene cuando la tiene y también cuando no la tiene…
Ese falso postulado surge de la soberbia de los poderosos y la abyección de los débiles.
Un político en el poder es un tiburón: avanza devorando todo…
Con frecuencia sí, pero es la depravación de la política y del poder.
Un político en el poder es vengativo...
Conozco a pocos políticos que en el poder no han sido vengativos, porque se saben grandes y realmente lo son.
Un político en el poder es mitómano, por razones de seguridad nacional: oculta información, miente, cree sus mentiras y hace creer a los demás que éstas son verdad…
La seguridad nacional requiere de funcionarios prudentes y reservados, no de mitómanos. Hay ocasiones en que la información debe ser reservada. Nada justifica la mentira y el engaño.
Al final, un político en el poder hace lo que le viene en gana…
Cuando es un truhán, sí.
Un político debe ser impredecible…
Todo pillo necesita ser impredecible, el político honesto no.
Un gran político no confía en nadie y debe ser precavido al grado de la paranoia...
Debe ser precavido sin paranoias, confiar en sí mismo y en quienes le merezcan confianza.
Para el gran político tener enemigos es más razonable que tener amigos…
En la política hay aliados y adversarios, no se justifican amigos y enemigos, y se debe ser honesto con unos y otros. No olvidemos que los aliados de hoy pueden ser adversarios mañana, y viceversa.
Un presidente debe estar en guerra permanente: es su esencia…
No, debe estar en paz permanente y dispuesto para la guerra.
Un presidente puede y debe excederse en todo…
Sí puede, no debe.
Un buen político en el poder no tiene sentimientos: los ha expulsado de él mismo para tener éxito…
Sin buenos sentimientos no hay buen ser humano, ni buena política, hay atropello.
Un estadista no pide perdón, convence a los demás de que la culpa fue de alguien más…
En política lo que procede es reconocer errores y rectificar. Pedir perdón suele ser simulación para superar una crisis y sacar ventaja.
Un gran político ejerce el poder aunque estimule odios…
Un gran político cumple con su deber sin promover o estimular odios.
Hacer política es creer que cada decisión hace historia…
Esa es creencia de narcisistas idiotas.
Un gran político convence a todos que la única antítesis válida es su propia tesis…
No. Eso no corresponde a un gran político, sino a un gran tramposo.
Para un gran político cooptar a opositores es como jugar ajedrez…
Esa no es tarea de un gran político, sino de un gran sinvergüenza.
El poder político es mejor afrodisiaco que el dinero a montones…
Se dice que sí, aunque suelen ir juntos poder y dinero. Son dos caras de la misma moneda. El poderoso dispone de dinero y el adinerado dispone de poder.
El político sí debe hacer negocios…
El político debe distinguir su gestión de sus negocios particulares, sin consentir conflictos de interés ni tráfico de influencias.
Engañar (vender humo) es un arte diabólico que da grandes réditos…
No sé si existe el diablo, pero sí sé que el engaño es un comportamiento que degrada al engañador y mina las relaciones humanas.